Los barcos entraron en el puerto de Barcelona con las velas sucias de sal y los mástiles crujientes después de cruzar medio mundo. La ciudad bullía en las murallas y el muelle se llenó de curiosos que querían ver de cerca a los marineros que regresaban de la expedición.
En medio del ruido de las jarcias y el olor a brea, la comitiva de Cristóbal Colón avanzó hacia la corte para anunciar lo que traían de ultramar. Entre oro, especias y relatos de tierras desconocidas, viajaba también un pasajero microscópico que pronto marcaría la historia europea. La sífilis había llegado para quedarse.
Un brote en Nápoles encendió la rápida propagación de la sífilis en Europa
La enfermedad se manifestó por primera vez en Europa en 1494, en un campamento militar francés que sitiaba Nápoles. Los cronistas describieron llagas dolorosas y deformidades que avanzaban con rapidez, afectando a soldados y a quienes mantenían contacto íntimo con ellos.
Desde ese foco inicial, el contagio se extendió velozmente por los territorios europeos, impulsado por las campañas bélicas y el comercio marítimo. En menos de cinco años ya había casos documentados en gran parte del continente, y poco después también en África y Asia.
Investigaciones recientes respaldan la hipótesis de que la bacteria llegó desde América. Un estudio internacional, publicado en Nature en diciembre de 2024 y liderado por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, analizó restos óseos hallados en Chile, Argentina, Perú y México. Las lesiones presentes en esos huesos indicaban infecciones por enfermedades treponémicas, y el análisis genético permitió reconstruir genomas bacterianos de hasta 8.000 años de antigüedad.
La coautora del trabajo, Kirsten Bos, señaló que “cuatro de los cinco esqueletos están datados antes de 1492, lo que significa que esta diversidad patógena ya estaba presente en América en el momento del contacto colombino”.
El equipo comparó esos genomas antiguos con cepas modernas de Treponema pallidum, responsable de la sífilis. Los resultados indican que la variante de transmisión sexual pudo surgir hace entre 500 y 600 años, coincidiendo con los viajes de Colón.
Para Bos, “los datos apoyan claramente un origen americano para la sífilis y sus parientes conocidos”. Este hallazgo refuerza la teoría de que las tripulaciones que regresaron de las expediciones transportaron el patógeno a Europa, donde encontró condiciones favorables para expandirse. De esta manera, marineros y soldados lo llevaron hasta las campañas militares en Italia, con Nápoles como uno de los primeros focos documentados de propagación masiva.
El estudio también revela que, mientras los europeos llevaron enfermedades como la viruela o el sarampión al continente americano, los pueblos indígenas albergaban variantes tempranas de estos patógenos treponémicos. La expansión colonial facilitó que la bacteria viajara a África y Asia a través de redes comerciales y rutas marítimas. Johannes Krause, coautor de la investigación, indicó que “la búsqueda continuará para definir estas formas más antiguas, y el ADN antiguo será sin duda un recurso valioso”.
Otros trabajos, como el liderado por la Universitat de València y FISABIO, han encontrado genomas antiguos de treponematosis en restos humanos de Brasil con unos 2.000 años de antigüedad. Según la investigadora Marta Pla Díaz, “nuestro análisis aclara cómo debieron evolucionar estos patógenos, ya que las bacterias pueden intercambiar genes entre sí, lo que influye en su estructura”. Estas evidencias confirman que los habitantes americanos convivían con la enfermedad muchos siglos antes de la llegada europea.
El control médico frenó los casos graves, pero la sífilis sigue presente en el siglo XXI
Pese a que la penicilina, introducida en 1943, frenó los síntomas más graves, la sífilis no ha desaparecido. La Organización Mundial de la Salud estima más de 8 millones de nuevas infecciones cada año, con unas 200.000 muertes fetales asociadas a la transmisión congénita.
En las últimas décadas, los casos han aumentado entre jóvenes adultos, fenómeno que los especialistas vinculan a un menor uso de preservativos y a la aparición de cepas resistentes a antibióticos alternativos.
Para Kerttu Majander, arqueogenetista de la Universidad de Basilea, “la sífilis tiene la capacidad de adaptarse a cualquier entorno. Plantea la cuestión de si en el futuro podrían surgir enfermedades más agresivas”. Sus palabras reflejan la preocupación de la comunidad científica por el riesgo de que la historia se repita, aunque con un desenlace más difícil de contener que hace quinientos años.