El Internet de las Cosas era esto: termómetros inteligentes para saber dónde anunciar toallitas desinfectantes

Hay dos conceptos tecnológicos que acaban de conocerse pero a los que espera una fructífera relación. Uno es “Internet de las Cosas”, que se basa en conectar a la red todos los objetos para hacerlos “inteligentes”. Su pareja es la “Cláusula de cesión de datos a terceros”, mediante la que el usuario autoriza que se venda su información personal al mejor postor, y que va incluida en esos términos de uso que nadie lee.

Los termómetros inteligentes de Kinsa forman parte de la familia de dispositivos del Internet de las Cosas. Miden la temperatura corporal y mediante una app en el teléfono móvil, en la que el usuario puede introducir manualmente otros síntomas, ofrecen “orientación en tiempo real según la edad y la lectura de la fiebre, para que sepa cuándo debe llamar a un médico y qué hacer a continuación”. Para acceder a todas las funciones del dispositivo, los compradores deben aceptar la cláusula de cesión de datos a terceros de Kinsa.

El resultado ha sido que los datos sobre la distribución de enfermedades en medio millón de hogares estadounidenses han sido comprados por Clorox, una empresa que fabrica productos de limpieza. Como ha revelado el New York Times, Clorox ha usado la información de geolocalizacón de los termómetros para saber en qué zonas del país ha estallado ya la epidemia de gripe anual y dirigir hacia ellas los anuncios de sus toallitas desinfectantes, producto que se usa extensivamente en EEUU para evitar la propagación de virus.

La cifra que pagó Clorox a Kinsa no ha salido a la luz. Lo que sí se conoce es que esta start-up ha recibido 29 millones de dólares de fondos de capital riesgo desde 2012. Kinsa vende tres modelos de termómetro inteligente que van desde los 19,99 dólares a los 49,99. No obstante, para los inversores lo más llamativo de su negocio son los datos sobre la propagación de enfermedades que recopila a través del dispositivo y la app de diagnosis adjunta. Kinsa vende la información abiertamente, aunque asegura que los datos siempre aparecen de forma agregada y no van asociados a las identidades de los usuarios.

Hasta ahora esa información se podía inferir, por ejemplo, del aumento de las búsquedas en Google sobre los síntomas o remedios para una determinada enfermedad, algo que la gente suele hacer cuando teme haberse contagiado. Con un termómetro inteligente los datos se obtienen en tiempo real y son más puros: vienen directamente del cuerpo de las personas. Sobre todo de los niños, puesto que Kinsa vende sus termómetros como una útil ayuda para que las familias sepan cómo tratar sus enfermedades.

Altavoces inteligentes y pastillas para la tos

El nicho sanitario es solo uno de los que hacen tan interesante el Internet de las Cosas para la economía del dato. Las multinacionales tecnológicas han hecho una fuerte inversión para extender los aparatos conectados a los hogares de todo el mundo tras unos años de prueba en EEUU. Su buque insignia son los “altavoces inteligentes”, que pese a su nombre, lo que mejor hacen es escuchar al usuario. El Google Home llegó a España el pasado junio y esta semana se le sumarán el Amazon Echo y el HomePod de Apple, listos para ser el gadget tecnológico de moda estas navidades.

El principal atractivo de estos dispositivos es el asistente virtual que llevan integrado. Alexa en el caso de Amazon o Siri en el de Apple (el del buscador se llama simplemente Google). Estos son capaces de interactuar mediante conversación con el usuario y responder a órdenes sencillas como decir qué tiempo hace, la agenda de hoy, o qué películas echan en un cine determinado. Además, pueden conectarse con el resto de dispositivos inteligentes de la casa y manejarlos a través de los comandos de voz del propietario.

El mercado español no recibió con el entusiasmo que se esperaba el Google Home, del que algunas grandes superficies vendieron hasta un 80% menos de lo previsto. Amazon, que este martes reunió a la prensa en un evento privado en el centro de Madrid para presentar Echo y la versión española de Alexa, no se ha dejado amedrentar. Se lanzará al mercado con cinco variantes de su altavoz y un enchufe especial que se vende por separado para volver “inteligente” cualquier objeto que no lo sea.

En la presentación, a la que asistió eldiario.es, los ejecutivos de Amazon aseguraron que han puesto muchos esfuerzos para enseñar a Alexa a entender a los españoles. Explicaron que no ha sido fácil, pues en España abundan los acentos y las expresiones peculiares. Aseguran no temer un descalabro en ventas pese a llegar más tarde que Google y competir con muchas marcas (hasta Movistar ha lanzado un producto similar), puesto que “son conscientes” de que es una categoría nueva de producto y su implantación puede costar más de lo esperado.

Como en el caso de los termómetros de Kinsa, el interés de las tecnológicas no solo radica en la venta de sus altavoces, sino en la extracción de datos que puede hacerse a través de ellos. La propia Amazon patentó a principios de este mes un sistema que le permite analizar cuando el usuario tose o se sorbe la nariz en su conversación con Alexa y saber si estos gestos son emocionales o físicos, lo que podría implicar que su estado de salud no es el normal. En un ejemplo de uso que se da en la patente, se describe la siguiente situación:

— Alexa, tengo hambre. — El usuario tose y se sorbe la nariz. Alexa asocia la palabra “hambre” con los conceptos “comida”, “restaurantes” y “recetas”, pero también detecta que el estado físico del usuario no es el normal.

— ¿Te gustaría pedir sopa de pollo? — Alexa interpreta, teniendo en cuenta el estado físico del usuario, que esta opción puede interesarle.

— No, gracias.

— Ok, puedo encontrar otra cosa. ¿Te gustaría pedir pastillas para la tos y seleccionar la entrega en una hora?

— ¡Eso sería increíble! ¡Gracias!