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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Nadie es xenófobo por exigir un mayor control en las ayudas a inmigrantes

Isabel Camacho

Hubo un tiempo remoto en el que el entonces todo poderoso dirigente del PNV Xabier Arzalluz pregonó que prefería un lehendakari negro que supiera euskera a otro blanco que desconociera la lengua vasca. El calendario marcaba 1994 y casi los únicos negros que veíamos por las tierras del Norte eran los de la gran pantalla o en los viajes al extranjero.

Los tiempos han cambiado más de lo que preveía Bob Dylan cuando compuso su famosa canción y actualmente residen más de 12.000 subsaharianos.

El indómito Arzalluz mencionó al “negro, negro”, porque no era racista, eso decía, pero no se le ocurrió ni pensar en un lehendakari moro. Han pasado varias décadas y no creo arriesgar si sostengo que a ningún vasco (se puede extrapolar al resto de España) se le ocurriría semejante posibilidad.

Porque, si hay un colectivo de extranjeros que despierta antipatía es el marroquí que, junto a argelinos, conforman mayoritariamente el grupo de magrebíes: más de 25.000 en el País Vasco.

Seguramente, por eso el ataque a estos ciudadanos –con motivo o sin el- es un argumento jugoso para esos políticos que total de captar votos son capaces de adentrarse en un campo de minas. Como si no tuvieran miedo a que les explotara alguna bajo sus pies. O, seguramente, buscándolo. Porque saben que una parte importante de la ciudadanía puede aplaudir sus palabras.

El último en programar su máquina electoral ha sido el alcalde de Vitoria, Javier Maroto (PP), quien ha acusado a los magrebíes de venir al País Vasco solo con la intención de aprovecharse de las ayudas sociales y de no dar un palo al agua.

¿Demasiada arriesgada su afirmación? Creo que para opinar hay que conocer. Así que, veamos los datos objetivos según el Observatorio Vasco de Inmigración-Ikuspegi. Lo primero que llama la atención es que el número de inmigrantes con ‘papeles’ en el País Vasco se incrementa un 74% en seis años. Y así, en enero del pasado año había 148.877 empadronados. A estos habría que sumar unos 35.000 que han adquirido la nacionalidad española más recientemente.

¿Cuántos proceden de los países del Magreb y cuántos perciben ayudas sociales? Hace un año y medio había 25.037 o lo que es lo mismo: el 16,8% del total de inmigrantes.

En el informe del Gobierno vasco sobre la distribución de ayudas de Lanbide del mes de junio se comprueba como 6.114 magrebíes son perceptores de RGI. Por una sencilla regla de tres, podemos concluir que el 24,4% cobra la ayuda social; es decir, uno de cada cuatro. (Si nos refiriéramos solo a los marroquíes: 18.214; sería uno de cada tres).

A ello habría que sumar que son también esos ciudadanos quienes se benefician del 28,7% de las ayudas complementarias que no son fijas sino destinadas a gastos imprevistos y que se suman a la renta fija.

Espero no apabullar con tantos datos, a los que soy poco aficionada pero me parecen imprescindibles para conformar la opinión.

Tendríamos que saber que el número total de personas beneficiadas por las ayudas es de 65.499 –el más alto en el último año y medio-, de las que 18.492 son extranjeras. De estas, como se ha escrito más arriba, 6.114 procede del Magreb.

Un dato fundamental que se suele omitir, sobre todo cuando se alude a la distribución de la RGI, es que los migrantes representan solo el 6,6% de la población total (o el 6,8% si se considera a los nacionalizados en los últimos años). Es decir que si el 28% de la RGI se destina a la población inmigrante hay que tener en cuenta que esa ayuda va a ese 6,6% de población y no interpretarlo en números absolutos; lo que se suele hacer con la consiguiente distorsión.

Las imprudentes palabras del alcalde vitoriano han impulsado los vientos huracanados que cada cierto tiempo azotan a los colectivos de inmigrantes. Sin embargo, se puede estar en desacuerdo con Maroto y también reconocer que es necesario un control mucho más riguroso de la distribución de la RGI. Tildar de xenófobo o racista a quien critica la existencia de abuso o de fraude es faltar a la verdad. No es necesario ser un skin head o fan de Marine Le Pen para sostener que es necesaria la adopción de medidas más rigurosas.

Estas líneas no buscan juzgar sino constatar una realidad, todavía nueva, que es la convivencia con personas extranjeras que, en su gran mayoría, han venido en busca de una vida mejor para ellos y su familia. “Cuando aparecen realidades nuevas, hemos de reconsiderar nuestras actitudes, nuestros hábitos. A veces, cuando estas realidades se presentan con gran rapidez, nuestra mentalidad se queda rezagada, y resulta así que tratamos de extinguir los incendios rociándolos con productos inflamables”, escribe Amin Maalouf en su reconocida obra ‘Identidades asesinas’.

El que un yihadista empadronado en Bilbao cobre la renta después de muerto o que lo haga una mujer de más de 100 años fallecida hacía años son solo dos casos llamativos destapados en los últimos meses. Lo realmente discriminatorio es que haya inmigrantes y autóctonos que engañen. Y, lo cierto es que los hay. Otros simplemente se aprovechan de la ley.

Criticar las actitudes negativas de la inmigración no se considera políticamente correcto y por ello se aprovechan los defensores sin causa para colocar la etiqueta de racista a quien no siempre suele merecerlo. Solo bajo la seguridad que da el anonimato se atreve la ciudadanía a expresar su hastío. Flaco favor hacen a los inmigrantes honrados -la gran mayoría- quienes parecen defenderlos ocultando los casos de fraude. No se debe estigmatizar pero como aventuraban en una famosa serie de televisión: la verdad está ahí fuera.

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