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La literatura como pequeña perversión: el universo de Jekyll & Jill

Laureano Debat

9 de agosto de 2025 23:35 h

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En todos los libros de Jekyll & Jill, en la primera página en la que aparece su logo, está escrita la palabra “Zaragoza”. Es extraño que no lo haya notado nunca, jamás le había prestado atención a ese detalle hasta que ahora me señala su editor, Víctor Gomollón. Tal vez porque nunca había pensado en esta editorial como algo circunscrito a una localidad sino más bien deslocalizada: su propuesta literaria, los nombres de su catálogo, sus temas. Hasta que no vine a vivir a Zaragoza no supe que Jekyll & Jill era de aquí porque jamás se me había ocurrido preguntarme siquiera de dónde era. Víctor Gomollón lleva las riendas de la editorial desde su casa a 25 km de la capital aragonesa desde 2011. Pero siempre sin ninguna intención localista. Más bien, al contrario.

“Me molesta mucho esa gente que trabaja en la cultura y que cree que cualquier cosa por el hecho que sea de Aragón tiene que ser más buena. Por ejemplo, vender que lo bueno de Goya es que fuera aragonés. Es vomitivo. O valorar el semblante que tenía Buñuel como turolense. Pero si es que no vivió casi en Teruel, se fue pronto. Todo eso me aburre mucho y sí que veo que hay una tendencia en torno a eso”, dice Víctor, también horrorizado de todo lo que venga de la derecha: “Ahora tenemos jota sin parar y estas cosas raras de los arreglos florales. Pero creo que no puedo hacer nada contra eso porque hay una parte importante de la población que está encantada con esta mierda. Ya está. Mi trabajo como pequeño editor creo que va por otro lado”.

La edición cuidada

Pese a que tiene cerrada la recepción de manuscritos porque está solo y no da abasto, le llegan cada vez más propuestas de publicar. Es una marca de los tiempos. Todas las editoriales dicen lo mismo. “Mantener cerrada la recepción de manuscritos significa que habrá, no sé, un cincuenta o sesenta por ciento que se echan atrás”. Pero hay otros que no: “A veces te encuentras autores que dicen que están vendiendo muchísimo pero muchísimo en Amazon. Bueno, pues sigue en Amazon ¿no? Tengo la sensación de que mi editorial es pequeña pero tiene reconocimiento, ya lleva unos años y creo que para algunos autores les puede servir para validarse en el entorno literario”.

Y eso lo cansa bastante porque por esta vía suelen llegarle textos que no tienen nada que ver con lo que publica. Por ejemplo, género: novela negra o histórica. Y no es que el editor tenga alguna manía en torno a ambas, simplemente no le interesan en absoluto ni como lector ni como editor y ya hay demasiadas editoriales que lo hacen tan bien. Esto significa que publica libros que le gustan, que lo identifican a él y que, hasta cierto punto, lo definen: “Es una editorial tan pequeña y tan unipersonal que, de alguna forma, me sirve para contarme. Con algún libro he descubierto dos años después para qué lo publiqué. De pronto digo ¡ah, es por esto!”. Los libros se siguen escribiendo, leyendo, editando en la cabeza del editor: “Lectores que te siguen, que confían en tu trabajo, a veces te dicen: ay, yo es que este tipo de literatura no suelo leer, pero si lo publicas tú lo voy a intentar, voy a probar. Y eso es muy bonito”.

De pequeño, Víctor quería ser dibujante de cómics. Empezó muy pronto y se cansó muy pronto. Trabajó en el sector de la publicidad durante muchos años, pero siempre lo aborreció. No le quedó otra, se tuvo que buscar la vida desde los 17 años, cuando decidió a marcharse de casa de sus padres en Zaragoza. Mientras tanto, dibujaba cómics. “Siempre me ha gustado mucho leer, los libros como objeto”, dice. Entonces, se fue metiendo en el mundo editorial, haciendo libros para otros como maquetador. “A mí me gusta mucho la maquetación, que es un oficio mal visto y considerado inferior al diseño gráfico, pero yo defiendo la maquetación por encima de todo. Un maquetador debe tener conocimiento sobre fotografía, tipografía, ser un buen lector y muchas más cosas”. Y se pasó años haciendo muchos libros con muchas fotografías de montañas y de ríos, que no podía distinguir unas de otros. Así que tenía dos opciones: o dejaba de amar los libros o buscaba la manera de hacer algo más personal. Optó por la segunda. Y lleva más de sesenta títulos haciéndolo.

El catálogo

La impronta que dejan determinados libros de un catálogo es definitoria para la huella persistente de cualquier editorial. Jekyll & Jill tiene varios en su haber. “Distraído venceremos”, por ejemplo, de Andrea Valdés, uno de los ensayos fundamentales para entender las formas y derivas más insólitas de la escritura autobiográfica. Cuando recibió el manuscrito, Víctor quedó fascinado enseguida y lo publicó sin dudarlo.

“Vida de un pollo blanquecino de piel fina” de Andrés Pérez Perruca es uno de los últimos grandes hitos de la editorial, un relato detallado y completo por los inicios de la movida indie en España hasta la actualidad a través de un libro polifórmico con múltiples registros. “Los dos somos del mismo año, del 71, de Zaragoza, nos conocemos desde hace tiempo pero nunca hemos sido amigos. Y esa era una cosa que me gustaba a la hora de publicar su libro. El Niño Gusano no era un grupo que a mí me podía gustar en ese tiempo, lo podía valorar pero no era la música que yo escuchaba”, dice Víctor, quien disfrutó mucho del trabajo de edición arduo e intenso, tan agradable: “Perruca es un tío estupendo, muy sensible y con una empatía que pocas veces he visto”.

Jekyll & Jill también publicó los últimos libros de Sergio Chejfec, el escritor argentino que murió de un cáncer fulminante en 2022. “Fue una pena muy grande. Lo quería mucho y adoraba sus e-mails, que aún conservo, pero que no releo. Me enteré muy tarde, además, de que estaba muy enfermo. Y no me pude despedir. Para mí es uno mis autores más importantes. Me encontraba con lectores que me decían que no pasaba nada en sus libros. ¡Maldita sea! ¿Qué más quieres que pase? Chejfec tiene un ritmo muy especial y es normal que a algunos lectores, al principio, les cueste. Pero cuando entras en el ritmo de Chejfec, es una lectura balsámica, sanadora”, dice Víctor. Otro argentino que él admira mucho, Reinaldo Laddaga, también forma parte del catálogo de su editorial, con dos títulos. En el último, publicado este año, “El coleccionista de cabezas o las grandes ocasiones de Andy Warhol”, traza una historia alternativa con un perfil desconocido del maestro del pop-art.

“Cada libro es un mundo. Hay autores que casi no hace falta tocarles una coma. Y hay otros que exigen que no les toques una coma, que son los que luego no mueven el libro y que, precisamente porque no les tocas una coma, al libro no le va del todo bien”, dice Víctor quien, probablemente, haya vivido su momento de máximo furor con el aluvión de premios a “Martinete del Rey Sombra”, de Raúl Quinto: Premio Cálamo 2023 (categoría Otra mirada), Premio Nacional de Narrativa 2024 y Premio de la Crítica de narrativa castellana 2024. Y la sucesión de reediciones hasta la reciente publicación de la nueva novela del autor murciano, “La ballena azul”.

“Fue una alegría y quisiera pensar que también fui parte de eso, pero es muy difícil que la gente lo asuma. Para muchas personas la labor de un editor es algo extraño, no saben muy bien cuál es su trabajo. ¿Eres el que imprime? No, no imprimo. Pero ¿qué haces? ¿Escribes? No, no escribo”, dice Víctor. Y sabe que pese a que mucha gente tenga libros de Jekyll & Jill en su casa es probable que no tenga asociada o en su cabeza el nombre de la editorial. Pero eso forma parte del juego y lo asume.

“Vivo en una industria en donde la mayoría de lo que se publica en entretención y no tiene nada que ver con la cultura. Pero cero. Soy muy consciente de que tampoco leer tenga que ser algo que mejore a las personas. Cuando, además, en mi caso, para mí la lectura nunca ha sido algo saludable o sano, sino más bien enfermizo. Siempre visto como una pequeña perversión, que te debilita, que te transforma, que te duele, que te hace perder la vista y que, posiblemente, te haga menos social porque tienes una herramienta para no tener que hablar con las personas. Cualquier idea de campaña publicitaria de que leer es sano me revienta porque mi intención no es hacer libros sanos” dice el editor, quien tomó el nombre para su firma de un juego de palabras: “Jekyll”, evidentemente, por el famoso doctor de Stevenson y “Jill” por una canción infantil inglesa que se llama “Jack and Jill”.

La tipografía con la que se imprimen sus libros es una Garamont muy específica proveniente de una fundición norteamericana de los años 50. Pero como al editor no le gustan sus números les pone otros. Tiene sus trucos, como el artista de tipografías que es: consigue hacer un collage que no llame la atención para que la lectura siga siendo fluida. Le gustan mucho los libros que Pepitas de Calabaza, Wunderkrammer y en Zaragoza, le tiene mucho cariño a Libros del Innombrable porque publica cosas muy diferentes y alejadas de las que están de moda.

Mientras tanto, Víctor Gomollón sigue leyendo, todo el tiempo, todo lo que puede, enfrentando siempre cada página como una pequeña perversión.