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Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.

Las vísperas

Reflejos en la Semana Santa de Sevilla

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Cuarenta días para volver a tener 15 años. Así, de esta forma tan evocadora, y tan reconocible para la mayoría de sevillanos, define Antonio Garrido la cuaresma en el vídeo promocional de la novena temporada de su exitosa serie de golpes de humor cofrade El Palermasso, estrenada hace apenas tres semanas.

Más allá de su evidente sentido religioso, o además de dicho sentido, la Semana Santa, así como sus preparativos (estos días de vísperas que vive la ciudad), tienen para muchos de nosotros, queridos lectores, esa señal indeleble de los recuerdos y vivencias que, como las vacaciones de verano, los primeros amores, los días de Reyes o los cumpleaños infantiles, nos transportan automáticamente a la infancia y adolescencia.

Los ritos cofrades, no sólo las procesiones, también todas las actividades litúrgicas previas a la Semana Santa (besamanos y besapiés, quinarios, vía crucis y demás ceremonias), son sólo el escaparate de una activa vida social en torno a las hermandades. En estos pocos días, se repiten en las iglesias y locales de las cofradías las reuniones organizativas, la limpieza de enseres, la preparación de insignias o los traslados de imágenes. Por no hablar de los ensayos de las cuadrillas de costaleros, causa habitual en Sevilla del más pintoresco y característico atasco de tráfico que vieron los tiempos.

La religiosidad popular, en esta ciudad, tiene más de popular que de religiosidad

El día a día de hermandades y cofradías en Sevilla –que vive su punto álgido en este mes largo entre febrero y abril, y su cúspide en la semana de pasión– es una manifestación de primera categoría, quizás la que más en España, del concepto de religiosidad popular, acuñado por luteranos alemanes a comienzos del siglo XX. Se trata de las expresiones festivas del pueblo llano, colectivas, con motivo (excusa) de celebraciones religiosas como fiestas patronales, peregrinaciones, culto o adoración a santos o imágenes.

La religiosidad popular, en esta ciudad, tiene más de popular que de religiosidad, en mi opinión. Costumbres, ritos, gastronomía, encuentros sociales… Todo está trufado por el calendario cofrade en estas semanas. La cuaresma, y su eclosión final en la Semana Santa, son en buena medida una cuestión vinculada a la tradición familiar, al reencuentro con nuestros mayores, al desarrollo de vínculos emocionales con los más pequeños.

Este mismo martes por la mañana, en el bar en el que desayunaba, tres abuelas compartían la ‘afición’ de sus nietas adolescentes por la Semana Santa, en qué hermandades salían de nazarenas y qué planes tenían para la Madrugá de este año. Todo ello mezclado con los preparativos para los trajes de flamenca, pero ese tema da para otro (o varios) artículos.

Además de la familia, otro de los elementos determinantes en esta ecuación emocional es el barrio, el grupo de amigos, la pandilla con la que uno hace vida en torno a la hermandad, sale de nazareno desde pequeño o queda para ver cofradías en la calle, y tomarse sus correspondientes tapitas y cervezas posteriores. A veces, el grupo de amigos cofrades ni siquiera es el habitual, el del resto del año, y sólo se reactiva justo en estos días tan señalados.

Aprovechen para regresar a su infancia, a esa adolescencia primera que ya no volverá

A la dimensión religiosa original, a la que ya hemos añadido la popular, la familiar o la social, hay que sumarle impepinablemente también la económica. Según estimaciones del propio Ayuntamiento hispalense, la Semana Santa mueve en Sevilla más de 400 millones de euros. Y no hablamos sólo del turismo, la hostelería y las sillas durante esos ocho días de carrera oficial, que generan empleo y riqueza de forma directa, sino que, como en el caso de la cuaresma y sus actividades, se incluye en este cálculo todo un sector económico propio, activo durante todo el año, basado en profesiones tradicionales y artesanas, las más, y otras más innovadoras.

Desde los tradicionales imagineros, orfebres, bordadores, floristas o cererías hasta creadores de juegos de mesa o colecciones de cromos, diseñadores de calcetines y fisioterapeutas especializados en costaleros. Un sector con identidad y características propias que, en el caso del arte sacro, incluso ha logrado recientemente que el Ministerio de Hacienda considere varias de estas profesiones como disciplina artística e incluya al gremio en un apartado específico del Impuesto de Actividades Económicas (IAE), un cambio que hará que estos artesanos puedan vender sus obras con un IVA reducido del 10%.

Sea como fuere, sean creyentes o no, mi recomendación es clara: disfruten de este tiempo de vísperas que tiene algo de mágico, efímero, luminoso y evocador. Aprovechen para regresar a su infancia, a esa adolescencia primera que ya no volverá. Afinen sus sentidos para disfrutar con el olor del incienso recién quemado o las flores ya marchitas de un palio de regreso; con la imagen de unos ciriales girando una esquina, anunciado la llegada de un misterio; con la música de una banda tocando una marcha como Madrugá, Rocío o Virgen del Valle; con el tacto de una bola de cera o una túnica de tercipelo; con el sabor de unas espinacas con garbanzos o un bacalao con tomate, acompañados por una cerveza bien fría y disfrutados con los seres queridos, las personas escogidas.

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