El hombre que con un café (para todos) puso los pilares de la Andalucía moderna

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“Vi a un pueblo sentirse pueblo, reaccionar con dignidad y dar ejemplo a toda España”. La cita es de Manuel Clavero Arévalo (Sevilla, 1926-2021), y con ella definía de una manera no exenta de poesía el proceso que llevó a Andalucía a su autonomía plena. Pero aquel 16 de febrero de 1980, su declaración fue bastante más prosaica: “Después del parto se siente uno mejor”. Con esa frase no pasó ese día a los anales de la oratoria, pero resumió de manera muy gráfica uno de los hitos morales de aquel convulso proceso autonómico, que no fue otro que el de su dimisión como ministro y como presidente andaluz de la Unión de Centro Democrático (UCD), el partido que por entonces gobernaba España de la mano de Adolfo Suárez.

Aquel adiós a sus cargos en un país en el que no dimitía nadie (fue de hecho la primera renuncia de un ministro en la etapa democrática abierta tras el franquismo) le permitió descargarse del conflicto que le venía atravesando. Un mes antes, y en un giro inesperado, la UCD había cambiado su posición oficial con Andalucía: no podría acceder a la autonomía por la vía del artículo 151 de la Constitución (el camino corto diseñado para Cataluña, País Vasco y Galicia, y que inicialmente se aceptó para Andalucía) y tendría que conformarse con la senda que trazaba el artículo 143, mucho más lenta e insegura.

Un mapa y un café para todos

Aquella lucha entre el 151 y el 143 dio lugar a esa frase ya tan recurrente de que Andalucía no quiere ser ni más ni menos que nadie, una de las citas de cabecera de los presidentes andaluces, incluido Juan Manuel Moreno Bonilla. La génesis de todo aquello estuvo en el mapa preautonómico que dibujó el propio Clavero Arévalo y en aquella fórmula del café para todos, que permitió parir el actual Estado autonómico sin que las por entonces consideradas “nacionalidades históricas” (por aquello de que habían bendecido su estatuto autonómico antes del estallido de la Guerra Civil) acabaran teniendo más competencias: las consiguieron más rápido, pero al final fueron las mismas para todas las comunidades.

Aquel puzle autonómico lo compuso como ministro adjunto para las Regiones, y eso le reservó un hueco en la memoria autonómica española. Su renuncia a la cartera ministerial (ya por entonces era el titular de Cultura) y como máximo responsable del partido que quería ralentizar el proceso autonómico andaluz lo encumbró en el imaginario colectivo a la cúspide de la dignidad: un político que antepone sus ideas y su tierra al cargo, ahí es nada.

Éste no es tu referéndum

El adiós al ministerio se produjo ya en plena campaña del 28-F, una decena de días después de que Rafael Escuredo (PSOE) hubiese terminado su huelga de hambre y cuando Andalucía estaba citada para refrendar la vía del 151 en unas urnas llenas de trampas, desde la farragosa pregunta hasta el censo lleno de irregularidades, pasando por la falta de medios para impulsar la campaña institucional del 'sí' en el referéndum. Todos aquellos inconvenientes quedaron simbolizados en el lema que utilizó UCD y al que puso voz Lauren Postigo: andaluz, éste no es tu referéndum.

Pues vaya si lo fue, y bien que se ganó pese a que al final hubo que hacer piruetas jurídico-políticas para compensar que en Almería no se alcanzó la mayoría suficiente. Año y medio después, en octubre de 1981, otra vez se dijo 'sí' en las urnas, en este caso al Estatuto de Autonomía (Andalucía fue la única comunidad que tuvo que afrontar un doble referéndum), lo que abrió la puerta ya en 1982 a las primeras elecciones autonómicas, a la constitución del primer Parlamento y a la formación del primer Gobierno de la Junta. 

En el kilómetro cero

Fue un camino largo y complejo que se ganó en la calle y en los ayuntamientos, motores políticos de aquel proceso, un camino en el que Clavero Arévalo estuvo en su kilómetro cero. Andalucía, pero también el resto de comunidades autónomas le deben el autogobierno del que hoy gozan. Él puso los cimientos del edificio y levantó las primeras plantas. ¿Que todo esto se hubiese conseguido tarde o temprano en aquella convulsa Transición? Pues sí, pero la historia es como es, y el honor hay que asignárselo a él.

Un Clavero Arévalo, por cierto, que llegó a la UCD integrando en esta formación el partido que él mismo había creado, el PSLA (Partido Social-Liberal Andaluz), que se autodefinía como un partido de centro, social-liberal, no marxista y defensor de los valores del humanismo cristiano. Por eso, más allá de que su figura sea patrimonio de todos, es el principal referente al que puede apelar hoy la memoria conservadora de aquella construcción autonómica, y es que la derecha democrática (UCD, Alianza Popular…) se puso de perfil ante un proceso que impulsaron las formaciones de izquierdas.

Democratización de las instituciones

Porque uno de los grandes méritos de Clavero Arévalo fue que desmontó el régimen franquista desde dentro. En aquellos tiempos en los que las cosas iban tan rápidas, él fue uno de esos conservadores democráticos o evolucionistas (tan escasos entonces) por los que tanto suspiraban en la izquierda, un caballo de Troya en las instituciones heredadas del franquismo que ayudó a transformar en democráticas.

Tras su adiós a UCD, y como el PSLA ya estaba amortizado, fundó otra formación con la que continuó en el ruedo político pero sin conseguir resultado alguno, así que podría haber hecho uso de esa frase de queredme menos y votadme más, a la que tantas paternidades se le atribuyen. Aquel intento se llamó Unidad Andaluza, y en su propia autodefinición se destila el espíritu integrador que definía su política y al que tanto se ha apelado desde entonces: era un partido andaluz, autonomista, humanista, no marxista (eso que no faltara nunca), defensor de las libertades, interclasista y democrático. 

Un referente político de todos

Padre de la autonomía, autoridad moral, ejemplo de dignidad, coloso, sabio… los elogios se sucedieron en cascada desde todos los rincones del patio político andaluz nada más conocerse el fallecimiento de este prestigioso abogado y catedrático de Derecho Administrativo, presidente en la actualidad del Consejo Editorial del Grupo Joly. Referente andalucista desde la óptica liberal, su gran legado es el del consenso y el de la búsqueda de puntos de encuentro entre divergentes, algo que hoy parece hasta más complicado que hace cuatro décadas.

Por eso en 2020 la Junta creó una nueva medalla de las que se conceden por el 28-F, para reconocer en este caso a quien se haya distinguido en la defensa de nuestra tierra, un honor que lleva el nombre de Manuel Clavero Arévalo por su aportación, se dijo entonces, como padre de la Andalucía moderna. Una medalla, en definitiva, que debería entregarse... con la invitación a un café.

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