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El universo paralelo de la ministra Fátima Báñez

La cosa es que, en mi calidad de profeflauta motorizado, salgo cada mañana por las calles y plazas de mi ciudad y hablo con quienes conozco o se detienen a compartir opiniones y experiencias. Pues bien, he sacado como conclusión que buena parte de los empleos creados y de los que tanto se ufana Báñez son basura, humo, explotación. O delirios. O realidades oníricas dentro del universo paralelo de la ministra Báñez.

Salvo el funcionariado de toda la vida, algunos “hijos de” o “sobrinos de” y algún que otro resto del personal laboral contratado hace mucho años y que se ha salvado de la quema de la reforma laboral del PP, reina principalmente el precariado en el universo paralelo español donde habito. En una alucinante entrevista publicada en eldiario.es el miércoles pasado, la ministra Báñez afirma, entre otras muchas cosas, que “funciona” la reforma laboral del PP y que “el despido es el último recurso”. Además de que, por ejemplo, más de la mitad de la juventud española no tiene trabajo, buena parte de la misma debe conformarse con desgastar zapatos y zapatillas repartiendo currículums en vano y unos cuantos “afortunados” se ven obligados a aceptar el trabajo que sea, durante las horas que sean, con el horario que sea y por el dinero que sea (hay quien ha debido pagar por trabajar). En mi universo paralelo raro es el joven que trabaja y mucho más raro el joven que gana lo suficiente para salir de la casa de sus padres (cuando no tienen que retornar) o hacer planes de futuro más allá de una quincena de días y mucho menos independizarse.

Afirma Báñez que “la estabilidad política también es empleo” (nótese que no dice que el empleo contribuye a la estabilidad política, sino que esta debe ser considerada como empleo: una lógica surrealista, como la ministra misma entera, capaz de derretir las neuronas de cualquiera en el caso de ser tomada en serio). Aquí van unas cuantas perlas más de la citada entrevista realizada en el paralelo universo de Fátima Báñez: “los ciudadanos saben que España crece y que se está creando empleo”; “estamos mucho mejor que en 2011”; creamos empleo de calidad, que es “empleo indefinido, empleo con derechos”; “el 60% de todo el empleo que se ha creado en el último año es empleo indefinido. Y nueve de cada diez de estos empleos en España hoy son a tiempo completo, por tanto, estamos hablando de empleo de calidad”; “esos 650 euros (salario mínimo) es un empleo, que yo espero que cada día se convierta en mejor empleo y mejor remunerado, pero es un empleo”; “la reforma laboral moderniza, dinamiza y favorece una negociación colectiva más cercana a las necesidades reales del mercado de trabajo y de las empresas en nuestro país”; “yo no digo que no haya despidos, yo digo que hay menos despidos y que hoy es el último recurso y no el principal recurso”; “este año se van a crear en España 600.000 empleos, 600.000 cotizantes. Ya hemos recuperado 1.100.000 afiliados a la Seguridad Social de los más de 3,5 millones y medio que se perdieron al inicio de la crisis.”

En mi universo paralelo, sin Vírgenes y sin Fátimas Báñez, el salario medio ha descendido en nuestro país más de 600 euros en tres años, el paro de larga duración supera los 3,3 millones de personas y el empleo que se crea es mayoritariamente temporal y precario. Conozco personas a quienes se les ha comunicado mediante mensaje de móvil tres altas y tres bajas laborales en la Seguridad Social en una semana (¡tres nuevos empleos! ¡tres nuevos cotizantes!). En mi universo paralelo se ha producido un aumento de los niveles de desigualdad hasta situar a casi el 30% de la población española en riesgo de pobreza, ha descendido brutalmente el gasto en prestaciones por desempleo, situándose España en la cola europea de gasto público en prestaciones dedicado a cada demandante.

Abundan los escritores y blogueros que citan profusamente en las redes sociales el siguiente texto de John Steinbeck, Las uvas de la ira:  “Suponte que ofreces un empleo y sólo hay una persona que quiere trabajar: tienes que pagarle lo que pida. Pero supón que haya 100 hombres interesados en el empleo, que tengan hijos y que estén hambrientos; que por 10 miserables centavos puedan comprar una caja de gachas para sus niños. Ofréceles 5 centavos y se matarán unos a otros por el trabajo”. Setenta años antes Karl Marx (¡vade retro Satana!) había escrito y descrito la misma idea, la misma situación.

Agazapados tras las mil y una modalidades de contratos laborales y despidos a la carta amparados en la reforma laboral del PP, se ha legalizado la explotación, la esclavitud socio-laboral (RAE, esclavitud: Sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra, o a un trabajo u obligación; esclavo: una persona que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra). Entretanto, la ministra Fátima Báñez lee y relee en su universo paralelo “La conjura de los necios”, obra póstuma de John Kennedy Toole, sin entender una palabra de su mensaje fundamental: el trabajo montado en la sociedad capitalista es una forma refinada de cruel explotación.

 

La cosa es que, en mi calidad de profeflauta motorizado, salgo cada mañana por las calles y plazas de mi ciudad y hablo con quienes conozco o se detienen a compartir opiniones y experiencias. Pues bien, he sacado como conclusión que buena parte de los empleos creados y de los que tanto se ufana Báñez son basura, humo, explotación. O delirios. O realidades oníricas dentro del universo paralelo de la ministra Báñez.

Salvo el funcionariado de toda la vida, algunos “hijos de” o “sobrinos de” y algún que otro resto del personal laboral contratado hace mucho años y que se ha salvado de la quema de la reforma laboral del PP, reina principalmente el precariado en el universo paralelo español donde habito. En una alucinante entrevista publicada en eldiario.es el miércoles pasado, la ministra Báñez afirma, entre otras muchas cosas, que “funciona” la reforma laboral del PP y que “el despido es el último recurso”. Además de que, por ejemplo, más de la mitad de la juventud española no tiene trabajo, buena parte de la misma debe conformarse con desgastar zapatos y zapatillas repartiendo currículums en vano y unos cuantos “afortunados” se ven obligados a aceptar el trabajo que sea, durante las horas que sean, con el horario que sea y por el dinero que sea (hay quien ha debido pagar por trabajar). En mi universo paralelo raro es el joven que trabaja y mucho más raro el joven que gana lo suficiente para salir de la casa de sus padres (cuando no tienen que retornar) o hacer planes de futuro más allá de una quincena de días y mucho menos independizarse.