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“La sociedad reclama otras soluciones políticas, pero también otra lectura del pasado”

Lourenzo Fernández Prieto

Miguel Pardo

Lourenzo Fernández Prieto es el editor y coordinador, junto a Aurora Artiaga, de Otras miradas sobre golpe, guerra y dictadura (Catarata), una obra en la que más de diez historiadores acercan el conocimiento y experiencia de un “pasado incómodo” sobre el que han trabajado y estudiado durante dos décadas. El libro intenta construir un nuevo relato con abundantes fundamentos historiográficos que lo alejan de ese otro relato “congelado en las visiones franquistas-antifranquistas pasadas por el tamiz de la reconciliación en la Transición que fundan el presente”. “El pasado es muy diferente de lo que pensamos”, dice el catedrático, que coordina un libro de un grupo de autores que hizo o está haciendo su tesis en el Departamento de Historia Contemporánea y de América de la Universidade de Santiago de Compostela, cuya mayoría pertenece al colectivo Histagra y del que una parte de ellos participó en el proyecto Nomes e Voces.

¿Necesitamos más que nunca otras miradas?

Las precisamos. Durante mucho tiempo hubo o hay dos miradas canónicas, entrelazadas y complementarias del golpe, de la guerra y de la dictadura: la franquista y la antifranquista, que también está muy presente. Es la mirada que tenemos en la literatura, en las series, en los telediarios... Y conforman un relato político dominante. La reconciliación no es coger un poco de cada visión. Nosotros decimos que si queremos entender por qué nos pasan cosas que no entendemos, hay que conocer mejor el pasado, que es menos conocido de lo que creemos. El pasado es muy diferente de lo que pensamos; sabemos poco del pasado y casi todo es mentira o está desviado.

¿Qué aporta esta obra?

Es una labor de varios historiadores que aglutina diez años de tesis doctorales, veinte años de trabajo, aportaciones del proyecto Nomes e Voces y toda la experiencia de los que la elaboramos. Sea casualidad o no, todos los que hacemos esta obra nacimos después de 1960 e intentamos responder muchas preguntas. Porque todo aquel que nació después de 1970 y fue educado en los valores humanos, de la paz, de la reconciliación, de la Transición o de la democracia se pregunta cosas que no le han sido explicadas. La sociedad se pregunta cómo puede ser que aparezcan cráneos con agujeros de bala sin que aquí pase nada. El pasado es cada vez más incómodo porque no tiene respuestas.

¿Las polémicas sobre la querella argentina son el reflejo de ese relato dominante?

Vivimos supuestamente en un régimen de separación de poder pero, de forma mecánica, el ministro de Justicia responde a un requerimiento policial surgido de una demanda de la causa argentina advirtiendo de lo que hay que decir y responder. ¿Cómo le explicamos al mundo que el suceso en el que un guardia civil tiró a un hombre por la ventana no puede ser aclarado? ¿Cómo explicamos a aquellos que no participaron o ni siquiera estaban presentes cuando los acuerdos de la Transición que un miembro del órgano judicial que acordó el fusilamiento de cinco personas no dé ninguna explicación? ¿Por qué hay niños robados? ¿Por qué hubo un golpe de estado que asesinó en cuatro meses 3.500 personas en Galicia? Pues es difícil de explicar que todo eso no se aclare o que no se den respuestas.

Pero no parece que se quieran dar respuestas...

La ley de punto final no está admitida en otros lugares y aquí nos dicen que nada se toca porque entienden que la Ley de Amnistía ya lo reguló todo. No hemos hecho bien esa política. ¿Las decisiones que se tomaron entonces sirven para hoy? Es difícil que nos convenzan de que sí. Ese es el contexto en el que se sitúa esta obra, que aporta conocimiento. No aportamos respuestas, pero sí conocimiento sobre lo que aconteció. La jueza argentina es coherente con un modelo que España también aportó y es normal que nos lo apliquen también, pero aquí se pensó que estábamos exceptuados. No hay razón jurídica, histórica, moral o ética que nos detenga ante la resolución de los crímenes.

¿Se ha politizado la historia?

Si hablamos de historia, tenemos que discutir de historia. Todo está hiperpolitizado en un relato franquista y luego en un relato antifranquista. A mí el antifranquismo historiográfico no me responde ninguna cuestión. Hay que entender por qué en Galicia fusilaron a todos los jefes militares... Y no me dan respuesta a eso.

Durante años, muchos estudiantes comprobaron cómo en los colegios o institutos casi se obviaba la guerra o la dictadura...

Se trata la temática porque una de las preguntas de la Selectividad durante años fue sobre este tema, pero lo que nos encontrábamos en los exámenes los correctores era que el relato de los estudiantes era lo que sacaban de los profesores... Y es un relato imposible. Para empezar, en las propias escuelas, siempre se dice que no hubo golpe de estado, sino una guerra civil en la que la gente se mató. Y también se insiste en la idea de que la Iglesia fue muy mala en la guerra, pero muy buena en la Transición. Responde al relato hecho por los protagonistas políticos del asunto y este está descompuesto como tantas otras cosas en estos tiempos. Podemos decir que la reciente abdicación del rey Juan Carlos y la marcha de Alfonso Guerra sitúan el final de la Transición como algo verídico. El final de vez de aquel tiempo.

¿La Transición se ha terminado definitivamente ahora?

Acaba de caer Jordi Pujol, ha abdicado el rey, se ha ido Alfonso Guerra y antes Rubalcaba... Los protagonistas de la Transición están fuera de lugar y el mundo y la sociedad de hoy, igual que reclama soluciones políticas diferentes, también reclama otra lectura del pasado. Eso es lo que aportamos en esta obra. Nos contaron la guerra con sus intereses, algo que es normal. Pero es otro tiempo.

¿Y esa otra lectura del pasado cambia muchas cosas de aquel relato?

Aportamos otra mirada sobre el golpe militar, en qué consistió, cómo se organizó y por qué se mataba gente. Analizamos por qué se constituyeron los ejércitos y cómo se hizo. El relato tradicional insisten en que los que luchaban en uno o en otro bando era porque les tocaba, pero no es sólo por eso, hay explicaciones más complejas porque, en definitiva, los soldados tuvieron que ir a la guerra obligatoriamente y no podían escapar. También se suele creer que en Galicia hubo muchos voluntarios, pero eso no es verdad. Con la dictadura ocurre lo mismo: siempre se nos habla de una primera fase dura del régimen y una última que se califica cómo maravillosa y de “desarrollismo” porque la gente podía comprarse un televisor y mandar a sus hijos a estudiar a la Universidad. Pues no es así, la dictadura era la misma. Y hay que trascender también el concepto de víctima, porque las víctimas no murieron, las mataron; ¿dónde están los verdugos? El relato ha deglutido toda la información real sobre lo que sucedió.

¿En el caso de la Transición también? ¿Fue modélica?

Es el relato con el que nos han construído, un relato fundacional. Y tiene una explicación: el miedo a la guerra civil y la amenaza fue un instrumento de acuerdo, algo que sirvió para llegar a un pacto. Siempre se ha hablado de la Transición como modélica, pero tampoco estoy de acuerdo con el relato nuevo que asegura que todo se hizo mal y que hay que anular aquello que se logró. Hay que hacer lo que hay que hacer hoy, pero independientemente de lo que se hizo antes. Lo que pasó, pasó, le llamaron reconciliación y todo el mundo estaba de acuerdo. Aquellos que estaban en contra eran minoría y no les dieron la razón. No estoy dispuesto a que me impongan ahora un relato con respecto a lo que tenemos que hacer sobre lo que no se pudo hacer antes.

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