El PP entierra sus complejos en Andalucía y sale catapultado hacia las elecciones: “¡Somos la leche, creámonoslo!”

Daniel Cela

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“El cuento de que el PP es malo para Andalucía se ha acabado. ¡Somos la leche! Tenemos que creérnoslo”. Los populares andaluces han celebrado este fin de semana en Granada un congreso inédito en su historia, el primero con su líder como presidente de la Junta, después de 37 años haciendo una oposición infructuosa a los gobiernos del PSOE. Entraron el viernes tropezando con sus socios de Ciudadanos y enredados en los líos internos que se trajo de Madrid Isabel Díaz Ayuso, y el domingo salieron catapultados por un chute de autoconfianza hacia las elecciones andaluzas. Sean cuando sean.

“Juanma, tienes las manos libres para convocar cuando quieras. A mí me da igual cuando sean, porque tengo la convicción de que vas a arrasar. La única duda es si será por mayoría absoluta o por mayoría aplastante”, le dijo Pablo Casado a su anfitrión, el presidente Juan Manuel Moreno, para zanjar definitivamente el embrollo de las presiones de Génova 13 para que se adelanten las andaluzas.

La conclusión más evidente del 16 congreso del PP andaluz es que los populares han perdido el miedo a sí mismos. Ese complejo de ser de derechas y pedir el voto en los pueblos de interior de Andalucía, que tantas veces han reconocido en privado todos los candidatos populares que se estrellaron en las urnas, incluido el propio Moreno. El presidente del PP-A ha sido reelegido por una mayoría búlgara (98,98%) y, en la clausura, ha envuelto a su partido de todas las banderas que hasta ayer parecían monopolio del PSOE: “Somos el partido de los agricultores, de los ganaderos, de los pesqueros”; “somos el partido del medioambiente”; “somos líderes en políticas feministas...”.

El proyecto político de Moreno consistía en virar el rumbo del PP hacia posiciones más moderadas, más centrista y más andalucista, y el congreso de Granada se lo ha permitido. Su posición privilegiada como presidente andaluz le ha facilitado una operación de alto voltaje que consiste en resignificar todo un partido, darle señas de identidad propias para Andalucía. Con ese giro hacia el centro moderado, Moreno también intenta marcar el paso a su jefe de filas, siempre oscilante entre el rictus duro de Vox y la tradición liberal del PP de antaño. Casado verbalizó que “el camino a Moncloa pasa por San Telmo” -sede del Ejecutivo andaluz-, o lo que es lo mismo, la victoria de Moreno es clave para que él sea presidente. El anfitrión no sólo le firmó esa tesis: Moreno exhibió un indiscutido cierre de filas con Casado, compartió con él su empuje personal, pero también su proyecto, alejado de los extremos, pragmático, casi despolitizado, “sin ideologías”.

Ese era el objetivo de este cónclave, al que se ha antepuesto el “ruido” de los cuchillos que se han lanzado Casado, Isabel Díaz Ayuso y Teodoro García Egea. Génova 13 ha trasladado su “hoguera de las vanidades” a Granada, con un festival de indirectas y pullazos y que han desviado el foco de atención mediático, y convertido a los protagonistas -los populares andaluces- en espectadores atónitos de este “talent show” [en palabras de Casado]. El sábado Moreno abroncó a ambos -sin nombrarles- por perpetuar los “enredos estériles” a costa de eclipsar el verdadero objetivo del congreso. Le preocupa que la discordia de Madrid contamine el ambiente y distraiga a los suyos.

El PP no sólo se ha adueñado del modus operandi de su eterno rival: los discursos, las consignas, las banderas, los lemas de campaña, la estrategia del agravio andaluz y la confrontación con Madrid y Cataluña... También ha culminado, y esto es lo más relevante, un proceso de simbiosis entre el concepto PP y el concepto Andalucía. El lema del congreso del PP-A es el mismo que el lema del Gobierno andaluz: “Andalucía, el cambio funciona”. Esa mimesis entre el partido y la institución también es una potente idea heredada de la larga etapa socialista. El congreso en el que no ha sonado el himno del partido durante los tres días que ha durado -la sinfonía de fondo era el tema Cambia el paso, de Jennifer López- se cerró el domingo con el himno de Andalucía, algo que olvidó o no supo hacer el PSOE-A en su cónclave de hace dos semanas.

Los populares salen vitaminados de su congreso y encaran la cita con las urnas con el propósito de “hacer historia”, de convertirse en la fuerza más votada de Andalucía. Su posición en el Gobierno y una legislatura de tres años sin sobresaltos -con tres presupuestos aprobados con la connivencia de Vox- les ha hecho olvidar que, en realidad, su estatus electoral actual es un pozo: Moreno dejó al PP con los peores resultados de su historia: 749.275 votos (20,7%) y 26 diputados en una formación que llegó a alcanzar 1,5 millones de votos (40,66%) y 50 escaños. “De eso ya no se acuerda nadie”, bromean en el equipo del presidente, donde reina la euforia indisimulada. “Somos la leche”, repite Moreno, “Andalucía no tiene límites si se siguen impulsando vientos de libertad”.

El presidente andaluz tiene un Gobierno en minoría que ha demostrado salud de hierro. En coalición con el partido que desangró su base electoral por el centro (Cs) y apoyado en el que le arrebató miles de votos por el extremo derecho (Vox). Pero es el Ejecutivo de una comunidad con 8,5 millones de personas y comandar ese transatlántico durante tres años sin rozar con ningún iceberg en el camino ha consolidado el liderazgo de Moreno y, por extensión, ha rescatado las siglas del PP de los “prejuicios” que históricamente han limitado su alcance en Andalucía. Ésta es la otra simbiosis del congreso de Granada: la marca Moreno vigoriza la marca PP. La valoración del líder, que está por encima de la su propio partido en las encuestas, permite a los populares encarar las próximas elecciones sin el vértigo de otras veces.

El PP se reivindica a sí mismo y Moreno pide más tiempo para consumar las reformas que ha iniciado su Gobierno: “Yo quiero hacer más”, gritó en la clausura. Si sus expectativas electorales se cumplen y se erigen como la fuerza más votada en Andalucía, habrá demostrado que la derrota de la izquierda en 2018 que permitió el primer Gobierno de derechas en esta tierra no fue “un accidente”, como mascullan los socialistas. Entonces sí, se habrá consolidado un cambio de ciclo político en Andalucía.

El dirigente andaluz ha citado leyes en materia urbanística -la Ley del Suelo-, en materia tributaria -la reforma fiscal que ha bajado todos los impuestos autonómicos-, de gestión administrativa -el decreto de simplificación-, normas que están encaminadas pero que aún deben ser ratificadas en el Parlamento, donde la oposición ya está replegada en una trinchera electoral. “No podemos desandar lo andado y tirar por la borda todo lo conseguido, no podemos volver a la casilla de salida. Tengo hambre de cambio y de reformas, yo quiero hacer más”, gritó a un público entregado.

A la legislatura andaluza le queda un año de vida, pero todos los partidos palpan un agotamiento del discurso político, como demuestra la incesante alusión al adelanto electoral. La cuenta atrás, dure mucho o poco, empieza este mismo miércoles en el debate de totalidad de los Presupuestos de la Junta para 2022, en el que se prevé que PSOE-A, Vox y Unidas Podemos tumben las cuentas y el Parlamento se las devuelva al Gobierno. Ese es un síntoma de asfixia que hace pensar en el adelanto electoral. Al día siguiente, la Cámara aprobará una de las leyes más importantes del mandato -la Ley del Suelo- con la ayuda de los mismos partidos que en la previa bloquearon el Presupuesto: PSOE y Vox. Ese es un síntoma de oxígeno parlamentario que hace pensar en estirar el mandato unos meses más para aprobar un puñado de leyes que están en trámite de urgencia, pero que necesitan el apoyo de la oposición.

Díaz Ayuso le dijo el viernes a Moreno que “volase libre”, que fuera “valiente y no se comportase como una marioneta”, que convocase las elecciones cuando quisiera. Teodoro García Egea, secretario general del PP, le dijo el sábado que “nadie tenía que venir de fuera a decirle cuándo convocar”. Casado le dijo el domingo que “tenía todo su apoyo” y las “manos libres” para convocar “pensando en los intereses de los andaluces”. El presidente del partido negó tajantemente haber presionado alguna vez al andaluz para que precipitase el calendario electoral en beneficio de sus propios intereses políticos en España. Moreno cree que el congreso también ha taponado esa fisura con Génova, pero son demasiadas personas, dentro y fuera del partido, hablando de las urnas.

El presidente andaluz tiene la determinación de seguir adelante con la legislatura aunque la oposición le tumbe los Presupuestos este miércoles. ¿Durante cuánto tiempo? La Junta tendrá que prorrogar las cuentas de este año y, a partir de enero, aprobar vía decretos las modificaciones presupuestarias necesarias “mes a mes” en el Parlamento. Si sus rivales le bloquean esos decretos que necesita para ajustar ingresos y gastos a la nueva realidad económica, entonces disolverá la Cámara. Nadie en el entorno de Moreno cree que sea factible agotar el mandato y apurar hasta noviembre de 2022, pero la euforia del congreso ha disipado el escenario más inminente, que pasaba por convocar en febrero.

El presidente “quiere aguantar todo lo que pueda”. Hay muchos condicionantes que pueden trastocar ese objetivo -las encuestas de intención de voto, la parálisis parlamentaria...- pero la más imprevisible de todas es cómo se comportará la pandemia en los próximos seis meses. De momento, los contagios están creciendo en todo el país y los gobiernos autonómicos han prescindido ya de sanitarios (quizá precipitadamente), en Europa se vuelve al confinamiento de la población no vacunada, y el retorno de las restricciones para frenar una sexta ola puede acabar con el optimismo y agudizar la fatiga pandémica.

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