Semana Santa de Sevilla: un patrimonio artístico de valor incalculable sale a pasear

Alejandro Luque

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La Semana Santa de Sevilla es bien conocida por los fervores religiosos que despierta. Pero una pasión de otro tipo atrae cada año –salvando el parón pandémico– a miles de personas hacia la capital hispalense: el ingente patrimonio que sale a pasear junto a las procesiones. Un legado de valor incalculable, en el que pueden leerse algunos de los más significativos capítulos de la Historia del Arte, y que fue concebido precisamente para eso: para salir a la calle y ser admirado por todos, preferiblemente a salvo de la lluvia…

ElDiario.es Andalucía ha querido asomarse a este mundo de la mano de un acreditado experto en la materia, el profesor Manuel Jesús Roldán, autor de títulos de referencia como Estampas de la Semana Santa, Historia general de la Semana Santa, La Semana Santa de la Transición o una monografía ineludible sobre el escultor Martínez Montañés. “Conviene hacer una doble distinción entre el valor económico puro y duro de estas obras, y el histórico-artístico”, comenta. “Respecto a este último, hablamos de un recorrido que va del barroco sevillano y el renacimiento tardío hasta el costumbrismo del siglo XX. Y la Semana Santa de Sevilla refleja lo mejor de los mejores en cada uno de esos periodos”.

Según Roldán, uno puede encontrarse cualquiera de estos días en las calles sevillanas muestras del primer naturalismo, del primer manierismo, del barroco pleno, del posterior al siglo XVIII… Y aprender en cada una de esas imágenes cómo fueron las vanguardias de cada momento histórico. “Y esto, ¿cuánto vale?”, sonríe. Se ha dicho más arriba que es incalculable, pero alguna posibilidad de hacerse a la idea sí que hay.

No museificadas

“Un dato: recientemente el Museo de Bellas Artes de la ciudad compró un barro cocido de La Roldana. Una pieza pequeña, cuyo valor ascendía a 150.000 euros”, explica. “Pensemos que el misterio de la Exaltación tiene cuatro ángeles de La Roldana de talla completa, y el paso tiene otras obras directas de la mano de la misma autora. Saca la calculadora y piensa a cuánto podría ascender solo ese conjunto. Y luego multiplica por todo lo que hay en Sevilla”.

También recuerda que hace poco se vendió un grupo del Santo Entierro al Metropolitan Museum de Nueva York, cuyo precio final no fue dado a conocer, aunque se sospecha que no fue precisamente una ganga. “La valoración internacional, además, tiene sus propios parámetros”, apunta Roldán. “¿A qué cifras podrían llegar, por ejemplo, las cartelas del paso de los Caballos de la Exaltación?”

Si estas obras son tan valiosas –acaso se preguntarán los profanos en la materia–, ¿cómo se atreven a sacarlas en procesión, exponiéndolas a las inclemencias del tiempo? En la memoria de todos están las escenas de los pasos yendo a toda prisa a refugiarse en los templos cuando empieza a llover, pero todo tiene una explicación: “Se hicieron con esa función, para salir a la calle”, asevera el profesor. “Estas obras pertenecen a un tiempo en que el arte tenía una función y la de estas imágenes era esa, casi siempre con una intención didáctica o motivadora. Y la siguen teniendo. La Semana Santa de Sevilla tiene de auténtico precisamente eso, que las imágenes no están museificadas. Siguen siendo lo que hace 300 o 400 años”.

De este modo, a muchos de los turistas que acuden a la ciudad por estas fechas no les mueve tanto el fervor religioso como el interés cultural. Y siempre ha sido así. “Ese turismo ha debido de existir siempre, al menos desde el siglo XIX”, comenta Roldán. “De todos modos, unos y otros intereses no están reñidos, conviven perfectamente”.

Las imprescindibles

A la hora de señalar cuáles son las piezas imprescindibles a contemplar en la Semana Santa sevillana, el guía se ve en un aprieto: no es fácil quedarse solo con cuatro o cinco. Empieza por el paso de Jesús de la Pasión, obra cumbre de Martínez Montañés, “que fue fundamental para la creación de los nuevos nazarenos barrocos”. Después, sin duda, el paso de El Cachorro, realizado en la segunda mitad del siglo XVIII por Francisco Antonio Ruiz Gijón. O el misterio de la Quinta Angustia, salido del taller de Pedro Roldán, “como ejemplo supremo de la teatralidad del barroco. Traslada la forma de Rubens, como si plasmara escultóricamente el descendimiento de la catedral de Amberes”.

Añade el profesor a esta selecta lista el paso de La Mortaja, también del taller de Roldán: la obra que tal vez explica mejor el trabajo de dicho taller “y la relación del hombre barroco con la muerte”, apunta. Y cierra el recorrido entrando ya en el siglo XX, de la mano del palio de la Macarena, “la imagen barroca acompañada de ese aura de nuevo costumbrismo, con un paso de palio que se convertiría en ruptura de todo lo anterior: los colores rojo y verde, los bordados de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, los elementos decorativos, se han imitado hasta la saciedad”.

Cabría citar muchos más: el palio de La Amargura, el Crucificado del Amor, La hiniesta en el domingo de Ramos o los pasos del martes en el Cerro del Águila… “Tampoco se puede perder ningún aficionado al arte la Cofradía del Valle. Y de la Madrugá, ni el Gran Poder, ni el Silencio, ni la Macarena, que este año estrena arco: con su poquito de polémica, todo sea dicho, pero creo que ha tenido una buena reforma, porque estábamos acostumbrados a un color algo excesivo”.

Del neobarroco a lo digital

A propósito de este hecho, Roldán explica que un amante del mundo cofrade, sin necesidad de ser un estudioso, adquiere de forma natural una vasta cultura artística, con nociones avanzadas del color, las proporciones, los materiales, las épocas… “Con todo, en ocasiones son los forasteros los que mejor entienden la Semana Santa. Lo importante es verla con una mirada amplia”.

Otra cuestión es que esas artes no hayan evolucionado demasiado en el tiempo, como demuestra el hecho de que las nuevas cofradías que han ido surgiendo reproduzcan los modelos de los grandes maestros con ligerísimas innovaciones. “Nos hemos quedado en el neo-barroco”, admite el profesor. “Es muy difícil que entren la vanguardia, la abstracción… Sí hay mucha innovación en todo lo que rodea a las imágenes, en el diseño de los accesorios por ejemplo, porque ha seguido habiendo excelentes imagineros, bordadores, orfebres… Es una industria viva”.

Sí parece haber innovado algo más el aspecto gráfico de la Semana de Pasión, como ha demostrado el pintor Manolo Cuervo con su último cartel. “Pero Cuervo ya era moderno en los 80, es un clásico que rompe con la idea de figuración tradicional”, subraya Roldán. “Adonde sí han llegado los formatos digitales es a la cartelería, las páginas web de las cofradías, sus logotipos… Todo eso se ha acelerado en los últimos años”.    

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