“No he visto en Rusia nada más grandioso e impresionante que la tumba de Tolstoi”. Así empieza el relato La tumba más hermosa del mundo, en el que Stefan Zweig describe con asombro el lugar en el que descansan los restos de uno de los escritores rusos más importantes del siglo XIX. En el texto, Zweig destaca la peculiaridad de la sepultura, que nada tiene que ver con lo que uno podría esperar de un autor tan popular como este.
“Un sendero estrecho, que discurre sin aparente plan entre claros y maleza, conduce a este túmulo, que no es otra cosa que un pequeño rectángulo amontonado de tierra, que nadie vigila ni ampara, a la sombra única de unos pocos grandes árboles. Y esos árboles descollantes, mecidos suavemente por el viento del temprano otoño, fueron plantados por el mismo León Tolstoi”, continúa el relato.
El escritor de Guerra y Paz, que tanta admiración y revuelo causó tanto dentro como fuera de Rusia, siempre fue un amante de la naturaleza y de la vida simple. De hecho, fue él quien eligió que lo enterraran en Yásnaia Poliana, la casa ubicada en Tula (Rusia) en la que nació y vivió junto a su familia.
Tolstói optó por la sencillez incluso en el momento de su muerte: no quería mausoleos ni grandes monumentos en su honor. “Aquel lugar pasó a ser la tumba más bella, impresionante y triunfal del mundo. Un pequeño túmulo rectangular en medio del bosque, recubierto de flores, sin cruz, ni lápida, ni inscripción, y ni siquiera el nombre. El gran hombre está enterrado en el anonimato; el que sufría como ninguno bajo el peso de su nombre y fama, enterrado como cualquier vagabundo hallado por casualidad”, explica Zweig en su relato.
Una casa convertida en museo
Yásnaia Poliana, que en ruso significa ‘Claro de bosque’, es la finca rural en la que Tolstói pasó gran parte de su vida. Allí nació, creció y escribió dos de sus obras más importantes: Guerra y Paz y Anna Karenina. El escritor falleció en noviembre de 1910 y, en junio de 1921, la casa pasó a manos del gobierno ruso y se convirtió en un museo.
Su hija Aleksandra Tolstaya fue la primera directora del museo, que no solo mantiene intacta la casa en la que vivió el escritor, sino también algunos de sus objetos más personales, como muebles, fotografías, pinturas o su biblioteca personal, que cuenta con aproximadamente 22.000 volúmenes.
Aquellos que visiten el museo podrán ver en detalle cómo era el entorno en el que vivía Tolstói: el interior de su casa, pero también los establos, la mansión en la que vivía su abuelo, la escuela que fundó para niños campesinos o los enormes jardines que rodean toda la finca. La tumba del escritor, perdida en uno de los muchos senderos con árboles que rodean la casa, es sin duda uno de los elementos más emblemáticos del lugar.