“Pichi, es el chulo que castiga...” Hay un par de ocasiones al año en que este conocido chotis firmado por el maestro Alonso resuena en las calles de Madrid. Una de ellas es durante las Fiestas de la Paloma, las más importantes de Madrid con permiso de las de San Cayetano y las de San Lorenzo. Destaca en su programa, el 15 de agosto, la verbena de la Paloma, una fiesta que entrelaza rituales sacros y profanos, bailes y plegarias, churros y aires castizos de zarzuela, según describe en su página web el Instituto Cervantes. Y es que la verbena de la Paloma también inspira y da título a una de las obras cumbre de la zarzuela, el género lírico popular que triunfaba en la España del último tercio del siglo XIX.
Como entonces, durante la verbena, Madrid -el Madrid actual- se llena de chulapos y chulapas que atraen las miradas de madrileños y visitantes. ¿Cuál es su origen?
Un traje para oponerse a las clases altas
En el año 1700 consigue el trono español Felipe V, nieto del francés Luis XIV, 'El Rey Sol'. Atrás queda la casa austriaca de los Habsburgo, mucho más austera, y se inaugura en España la dinastía de los Borbones. La sociedad española se rinde a las joyas, las pelucas y los maquillajes estridentes. Comienza a afrancesarse en sus gustos, costumbres y modos de vestir. Al poco tiempo, el pueblo madrileño, donde se encuentra en la corte, reacciona ante este afrancesamiento de las clases más altas y busca una identidad propia en el vestir. Surgen los majos y las majas tan retratados por Goya.
Los trajes de majos se hacen cada vez más ricos en detalles y se encarecen, pasando a ser utilizados por una nobleza ampliamente retratada por Goya. Las clases populares de Madrid responden, y comienzan a crear nuevas identidades por barrios y oficios para diferenciarse de esas clases más altas. En esa época, en Madrid, pertenecer a una clase popular era un orgullo.
En el norte de la ciudad, concretamente en el barrio de Barquillo, el actual barrio de Chueca y Justicia, se ubican los chisperos. En el sur, donde ahora está Lavapiés, viven los manolos y las manolas, comerciantes y artesanos en su mayoría. Ya en el siglo XIX, proliferan los nuevos oficios, como planchadoras, modistillas, lavanderas y cigarreras, y surge un nuevo grupo en el barrio de Maravillas, actualmente Malasaña. Son los chulapos y las chulapas. Su fama de chulos queda consolidada tras aparecer como personajes en decenas de zarzuelas de la época, como la de 'La verbena de la Paloma', escrita por Tomás Bretón y Ricardo de la Vega en 1894, traducida a varios idiomas y punto de partida, incluso, de tres versiones cinematográficas.
El traje de los majos y majas queda como vestimenta regional del siglo XVIII asociado a clases más altas, y el traje de chulapo y chulapa permanece como traje regional, desde el siglo XIX, asociado a las clases populares.
Cada prenda, un significado
El traje de chulapa es un vestido chiné, es decir, con una tela de varios colores combinados que suelen ser el blanco y otro color. Tiene mangas de farol ajustado a la cadera y volante en los pies. Se cubre con un mantón de Manila, pañuelo blanco y, bajo este, tres claveles que no se eligen al azar, sino que constituyen un código de comunicación:
- Dos claveles rojos: la mujer está casada.
- Dos claveles blancos: la mujer está soltera.
- Dos claveles rojos y uno blanco: la mujer es viuda.
- Un clavel blanco: la mujer está comprometida.
- Un clavel rosa: niñas.
Ellos, los chulapos, cubren su cabeza con una parpusa (gorra con pequeña visera frontal de tela de cuadros blancos y negros), y en el cuello llevan un pañuelo blanco anudado que se llama safo. La chaqueta, con pata de gallo, es la mañosa o chupa, y debajo lucen la babosa, una camisa blanca con bordados en la pechera. Complementan la vestimenta unos pantalones negros, los alatres, y los calcos, esos zapatos de charol que no salen de la baldosa mientras suena el organillo. El chaleco incluye dos pequeños bolsillos para guardar el reloj o los pulgares y poder realizar la típica pose chulesca.
¿De dónde viene la expresión “Más chulo que un ocho”?
El 8 es el número de un tranvía de Madrid que viajaba repleto de chulapos y chulapas camino de las verbenas. Y de ahí viene esta expresión, y es que no había un tranvía con más chulería por centímetro cuadrado.