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Sobre este blog

Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

La pesadilla de la tortilla

Elena Zudaire

… “Belakortu se despertó en mitad de la noche, el corazón palpitante y el rostro sudoroso… La pesadilla había vuelto. Hacía días que no le pasaba pero sus peores temores regresaban a algún lugar de su mente que se manifestaba en mitad de la noche en forma de horribles sueños… El aceite que usaron no era alavés… ¡¡Era de Córdoba!!”.

Que levante la mano el/la que esté hasta el moño de leer noticias sobre el timo de la tortilla de patatas más grande del mundo en el que se vio inmersa nuestra querida ciudad “para ponerla en el mapa”, como le gusta decir al equipo de gobierno. Que digo yo que igual se pensaban que alguien iba a sacar una foto aérea en la que se viera Vitoria con un sartenón enorme en el centro para incluirla en los próximos atlas del mundo…

Quienes más caña están metiendo en este asunto son los concejales de EH Bildu. En parte, supongo, por oportunismo electoral; es el mejor momento de sacudir al equipo de Maroto por todos los sitios posibles. Y en parte porque, qué quieren que les diga, el ejecutivo municipal no deja de dar motivos para sacudirle.

Cuando escuché la noticia de que se iba a plantar un chiringo para hacer una tortilla gigante que incluyera a Vitoria en el Libro Guiness de los Récords me dio un poco de vergüenza ajena. Bueno, mucha. Me pareció una aldeanada, una bomberada propia de otros sitios que no son esta ciudad tan moderna y tan progre. Una ciudad que quería celebrar por todo lo alto su nombramiento como Capital Gastronómica, al que (dicho sea de paso) la abocaron un grupo de hosteleros. Y cuando me enteré de las colas de vitorianicos/as que se congregaron en torno a la sartén, tuve la misma sensación que cada vez que veo el seto de la Virgen Blanca donde todo el mundo se saca fotos y que se plantó (metafóricamente) cuando fuimos Green Capital. ¿Se acuerdan? Sí hombre sí, aquel galardón que dieron a la ciudad por años de esfuerzo en materia medioambiental y que consiguió después de pasar por varias cribas de expertos… ¿No lo recuerdan? Bueno, es igual. El caso es que pensé que, claramente, la equivocada era yo. O que igual pongo demasiadas expectativas en el sentido común de las personas.

La tortilla, así en general, no convenció mucho. Primero porque su artífice, el prestigioso chef Senén González, galardonado con el premio de la mejor tortilla del país, no batió huevos ni peló patatas delante del respetable sino que encajó en la sartenaza un puzzle de tortillas cocinadas previamente. Aun así, quienes fueron dijeron que estaba rica. Allí estaba toda la ciudad volcada en la Virgen Blanca, haciendo piña ante este acontecimiento histórico, con su notario y todo. Allí estaban las autoridades, las teles, el chef repartiendo declaraciones a diestro y siniestro.

Y, vivido el momento dulce, vino la realidad de la vida. La factura de 45.000€ que comenzó a rular por las redes sociales y el record Guiness que no llega. Y con ello vino también la lluvia de críticas a Senén González, a quienes muchos acusaban de ser un jeta, y alguna que otra al equipo de gobierno por haber financiado el show. Y por ahí pululaba un supuesto patrocinio de Eroski cuya marca no se vio por ningún lado. Y la demostración de que los ingredientes no fueron 100% alaveses porque el aceite era de Córdoba…

A veces me pregunto cómo es el día a día municipal, pese haber trabajado como periodista en el Ayuntamiento durante años. Quiero decir, si de repente a alguien se le ocurre gastarse 45.000€ pavos de nuestro dinero en hacer una tortilla gigante (lean de nuevo la frase y coincidirán conmigo en que es bastante patética) o alguien le propone a otro alguien del Ayuntamiento gastárselos (reitero el paréntesis anterior)… ¿No hay ningún control sobre esa acción? ¿Nadie pregunta por qué? Porque, hasta donde yo sé, los proyectos municipales que superan los 3.000€ deben pasar por un concurso público al que se presentan varias ofertas y, después de deliberar cada una de ellas, se adjudica a aquella que sea la más adecuada o ventajosa para la ciudad. Ahora que lo pienso, quizá el equipo de gobierno municipal no sacó a concurso el asunto de la tortilla porque le daba tanta vergüenza como a mí. Aunque no, no creo que sea eso.

Y también me pregunto más cosas. ¿Es que a ninguno de los grupos municipales se les informó de esa inversión? ¿A nadie se le ocurrió preguntar por qué se iba a adjudicar a dedo a un cocinero en concreto? Porque quizá tener premios pudiera darle más puntos en un concurso público pero no el privilegio de llevarse el proyecto directamente. En fin, ¿nadie preguntó por qué narices nos íbamos a gastar un pastizal en una tortilla gigante? Y si preguntaron, ¿nadie pudo evitar que lo hiciéramos? Pues no, parece que no.

Senén González hizo lo que muchos habrían hecho si el dedo adjudicatario les hubiera tocado a ellos con la gracia divina: aprovechar el tirón del evento. No creo que dé explicación alguna y, en realidad, está en su derecho. Quien tiene que darlas, porque sí es su obligación, es el equipo de gobierno. Y parece que tampoco tiene mucha intención. En realidad, si no las da con cosas más serias como los famosos datos de moros ladrones de la RGI, como para darlos con unos cuantos huevos y unas patatas… Me temo que a Belakortu le quedan pesadillas para rato…

Sobre este blog

Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

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