Artajona, ubicada en Comunidad Foral de Navarra, es una localidad con una historia que se extiende desde la prehistoria hasta la Edad Moderna y cuya cominación de patrimonio arquitectónico y vestigios arqueológicos permite comprender la evolución del asentamiento a lo largo de los siglos. El territorio ha estado habitado desde hace miles de años, como lo demuestran los dólmenes que se conservan en sus alrededores. Durante la Edad Media, Artajona se consolidó como un núcleo estratégico gracias a la construcción de su fortificación, que sirvió para proteger a la villa de incursiones y conflictos locales.
La localidad ha sido escenario de diversas transformaciones políticas y sociales que se reflejan en su arquitectura y organización urbana. La fortificación, construida entre los siglos XI y XIII, marcó el desarrollo de Artajona, convirtiéndola en un punto de referencia en la defensa del territorio navarro. Paralelamente, el área ha sido testigo de la consolidación de tradiciones religiosas y culturales que se mantienen vigentes, como la devoción a la Virgen de Jerusalén y la actividad en torno a sus principales templos. El patrimonio de Artajona, tanto medieval como prehistórico, constituye un recurso para el estudio de la historia regional.
Además de su fortificación y monumentos religiosos, Artajona conserva elementos arqueológicos que reflejan la ocupación humana desde tiempos remotos. Los dólmenes y minas cercanos al municipio evidencian la explotación del territorio y la presencia de comunidades organizadas que utilizaron estos espacios con fines funerarios y extractivos. Esta continuidad histórica, unida a la conservación de sus edificaciones, ofrece a los visitantes la oportunidad de acceder a un panorama amplio sobre la evolución cultural y arquitectónica de la región navarra.
El Cerco de Artajona, una fortificación medieval
El Cerco de Artajona es una fortificación de origen románico construida entre los siglos XI y XIII. Se ubica sobre un cerro que domina la localidad y fue inicialmente levantado por los canónigos de Saint-Sernin de Toulouse tras la donación del obispo Pedro de Roda en 1084. Su propósito era defender el área de incursiones externas, primero contra los musulmanes asentados en la Ribera navarra y, posteriormente, en conflictos internos y con el Reino de Castilla. La ubicación estratégica de la fortificación la convirtió en un punto clave durante distintos episodios bélicos en la historia de Navarra.
La muralla del Cerco tiene una planta irregular adaptada al terreno y contaba originalmente con diecisiete torreones almenados, de los cuales se conservan nueve en buen estado y restos de otros seis. El perímetro de la fortificación alcanza casi 800 metros e incluye elementos defensivos como paso de ronda, pozo de agua y torre prismática usada como puesto de vigilancia en el siglo XV. La fortificación sirvió como sede de la tenencia y fue testigo de numerosos asedios y enfrentamientos durante el siglo XIV. Actualmente, el Cerco de Artajona está declarado Bien de Interés Cultural y constituye uno de los conjuntos fortificados más importantes de Navarra.
Dentro del recinto se encuentra la iglesia de San Saturnino, que combina funciones religiosas y defensivas. Construida en el siglo XIII, presenta una portada gótica de múltiples arquivoltas y elementos internos como el pozo de agua y la torre prismática mencionada. La integración de la iglesia dentro de la fortificación es un ejemplo de cómo los espacios religiosos y militares podían coexistir en las villas medievales. La conservación de estos elementos permite a los investigadores y visitantes analizar la planificación defensiva y el desarrollo urbano de Artajona durante la Edad Media.
Monumentos y sitios de interés en Artajona
Además del Cerco, Artajona posee diversos edificios y vestigios arqueológicos que reflejan su trayectoria histórica. La Basílica de Nuestra Señora de Jerusalén, construida entre 1709 y 1714, se ubica a las afueras de la villa y es de estilo barroco. Alberga una imagen de la Virgen que, según la tradición, fue traída desde Jerusalén por un cruzado de la localidad. La festividad en honor a esta advocación se celebra el 8 de septiembre con actos religiosos y procesiones.
La Parroquia de San Pedro, situada en el barrio bajo conocido como “Rabal”, data del siglo XIII y reemplazó a la antigua iglesia de San Juan. Presenta elementos arquitectónicos góticos y ha sido objeto de intervenciones que mantienen la estructura original, incluida su portada con arquivoltas decoradas. Tanto la basílica como la parroquia constituyen referencias del desarrollo religioso y urbano de la localidad desde la Edad Media hasta la Edad Moderna.
En los alrededores del municipio se encuentran los dólmenes del Portillo de Enériz y la Mina de Farangotea, que evidencian la presencia humana en la zona desde la Edad de Bronce. Los dólmenes son sepulcros megalíticos y constituyen una de las muestras más importantes de la cultura megalítica en Navarra. La Mina de Farangotea, cercana a estos dólmenes, fue utilizada presumiblemente para la extracción de minerales en épocas antiguas. Ambos sitios permiten complementar la visión del patrimonio de Artajona con referencias al pasado prehistórico y a la explotación del territorio.
Otros monumentos y espacios de interés incluyen la iglesia de San Saturnino dentro del Cerco y distintos restos arquitectónicos y urbanísticos que dan cuenta de la historia cotidiana de la localidad. La integración de fortificaciones, templos y vestigios arqueológicos ofrece un panorama completo de la evolución del asentamiento, desde la ocupación prehistórica hasta la organización defensiva y religiosa medieval. Estos elementos constituyen un conjunto coherente que permite comprender la continuidad histórica de Artajona.