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Fuentes conocedoras y otros hábitos

Lo tiene fácil Manuel Marchena. El magistrado del Tribunal Supremo se ha mostrado molesto o disgustado porque se diga que la sentencia del procés, una de las más importantes de la historia española reciente, se haya filtrado. Será una de las diversiones de la semana, saber si los filtradores lo eran o sólo tentadores, es decir, que lo que dicen los periodistas inspirados en fuentes conocedoras -fuentes desconocedoras no hay-, más que una filtración sea una tienta, a ver si somos bravos, algo propio de un país tan taurino. Igual tan solo han sido tontos útiles.

Lo tiene fácil Marchena, porque si la sentencia se terminó el miércoles y desde entonces ha pasado lo que ha pasado, no necesita Marchena mucho sumario ni su secreto. Todo está acotadito para su señoría y para el CGPJ. Él sabrá pero por mucho que caiga bien, su magisterio va a seguir asociado a una de las mayores mamarrachadas judiciales que se han producido en Europa en los últimos decenios.

Por si faltaba más coreografía para el esperpento, estamos cogidos en medio de una pelea de periodistas sobre quién de ellos fue el primero en ser el sujeto pasivo, preferente, de la presunta filtración, el amigo, estimado, periodista, perdón, el que mejor tentó, se acercó, averiguó, por sus conocimientos jurídicos, lo que iba a pasar, en la línea con el pensamiento de siete magistrados supremos que ya lucen canas o calva, que viene a ser lo mismo.

No parece interesar si lo grave es que se haya filtrado una sentencia, cosa que no ocurre en nuestros alrededores democráticos europeos. No, lo que preocupa a los profesionales del “room” de lo judicial es si fueron ellos o no, los vehículos necesarios para que se produjera, quizá un delito. Como para fiarse de los flujos o pasarelas entre el poder judicial y los medios, entregados a lo que les llegue porque así mejoran sus posiciones profesionales.

Pase lo que pase, aún espero que sea una filtración falsa, una liebre, que se equivoquen, pero si no fuera así, ellos mismos deberían plantearse a qué tanto titular de sumario, de chismes de fase de instrucción elevadas a notición de portada. A qué tanto dardo envenenado contra la Abogacía del Estado y a tanto jurista de prestigio; a qué tanto botafumeiro al ministerio Fiscal, a qué tanta devoción a los jueces de instrucción y a los atestados policiales, a qué tanto menosprecio a la justicia europea, a qué tanta soberbia lega.

No es la única pendencia. En este lado de lo que sea se está más ocupado en negar el mérito de la exhumación de Franco a quien lo tiene, Pedro Sánchez, que en denunciar a aquellos que pudiendo haberlo hecho en estos últimos cuarenta años no lo hicieron. Con mayoría absoluta.

De José María Aznar no me hubiera esperado nada, por sus raíces franquistas, pero, hombre, Felipe González, tú pudiste, no estaría de más salir de las profundidades del conocimiento privilegiado y dar un apoyo, al menos simbólico, a tu compañero de partido.

Si nos están viendo desde otra galaxia, pongamos que Australia, no es que estén asombrados, es que pensarán que se trata de un número cómico como cuando abrieron un noticiario de televisión pensando que un torero había entrado en el Congreso de los Diputados. Era Tejero, con tricornio acharolado pero no todo el mundo entiende de toros y sus hábitos.

Un falangista con el hábito de benedictino, protegido por un franquista, entre otros, con el hábito de ministro de Interior, un juez metido a perito aparejador o un franquista con hábito de juez, como quieran, pero capaces de frenar todo el poder de un Estado de derecho contra la memoria simbólica de un dictador que tanto dolor y atraso supuso para España. Y una familia, beneficiaria de la depredación de su patriarca, usando el hábito de las instituciones democráticas que su progenitor no hubiera permitido. No es una hipótesis, ya lo hizo su abuelo, asesinando, usurpando propiedades y acabando con las libertades y el orden constitucional republicano.

Para un álbum. La Guardia civil impidiendo a señores franquistas acceder a Cuelgamuros. Tienen derecho a protestar, les asiste el orden jurídico constitucional; sin un mal palo, con los servidores del orden con el hábito casi de boy scouts y no en el de robustas armaduras. Buena imagen, peor hubiera sido que hubiéramos tenido que acudir a la Guardia suiza. No ha hecho falta.

Lo tiene fácil Manuel Marchena. El magistrado del Tribunal Supremo se ha mostrado molesto o disgustado porque se diga que la sentencia del procés, una de las más importantes de la historia española reciente, se haya filtrado. Será una de las diversiones de la semana, saber si los filtradores lo eran o sólo tentadores, es decir, que lo que dicen los periodistas inspirados en fuentes conocedoras -fuentes desconocedoras no hay-, más que una filtración sea una tienta, a ver si somos bravos, algo propio de un país tan taurino. Igual tan solo han sido tontos útiles.

Lo tiene fácil Marchena, porque si la sentencia se terminó el miércoles y desde entonces ha pasado lo que ha pasado, no necesita Marchena mucho sumario ni su secreto. Todo está acotadito para su señoría y para el CGPJ. Él sabrá pero por mucho que caiga bien, su magisterio va a seguir asociado a una de las mayores mamarrachadas judiciales que se han producido en Europa en los últimos decenios.