Cualquier dolencia tiene remedio en el mercado de Las Brujas de La Paz

Llamas disecadas en una tienda del Mercado de Las Brujas de La Paz.

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Cuando se sacrifica una llama y se descubre que está embarazada cae sobre el propietario/a una especie de bendición que, de manera casi inmediata, se traduce en un buen número de bolivianos (moneda local de Bolivia, claro está). El feto de la llama “es un símbolo de pureza e inocencia”, nos comenta doña Juana. Y por eso es uno de los más preciados amuletos de santeros, adivinadores y curanderos de la zona. Magia. Dicen que la ofrenda de uno de estos animalitos disecados es un regalo de primer orden para la Pacha Mama (madre tierra) y por ellos se paga un buen dinero. Otros animales también son un excelente pago a la tierra, pero las ordenanzas municipales de La Paz los prohíben. Sólo subsisten las pequeñas llamas disecadas que a racimos, cuelgan de los techos de las tiendas o de los marcos de las puertas. “Sirven para hacer pagos a la tierra”, nos comenta doña Juana a la puerta de su pequeña tienda de la Calle Linares, en la capital boliviana. Una manera de devolver a la madre todo lo que nos provee de alimento y cobijo.

Los hay de todos los tamaños; totalmente formados o apenas un pedazo de piel reseca del tamaño del dedo gordo. Dicen que añadir una de estas ofrendas a los cimientos de una casa no sólo augura una construcción libre de accidentes y una vida placentera y próspera para sus habitantes. La ofrenda es el eje sobre el que pivota la cosmovisión andina. Y el concepto que articula estas creencias es la de deuda. El oferente paga y la Pacha Mama debe. Y en esa transacción económica el papel que juega la propia ofrenda es crucial. “La llamita se pone allá en la tierra y se la mete con alcohol, coca, tabaco y también dinero”, añade doña Juana mientras nos muestra una percha de la que, atravesadas por el pellejo del cuello, cuelgan seis o siete fetos resecos. Quemar la llamita junto a un par de hojas de coca, por ejemplo, atrae la buena suerte.

Pero hay un poco de todo; brebajes para el amor o el desamor; pelos de toda ralea; plantas medicinales con propiedades mágicas; amuletos con forma de animales que sirven para arreglar todo tipo de desaguisados. El ‘Mercado de las Brujas’ se concentra en torno a la Calle Linares, como hemos dicho con anterioridad. Pero también pueden encontrase algunas tiendas en las calles Santa Cruz, Illampu y Sárnaga. Todas a un par de cuadras de la Plaza Mayor. Un cuadrado mágico donde, el ímpetu del turismo ha introducido muchas tiendas de recuerdos turísticos que se mezclan con los comercios de remedios milagreros.

Los reclamos más chocantes a la vista del viajero son esas llamas disecadas: “Antes había otros animales; la nariz del zorro –nos explica Juana- es muy buena para proteger a los niños del mal de ojo”. Pero para ver otros animales con propiedades mágicas hay que subir a las calles de El Alto. En La Paz, las llamas sobrevivieron a la limpia de las ordenanzas por su vinculación estrecha con las religiones andinas. Un estudio del antropólogo argentino Francisco Barbarán pone de manifiesto el uso mágico de la fauna local en la puna boliviana y argentina. Las plumas de cóndor, cuando se queman a modo de sahumerio, son buenas para alejar el ‘susto’ y las de carancho alejan el mal de aire, esto es, las maldiciones y brujerías de algún vecino envidioso. También dicen que beber sangre de cóndor te hace correr más y que un feto de llama entregado a la tierra es un magnífico abogado para interceder ante el diablo por ese familiar que no logra curarse de una enfermedad. La mezcla, en este caso, de las religiones prehispánicas y la católica es evidente.

Y el polvo ‘lengua de perro’ permite a la mujer despechada que el esposo o novio quede a su merced y le lama, literalmente, los pies. Es un seguro contra parejas infieles. El polvo siete poderes contiene los siete elementos centrales que identifican a las principales deidades del arte de la santería (Obatalá, Elegguá, Changó, Oggún, Orunlá, Yemayá y Ochún) y cubren necesidades como el amor, la fertilidad, la capacidad de mantener lejos a los enemigos o la prosperidad en los negocios: todo un seguro. Y después hay otros remedios contra la impotencia, la mala suerte, el mal de ojo…

Pese a la irrupción del turismo de masas, la zona aún mantiene estos pequeños reductos dónde es posible rastrear el sincretismo tan típico de las tierras andinas. Los ‘huacos’, o amuletos de origen prehispánicos, conviven con imágenes de vírgenes, rosarios o estampas de santo porque, como comenta doña Juana, “cada cosa tiene su propia función”. Si lo que se quiere es que el miembro viril vuelva a funcionar, la dueña de la tienda te dará un amuleto de un antiguo ídolo prehispánico con el pene tieso apuntándote justamente a la cara; la Virgen de La paz, sin embargo, es ideal para pedir por ese embarazo que no llega o para la curación de alguna enfermedad difícil.

COMER

COMERNamas Té (Dirección: C/ Zoilo Flores, 1334; Tel: (+591) 2248 1401; E-mail: namaste@gonzjove.com) Uno de los pocos vegetarianos de la ciudad de La Paz que, además, se encuentra entre los diez mejores restaurantes de la capital boliviana. Y con una relación calidad precio inmejorable.

Sol y Luna (Dirección: C/ Murillo esquina Cochabamba; E-mail: info@solyluna-lapaz.com) Una buena opción con carta centrada en lo mejor de la cocina internacional.

Café del Mundo (Dirección: C/ Sagarnaga, 324; Tel: (+591) 2231 0893) Un restaurante de viajeros y para viajeros con un menú amplio aunque con escasas concesiones a la gastronomía local.

Tambo Colonial (Dirección: Avda Illampu, 704; Tel: (+591) 2245 1658) Cocina tradicional boliviana con un toque de creatividad gourmet. Productos de la tierra. Imperdible los platos de carne de llama.

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