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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Soria arrebata el cetro a Jerónimo Román de la Higuera

José Manuel Soria. Ministro de Industria, Energía y Turismo

Carlos Sosa

Que José Manuel Soria es un mentiroso contumaz e incorregible nos lo han leído aquí nuestros lectores en infinidad de ocasiones. En los grandes hitos de la historia de Canarias por los que ha pasado cerca siempre lo hemos descubierto soltando una trola marca de la casa. Por mentir hasta mintió ante la magistrada Margarita Varona cuando ésta lo mantuvo imputado unos meses por el caso salmón, hasta el extremo de tener que llamarlo en dos ocasiones para que aclarara las mentiras que la Policía había descubierto tras su primera comparecencia. En todos los procesos sospechosos en los que le hemos señalado ha mentido: en el caso Eolo dijo que se había ausentado del consejo de administración del Puerto cuando se votó facultar al presidente Arnaiz para que otorgara ventajas al empresario Javier Esquivel. Cuando lo trincamos viviendo de gorra en un chalet de este empresario se inventó que él pagaba una renta mensual, y hasta mandó a su mujer aportar unos recibos falsos al juzgado que no se creyó ni el juez. Podríamos relatar unas cuantas trolas más –casi todas de grueso calibre- pero no queremos consumir este espacio ni el tiempo de nuestros lectores en cuestiones del pasado cuando las que este ministro protagoniza en el presente son más que suficientes para demostrar la tesis. Hasta ahora, según la revista Jot Down, el príncipe de la mentira, el mayor mentiroso de la historia de España, era el jesuita Jerónimo Román de la Higuera, un toledano autor de diversas publicaciones en las que fabuló como un poseso. Entre otras trolas que durante siglos fueron aceptadas como verdad, el historiador ha sostenido que los griegos que huyeron de Troya tras su derrota poblaron Galicia y dieron lugar a varias estirpes ilustres de España, entre ellas la suya propia. Al rebasar las fronteras de su tierra natal, Canarias, y continuar largando mentiras a diestro y siniestro, el ministro José Manuel Soria ha internacionalizado este defectillo que tiene, lo que le ha hecho acreedor del mérito que hasta ahora ostentaba en solitario el padre De la Higuera. El hito que ha marcado un antes y un después en la deriva trolera del presidente del PP canario ha sido el descubrimiento de que se inventó lo más grande para sacarse de la manga el decreto de las renovables que ha supuesto la interposición de 300 recursos judiciales contra el Gobierno de España.

 

Otra experiencia enriquecedora

Después de tres años desde que se aprobara el decreto que daba un golpe de muerte al desarrollo de las renovables en España, los sufridos contribuyentes y sobre todo el sector empresarial de estas energías han descubierto que lo que se explicó como una decisión fundada en motivos técnicos y económicos fue pura mentira, pura basura. Soria, con esa solemnidad con la que miente, proclamó al mundo que su ministerio (de Industria, Energía y Turismo) había encargado no uno sino dos informes a otras tantas prestigiosas consultoras que habían avalado aquella polémica decisión. Pasado el tiempo hemos descubierto que también en algo tan delicado como esto mintió como un bellaco. Solo existió un informe y se recibió en el ministerio cinco meses después de que el real decreto del hachazo a las renovables fuera aprobado por el Consejo de Ministros. El otro informe nunca fue recibido porque la consultora contratada para la ocasión se negó a plegarse a las exigencias que el ministerio le hacía respecto a las conclusiones. Precioso. Soria se enfrenta por estos hechos a una querella de la que habrá de responder en el ámbito personal, por mucho que si es admitida a trámite entre todos los españoles le volvamos a pagar los abogados, como es norma. La otra vertiente judicial, la de los 300 recursos ante el Supremo interpuestos por decenas de empresas nacionales e internacionales, también nos costará dinero a los contribuyentes españoles, pero ya para entonces Soria estará trotando lejos del Gobierno de España riéndose de las consecuencias por las que tendrá que pagar quien le sustituya. Él ya habrá cumplido con sus compromisos y gozado de esa experiencia personal y enriquecedora que siempre dice que le proporciona el ejercicio de la política ejecutiva.

 

Por quién doblan los molinos

Mientras llega la resolución de esos recursos y la famosa querella que han anunciado las compañías de las renovables, nos volvemos a encontrar con las mentiras de este sujeto en asuntos que perjudican específicamente a Canarias. La consejera de Industria y Energía, Paquita Luengo, parece haber perdido ya por completo la paciencia con este ministro y se ha decidido también a llamarlo mentiroso públicamente. El motivo, una vez más, el empeño de este hombre por arrasar con las energías renovables en Canarias, más concretamente con la eólica. Ahora ha decidido cargarse el decreto canario por el que la modalidad de adjudicación de potencia eólica se iba a producir mediante concesión administrativa, algo ya pactado con Madrid y bendecido por el Consejo Consultivo. Dice Soria ahora que eso es otorgar potencia a dedo, lo que nos permite recordar aquellos tiempos no tan lejanos en los que él era presiente del Cabildo grancanario y su hermano Luis consejero de Industria. Tiempos en los que el concurso eólico saltaba por los aires porque cargos de esa consejería se dedicaban a facilitar las bases del concurso antes de que se publicaran. Era él el que desde el Cabildo hizo todo lo que estaba en su mano para que a su generoso casero le tocara, ¡a dedo! una concesión en el espigón del puerto de Arinaga (Agüimes) para empezar a obtener beneficios prácticamente desde el primer día. Ahora no es ese empresario, Javier Esquivel, el que forma parte de sus desvelos. Debe ser otra cuestión de superior enjundia la que le está llevando por esta deriva tan peligrosa que podría llevarle al banquillo de un juzgado de lo penal cuando menos se lo espere.

 

El PP y los malos tratos machistas

Es una pena que el Partido Popular español tenga tan flaca memoria. Acaba de pedir al Grupo Socialista en el Parlamento Europeo que destituya y saque de circulación política a Juan Fernando López Aguilar por el procedimiento penal que tiene abierto tras la supuesta denuncia (no se sabe muy bien de quién) de malos tratos sobre su ex esposa, Natalia (Natacha) de la Nuez. Estamos seguros de que al PP le anima en esta petición un propósito absolutamente inmaculado, cual es el de preservar a la actividad política de cualquier atisbo de duda sobre los que a ella se dedican. De ahí que haya sido siempre este partido el que haya pedido la inmediata retirada de la vida pública de los implicados en Gürtel, Bankia, las tarjetas Black, el caso Bárcenas, etcétera. Es verdad que esos son delitos de rango menor, por muchos millones de euros que sumen, comparados con el que va a llevar (todavía ni siquiera ha sido citado) al europarlamentario canario a declarar ante el Supremo en fase preliminar. Porque no es lo mismo saquear las arcas públicas que infligir malos tratos de palabra o de obra a una mujer. En eso estamos de acuerdo. Solo que, por esa mala memoria a la que hacíamos referencia al principio, al PP se le ha pasado por alto el caso de un senador, también canario, mecachis, que sufrió un proceso similar hace solamente tres años, en 2012. Su ex esposa, de la que se encontraba también en trance de separación, le denunció por malos tratos en compañía de su familia (de ella), y también refirió algunos episodios aislados de violencia y un desprecio psicológico continuado. Benítez de Lugo pasó un muy mal trago, de eso damos fe, pero se salvó por dos cuestiones notables: la primera, y decisiva, porque el Supremo archivó aquellas diligencias en julio de 2013 en un amplio auto que el lector puede consultar aquí mismo para hacerse una idea y hacer las comparaciones pertinentes, y segundo, porque la relevancia mediática de su caso, aún siendo destacable, no alcanzó las dimensiones que ya ha alcanzado en muy pocos días la de López Aguilar. Porque a este último lo estaban esperando en la bajadita no solo los del PP, sino también muchos del PSOE, como está quedando dramáticamente acreditado. Pero sean cuales sean las similitudes y las diferencias, haría muy bien Borja Benítez de Lugo en telefonear a sus compañeros y mandarles este auto para recordarles su caso, no vaya a ser que en el futuro alguno de ellos sufra el mismo trance y se tenga que tragar sus propias extravagancias.

 

Canarios botados en la pista de Barajas

Motivos de seguridad que hasta el momento no han sido satisfactoriamente explicados, condujeron a un agente de la Policía Nacional destacado en el aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas a comportarse como un energúmeno y, fruto de ese acalorado subidón y de una sucesión de disparates, dar lugar a una escena bastante cañí. Debió detectar el agente un riesgo alto contra la seguridad del Estado al contemplar cómo unas cuantas decenas de canarios entraban con pasmosa normalidad en la terminal T4 de ese aeródromo a través de un finger que, minutos después, habrían de utilizar otros pasajeros con destino a Berlín. A gritos y con aspavientos, como si de una manifestación violenta no autorizada se tratara, mandó a los canarios a recular por donde habían venido gritándoles que por aquel punto nacional, territorio Schengen por más señas, no podían entrar. Se podrán ir imaginando la indignación que de inmediato afloró entre el pasaje isleño, que no tardó ni un segundo en hacer valer nuestra ancestral queja por el trato colonial que algunos mesetarios todavía creen estar en derecho de perpetrar. Los viajeros, a lo que íbamos, fueron devueltos por donde habían venido, pero no en dirección al avión de Iberia (vuelo IB3823), sino hacia las escaleras que habrían de depositarlos en la plataforma para que una jardinera-guagua les llevara a la puerta por la que sí debieron haber sido desembarcados. El grado de mosqueo se elevaba por momentos y se mezcló con la perplejidad que produjo ver cómo eran abandonados allí mismo, en la plataforma, junto a la terminal, sin nadie por los alrededores que les indicara o –ya que de seguridad se trataba- les controlara para que no se dedicaran tan ricamente a subirse a algún avión aparcado o ponerse a jugar con uno de esos tractores que empujan a los aviones marcha atrás. En ese quinto pino, que debe ser el lugar donde el avión debió aparcar y no aparcó (sin que tampoco nadie haya logrado de momento explicar el motivo), los viajeros fueron penetrando a la terminal sin que faltara, cómo no, un atasco en la puerta de seguridad de doble puerta. Allí no había policía que controlara, pero sí un guardia de seguridad que debió haber desayunado lo mismo que el policía del principio de este cuento porque también se puso como si alguien le hubiera pisado con fruición las callosidades. Iberia ya ha pedido disculpas (con las mínimas explicaciones, eso sí), pero faltan las de Aena y las de la Policía, que seguramente estará muy ocupada tratando de echarle el muerto a cualquier ciudadano que haya osado ejercer alguno de esos derechos que llaman constitucionales y que, al menos hasta julio, siguen vigentes en España y sus territorios de ultramar.

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