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Japón es uno de esos lugares en los que las estaciones del año son de libro. Es decir, los veranos son calurosos, los inviernos fríos, las primaveras se llenan de flores y los otoños están marcados por el color de los árboles de hoja caduca. Son estaciones muy marcadas, cada una con sus peculiaridades, y todas ellas son altamente disfrutables, tanto por los turistas como por los locales. Y aunque la primavera pone en marcha uno de los espectáculos naturales más llamativos del mundo, cuando la floración de los cerezos lo llena todo de blancos y rosas, para muchos el otoño y su belleza de color rojo es sin duda una de los mejores momentos para visitar el país asiático.
Bosques y parques se cubren de rojos, naranjas, amarillos, ocres, marrones y dorados, dando lugar a dos palabras clave que lo significan todo en otoño: momiji y koyo. La primera, momiji, significa ‘hojas rojas’, y la segunda, koyo, hace referencia al cambio de color, a esa sensación de pantone del verde al rojo que nos transmiten los árboles cuando bajan las temperaturas. Y cada año, el otoño se extiende por el país comenzando en Hokkaido, en el norte, hasta llegar a las islas del sur, como una manta que lo cubre todo.
Con el momijigari, cuando los amantes de la naturaleza salen literalmente a ‘cazar las hojas rojas’, se sigue una tradición que se mantiene en la cultura japonesa desde al menos el periodo Heian (794-1195). En otoño la hoja de arce es la gran protagonista y durante estos meses son tradicionales los pasteles con su forma o las propias hojas preparadas en tempura. En Japón las tradiciones son fuertes, y el aki, el otoño, está intensamente vinculado a su esencia más pura.
Lugares como Kioto y Tokio tienen una explosión máxima del otoño que dura entre dos semanas y un mes, generalmente desde mediados de octubre hasta principios de diciembre. Pero en el norte del país el cambio de color ya se deja ver en septiembre. La mejor opción es recurrir a las numerosas rutas de senderismo que ofrece el país de punta a punta, aunque si estamos en ciudades como Kioto u Osaka también podremos disfrutar del momiji gracias a los bosques que las bordean.
Japón está salpicado por multitud de espacios naturales en los que es posible disfrutar del otoño con especial intensidad. Y no, no es necesario viajar hasta remotos bosques, sino que en ocasiones incluso las grandes ciudades poseen parques y jardines donde los árboles ponen llamativas notas de color en medio del gris asfalto. Pero si no te quieres perder algunos de los lugares más característicos del Japón otoñal, toma nota de estas cuatro palabras: Daisetsuzan, Tazawa, Kegon y Chuzenji.
De las cuatro grandes islas de las que se compone Japón, la de Hokkaido es la que se encuentra más al norte. Cuenta ni más ni menos que con 23 parques naturales y el Parque Nacional de Daisetsuzan destaca sobre todos ellos por su espectacular belleza. Sus bosques lo atraviesan multitud de rutas de senderismo y en otoño sus árboles se convierten en todo un espectáculo de color. Si además de caminar te animas a sobrevolar las copas de sus árboles, existe la posibilidad de dar un paseo en el teleférico de Kurodake hasta llegar a lo más alto del monte que le da nombre, y así desde arriba disfrutar de las mejores vistas de las diferentes zonas del parque.
El cráter de un viejo y gran volcán es hoy el lago Tazawa, que con sus 423 metros es el más profundo de todo Japón. Se encuentra en la localidad de Senboku, en la prefectura de Akita, y llama la atención por su forma circular prácticamente perfecta. Esta gran masa de agua es un imponente espejo en el que se mira la espectacular naturaleza que lo rodea, y que en otoño saca a relucir sus colores más rojizos. El lago y sus reflejos se pueden disfrutar de dos maneras bien diferentes, o bien desde el mirador del parque forestal Katamaeyama, que ofrece unas preciosas vistas de todo el entorno, o bien desde la propia superficie del agua, ya sea a bordo de un ferry o practicando remo o kayak.
La cascada Kegon es uno de los saltos de agua más impresionantes de todo Japón. Se encuentra en el Parque Nacional de Nikko, en la prefectura de Tochigi, y es un fantástico destino si queremos disfrutar de los colores del otoño sin necesidad de alejarnos mucho de Tokio. El agua cae desde el lago Chuzenjil, y desde el mirador de Akechidaira se obtiene una panorámica cautivadora tanto del lago como de la cascada, así como del monte Nantai. Atravesar el Chuzenjil en barco es una actividad más que recomendable para disfrutar de los colores del entorno, y a un kilómetro del lago se ubica el santuario Chugushi, un amplio complejo construido en el año 784 por el monje budista Shodo, donde en otoño el color rojo lo envuelve todo.
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