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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Urrosolo Sistiaga y el viaje de Urkullu a Madrid

Isabel Camacho

En su calendario vital permanecen marcados para siempre con un círculo rojo 16 asesinatos, dos secuestros y varios atentados con bombas. Fue uno de los etarras con mayor capacidad de mando y más escurridizo; capaz de vivir en una furgoneta durante un año para no levantar sospechas. Se llama Joseba Urrosolo Sistiaga. Un nombre que con solo oírlo sugirió terror durante 20 años.

Aquel José Luis, como figuraba siempre en su historial policial, quien fuera jefe del sanguinario comando Madrid; el único con quien habló durante su cautiverio el empresario Emiliano Revilla, se despojó de su piel de terrorista hace muchos años. Se arrepintió de sus crímenes, reconoció el daño causado y condenó la violencia. Incluso llegó un día en que volvió a encontrarse con su secuestrado. Esta vez, ya sin capucha. Para entonces, ETA le había expulsado de sus filas.

Urrosolo Sistiaga ingresó en prisión en 1997 y desde entonces arrastra una condena de 449 años sobre su largo esqueleto.

Ahora, está comprometido con el denominado proceso de paz vasco y es uno de los presos más influyentes en la denominada 'Vía Nanclares' que se basa en la renuncia a la vía armada, el reconocimiento del daño causado y la aceptación de las vías legales. Una senda que él ya comenzó a recorrer y de la que hace apología sin descanso.

Estoy convencida de que el proceso de reconversión de Joseba Urrosolo Sistiaga es uno de los casos que el lehendakari Iñigo Urkullu guardaba en el maletín durante su último viaje a Madrid donde impartió una conferencia sobre el final de ETA en los cursos organizados por la Universidad Complutense de Madrid.

No creo que sea casualidad la entrevista que justo el día anterior, domingo, publicaba Deia con el exetarra. Unas palabras que merecen la pena ser leídas y que, sobre todo, deberían ser de obligada lectura para los militantes más jóvenes de la izquierda abertzale.

Porque el viaje del lehendakari tenía como objetivo contar su Plan de Paz en primera persona y en un territorio que, si no enemigo, al menos suele mostrar una visión alejada y tergiversada de la que se vive en País Vasco (no solo en este asunto).

El fin era “hacer pedagogía” de sus propuestas. Contrarrestar el eco de esas voces beligerantes que discrepan a partir de postulados equivocados. Para ello, Urkullu envió en avanzadilla al periodista Carlos Fonseca, uno de los que más ha escrito de ETA desde Madrid, y cuya labor era aclarar dudas e informar de primera mano a sus homólogos. No sé si le sirvió de mucho, pero me gustaría pensar que sí. Al menos, había que intentarlo. Soy de la opinión de que siempre hay que intentar. Lo que varía es la forma de enfrentarte a lo que acontece; no los hechos en sí, que son inmutables.

Y, el lehendakari está convencido de que sus palabras y sus actos deben calar hondo para seguir avanzando. Por eso repitió en Madrid que Euskadi necesita cerrar heridas y asentar la convivencia tras los más de mil muertos de ETA y de otros contraterrorismos.

Ese mismo día, Consuelo Ordóñez, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (Covite), intentaba contrarrestar la intervención del lehendakari en un curso paralelo en la Universidad Camilo José Cela. Allí, pidió a Mariano Rajoy que combata el “blanqueamiento del terror” en el que se basaría el plan de Urkullu. Sinceramente, comprendo el dolor de la hermana del concejal asesinado, pero considero un insulto su acusación.

No, las cosas no son fáciles con el Gobierno del PP y su entorno. Y, ello a pesar de que el 75% de los vascos rechaza la gestión del PP en el fin de ETA y las consecuencias del terrorismo y solo un 5% la aprueba, según datos recogidos en el último Euskobarómetro presentados recientemente.

Urkullu lleva tiempo insistiendo en “tender la mano” al presidente del Gobierno español, que sigue ocultando la suya en los bolsillos como si tuviera miedo a que le atacara un cocodrilo. Rajoy ya tiene demasiados frentes abiertos y favorecer el proceso de paz en Euskadi adoptando medidas destinadas a favorecer el desarme “ordenado” de ETA y aplicando los beneficios penitenciarios a los que los presos tienen derecho, no beneficia a sus objetivos electorales. Además, debe asustarle que todo esto se asocie en algunos medios con una negociación.

El caso es que el apoyo a una eventual negociación entre Gobierno y ETA es casi unánime en Euskadi: un 83%. Y, van ganando posiciones quienes abogan por que sea sin condiciones: sin abandono previo de las armas, de acuerdo con el mismo sondeo.

Así las cosas, Urkullu parece empezar a estar harto de tender su mano y su discurso moderado comienza a ser más crítico con el Gobierno del PP. ¿Hasta cuándo, Catilina, vas a abusar de nuestra paciencia? Me imagino a Urkullu susurrando–no le veo yo gritando- por los pasillos de Ajuria Enea, recordando la conocida sentencia de Cicerón al conspirador romano.

Pero, en público es otra cosa, -como debe de ser- y en Madrid, parafraseó al líder sudafricano Nelson Mandela: si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con él; entonces, se vuelve tu compañero.

Sin embargo, tengo la impresión de que la mayoría de los dirigentes políticos que con motivo de la muerte de Mandela corearon su nombre y aplaudieron su biografía personal y política no son tan generosos.

No es fácil llegar a acuerdos con un partido como el PP en el llamado proceso vasco. El listado de quejas es largo. Solo citaré dos por lo reciente y lo obvio: el Gobierno de Rajoy no considera a los damnificados de los GAL y de otros grupos víctimas del terrorismo. Y, censuró la exhibición del documental Asier eta biok de Aitor Merino en los cursos de la Complutense sobre el fin de ETA porque “no se pueden permitir documentos que conceden romanticismo a la integración en ETA”. Una película que ha obtenido numerosos reconocimientos y que en ningún momento aboga por la violencia.

Joseba Urrosolo Sistiaga, y otros como él han logrado atravesar el infierno. Él es Joseba, no el José Luis más buscado por la Policía. Si Emiliano Revilla aceptó reunirse con él, cómo no vamos a escucharle el resto (sobre todo, quienes un día fueron sus compañeros de armas). “Creo que no podemos ir donde una víctima y decirle sin más que aquello fue cosa del pasado, que tiene que entender que en aquel contexto tuvimos que hacerlo y que valore que en adelante no lo vamos a hacer. Evidentemente que a nivel humano no es suficiente si no te sale de dentro decirle lo siento, desearía que no lo hubiéramos hecho...”.

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