Los espacios culturales en Zaragoza tras el fracaso de Las Armas: el Museo de Origami, de nuevo en precario

Santiago Paniagua

24 de octubre de 2025 02:03 h

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La visita de la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, a las obras para convertir el Centro Musical Las Armas en un punto de atención vecinal, el pasado día 20, certificó la muerte definitiva de este espacio como proyecto cultural. El Gancho ganará pronto —según Chueca, los trabajos acabarán ya a comienzos del próximo año— en la dotación de nuevos servicios en ese edificio, como información sobre vivienda, atención al consumidor, aulas, una sala de lectura o instalaciones de la Escuela Municipal de Música. Pero la ciudad pierde una de sus referencias más creativas, apreciada dentro y fuera de ella, que durante unos años llevó mucha juventud y vida a un barrio degradado; aportando una programación fundamentalmente de conciertos y formativa, pero no solo, llena de imaginación y de calidad, que irradiaba actividad en la zona.

Además del fracaso de una experiencia de intervención social desde la cultura, lo es también para el modelo de gestión privada de equipamientos públicos en la capital aragonesa. En Las Armas se aplicó con tres diferentes equipos que se sucedieron al frente del Centro Musical, sin que salieran las cuentas para su supervivencia y con la oposición de parte de los vecinos, desde 2011. Sin alejarse mucho de este año se materializaron otros tres proyectos culturales que conjugan lo público y lo privado y que sí resisten, dos de ellos plenamente consolidados -los teatros Arbolé y de las Esquinas- y el otro, la Escuela Museo de Origami de Zaragoza (EMOZ), instalado en una precariedad que le lleva ahora mismo a afrontar un nuevo momento crítico.

“Estamos hartos”

La financiación acordada con el Ayuntamiento no llega y se acumulan otra vez las deudas. “Estamos hartos”, sintetiza Jorge Pardo, al frente de la EMOZ desde que abriera en 2013 en la tercera planta del Centro de Historias, a iniciativa del Grupo Zaragozano de Papiroflexia, el más veterano del mundo con una actividad ininterrumpida, que acaba de cumplir 80 años. Su museo también es único en el planeta, por la ambición de sus exposiciones y colecciones y por su inequívoca consideración del origami como un arte, y los extranjeros son parte fundamental de sus visitantes. Ha recibido más de 285.000 -una media anual de 24.500- procedentes de 120 países. 

Las deudas se fueron acumulando en los primeros 11 años de actividad, que dieron siempre pérdidas. Hasta que en 2024, con la EMOZ abocada ya al cierre, tras una llamada de auxilio pública, el Ayuntamiento comprometió una aportación de 100.000 euros. Como adelanto, se abonaron 80.000, pero el resto sigue pendiente, según Pardo, a la espera de que dé su visto bueno la Intervención General Municipal, que ha ido reclamando distinta documentación. La ayuda de 100.000 euros se ha renovado este año, pero está paralizada por el mismo motivo. De nuevo, Jorge Pardo está poniendo de su dinero, ya 60.000 euros, para abonar las nóminas, cumplir con Hacienda y hacer frente a otros pagos improrrogables. “La actividad se ha mantenido. El único afectado de momento es mi bolsillo y todo el tiempo que estoy perdiendo. Estamos aportando toda la documentación que nos piden y hemos pedido hablar con Intervención, pero no hay forma. Para mí, es tan malo el no hacer ningún control como el pasarte de frenada en el control. Pagamos justos por pecadores”.

El director del museo aventura que situaciones similares puedan dar al traste con otros proyectos culturales en la ciudad, pero mantiene su apuesta por el “modelo público-privado” en equipamientos de este tipo. “Si llega el apoyo, claro. Si no, acabas desapareciendo”.

“Siempre cogido con pinzas”

En los teatros Arbolé y de las Esquinas, ahora, la situación es de relativa calma, con sus proyectos asentados tras haber tenido que afrontar fuertes inversiones para ponerlos en marcha y muchas dificultades superadas a lo largo de su existencia. Detrás de Arbolé está la compañía del mismo nombre, instalada en el Parque del Agua desde 2008, tras antes haber mantenido otra sala propia en el Actur. Por su sede actual, que ella construyó en suelo público, han pasado más de 500.000 espectadores y cada año alberga unas 240 funciones. Mantiene también allí una editorial, fundamentalmente de textos teatrales, que ha publicado 52 títulos, y una escuela que cada año atiende a un centenar de niños y jóvenes de entre 6 y 18 años. 

Arbolé sorteó un momento de grave crisis acordando con el Ayuntamiento que el canon anual que debe abonar se satisficiera con programación gratuita para colegios con alumnos en situación de exclusión. Todos los grupos municipales lo respaldaron y esta forma de pago se mantiene. “La marcha de la sala y de la compañía ahora es satisfactoria. Seguimos adelante y todos los años tenemos nuevos proyectos porque no te puedes quedar anclado en el pasado”, afirma Pablo Girón, actual gerente, que lamenta que el Centro Musical Las Armas desaparezca como tal. “El mundo de la cultura, sobre todo el de las artes escénicas, el del teatro, la danza, la música, siempre está cogido con pinzas”, dice. Y menciona como uno de sus retos para los próximos tiempos el de preparar el relevo generacional: su concesión es para 30 años y antes se habrá jubilado ya el equipo fundacional.

La renovación de la concesión de las Esquinas será dentro de siete años y pillará también con edad para retirarse a muchos de sus gestores, de las compañías Teatro del Temple y Che y Moche, que acometieron la terminación de las obras de ese edificio público, su equipamiento y puesta en marcha en un momento delicadísimo, cuando la crisis condujo al rescate financiero de España, y ellos comprometieron su patrimonio personal. Dejadas atrás muchas penalidades, tienen la ambición de mantener toda su actividad: ya han programado 2.000 espectáculos, disfrutados por más de 600.000 personas, y por su escuela de artes escénicas pasaron en el último curso 1.000 alumnos. “La experiencia ha sido muy positiva. Fue un proyecto complejo que afrontamos en una época muy compleja y con un gran esfuerzo, pero que ha tenido una respuesta muy positiva de la ciudadanía desde el principio. Nos hemos convertido en un sitio de referencia en Aragón y a nivel nacional”, dice Alfonso Plou, dramaturgo del Temple. 

“Queremos seguir en la línea de un teatro con clara vocación de servicio público y que sea inclusivo, solidario. Y hemos sabido crear un equipo, por lo que supongo que se intentará la renovación de la concesión”, aventura Plou, “entristecido” por el final del Centro Musical Las Armas y a la expectativa de qué sucede ahora con ese equipamiento. “Está en un barrio necesitado de movimiento cultural y social. En cualquier caso, lo que no puede pasar es que se quede vacío como muchos espacios que deberían tener un uso cultural y están cerrados”, dice. Y añade: “Nosotros somos un ejemplo de una iniciativa que junta lo privado y lo público, pero no somos contrarios a que algo sea enteramente público. Ambos modelos pueden y deben convivir”.