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ENTREVISTA Biólogo marino

Dough McCauley: “Lo que está ocurriendo en los océanos es una revolución industrial muy silenciosa”

Laura Rodríguez

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El biólogo marino Dough McCauley nació en la ciudad portuaria de Los Ángeles, en California, y conoce bien la importancia de la industria en los océanos. Muchas familias de su entorno vivían del transporte de mercancías en barco, de la pesca o de trabajos relacionados con el mar. Él mismo trabajó como marinero de cubierta en un barco de pesca deportiva mientras estudiaba. Precisamente por eso, ha podido ver el gran cambio que los océanos han experimentado. Desde 1980 el transporte por el mar ha aumentado un 1.600%; en 2014 el número de peces para consumo humano de la acuicultura superó por primera vez al de la pesca y negocios como la minería en el fondo marino empiezan a convertirse en una realidad que hace poco nadie imaginaba.

McCauley, que trabaja como investigador en la Universidad de Santa Bárbara en California y participa activamente en foros internacionales para la conservación de los océanos, busca soluciones prácticas a algunos de los problemas que esta nueva industria generará. En su opinión, el océano está experimentando una transformación similar a la que se produjo en tierra firme hace 200 años. La llamada economía azul y algunas nuevas tecnologías están favoreciendo una explotación del entorno marino como nunca se había visto.

¿Qué está pasando en los mares?

La mayoría de las personas lo desconoce, pero lo que está ocurriendo en los océanos es una revolución industrial muy silenciosa. A pesar de que ocurre a nuestro lado, en nuestro patio trasero, apenas tiene visibilidad. Si todas estas cosas ocurrieran en nuestras comunidades en tierra, lo podríamos ver y conocer, nos preocuparía, nos involucraríamos, pero como ocurre en los océanos no somos conscientes. Sin embargo, esta revolución industrial también impactará nuestro futuro, tendrá un efecto en nuestra comida, en la energía, en la biodiversidad y en las extinciones de las especies. Se trata de la mayor actividad que hemos hecho nunca en el espacio más grande del planeta.

¿Por qué dice que estamos asistiendo a una revolución industrial de los océanos?

A lo largo de la historia, el transporte en barco y la pesca fueron los pilares de la economía en los océanos. Estas actividades tienen miles de años en la industria humana. Pero eso está cambiando. La pesca y el transporte marítimo están aumentando y han surgido diversas actividades nuevas que están viendo un crecimiento importante. Un ejemplo es la acuicultura, que ha aumentado exponencialmente en las dos últimas décadas. También hay otras industrias, como la energía marina, las construcciones costeras, la desalinización o, más preocupante, la minería en los fondos marinos. Se parece mucho a la revolución industrial que hace 200 años se produjo en tierra. Hay una parte estimulante de creación de alimentos, de empleo, de energía limpia, de datos, pero también un gran reto para que la industrialización no dañe los océanos.

Esta revolución industrial tendrá un efecto en nuestra comida, en la energía, en la biodiversidad y en las extinciones de las especies. Se trata de la mayor actividad que hemos hecho nunca en el espacio más grande del planeta

¿Deberíamos evitar que se produzca?

Hay actividades de la industrialización de los océanos que sin duda debemos promover. La energía marina es una de ellas. No podemos esperar pasivamente a que crezca, tenemos que incentivarla con más inversiones gubernamentales que le permitan competir en igualdad de condiciones. En el contexto del cambio climático hay que buscar nuevas formas de energía baja en emisiones de carbono y aprovechar el inmenso poder del océano. Cada vez veremos más centrales de energía en el mar, que incluirá no solo la eólica y la mareomotriz, también otros tipos más experimentales como la energía térmica y la energía de las olas. Pero hay que reconocer que eso supondrá más actividad humana en el océano que producirá unos cambios. Tenemos que pensar qué debemos hacer para minimizar el impacto.

–¿Cree que, con un buen plan, podremos reducir los efectos negativos en todos los casos?

Una de las actividades más controvertidas y sobre la que no sabemos cómo minimizar su impacto es la minería en el fondo marino. Hace poco, más de 650 científicos marinos hemos firmado una carta en la que advertimos de que esta industria va a crear grandes amenazas para la salud del océano. Necesitamos frenar y ver si hay una manera sostenible de que esto se pueda llevar a cabo, aunque estamos preocupados porque nos parece que no la encontraremos. Quizá esta sea una actividad que debamos evitar.

¿Hay alguna otra actividad que hay que vigilar?

En el medio están otras actividades como la acuicultura, el equivalente de la agricultura terrestre. Se trata de uno de los factores que podrían ser más relevantes en los cambios en la biodiversidad. El motor más importante de nuestro impacto proviene de cómo usamos la tierra y de las prácticas de la agricultura. Ahora estamos empezando una nueva revolución produciendo comida de cultivo en el océano. Hace unos años, el número de peces producido para el consumo humano superó al de la pesca salvaje, lo que supone un hito importante, como el que ocurrió cuando dejamos de ser cazadores recolectores para convertirnos en agricultores. Sabemos que hay granjas sucias y otras que usan técnicas más limpias. Hemos destrozado ecosistemas enteros en países como Chile o Noruega y muchos lugares de Asia. En este caso, debemos ser más inteligentes y estrictos para asegurar que solo prosperen las técnicas más limpias.

¿Qué otras cosas conforman esta nueva revolución industrial?

Un gran crecimiento de diversos tipos de actividad que alterará las costas. La forma más extrema son los barrios de ciudades construidos en el mar en lugares como Oriente Próximo, pero las ciudades en el litoral y la población de estas zonas aumenta en todo el mundo.

Habrá también un gran aumento de las telecomunicaciones y hardware en los océanos, y la desalinización está creciendo a gran ritmo en algunos lugares para asegurar el acceso al agua. Por último, hay otros tipos de infraestructuras novedosas que se están considerando, como los centros de datos bajo el mar que aprovechen el potencial de enfriamiento de este entorno.

Usted parece aceptar la idea de que la mejor solución para corregir los problemas que una parte de la tecnología ha creado sea usar más tecnología. ¿No se trata de una paradoja?

El gran reto del futuro de esta nueva revolución industrial o su solución parcial está en la respuesta a esa cuestión. Para ser honesto, yo, como ecólogo marino y biólogo conservacionista quiero un océano menos frenético e industrial pero las amenazas ya están presentes. A menudo me quedo por la noche pensando sobre esta pregunta, sobre cómo podemos acomodar más actividad, más negocio y más industria en los océanos cuando lo hemos hecho tan mal hasta ahora. Desde luego, no va a ser fácil. Entonces me imagino que entro en una máquina del tiempo que me lleva al comienzo

Hábleme de su proyecto para proteger las ballenas. Parece un buen ejemplo de cómo la tecnología ha ayudado a reducir un problema de un océano cada vez más transitado.

Una de las principales causas de muertes de ballenas en peligro de extinción en muchos lugares del mundo son las colisiones con los barcos. Es un problema cada vez mayor con el tráfico creciente. Lo que nos planteamos es si hay una manera inteligente en la que pudiéramos usar la tecnología para minimizar el impacto de estos choques. La solución que diseñamos, llamada Whale Safe, se basa en un hardware que intenta detectar las ballenas que se encuentran en las vías marítimas.

Lo ideal sería que esos barcos redujeran su velocidad al entrar en ciertas regiones, pero como no lo hacen, porque para ellos el tiempo es dinero, tenemos este sistema de alerta de ballenas. El hardware comparte la información directamente con las compañías de transporte marítimo y estas pasan la información a los capitanes de los barcos para que frenen. En nuestro primer programa piloto de la Universidad de Santa Bárbara, que fue instalado hace dos años, hemos conseguido llegar a cero colisiones. No creo que hayamos solucionado el problema, pero está incentivando que se vea de otra manera. Se trata de un ejemplo que intenta combinar la aparición o crecimiento de nuevas industrias, ayudándolas a crecer minimizando su impacto en el océano.

Las tiendas de ropa o de aparatos electrónicos compran y venden gran cantidad de productos de otros países, deben saber que tienen su papel en este problema. Los supermercados no se plantean que tienen una función relevante en la salud de los océanos

¿Qué importancia ha tenido la colaboración con la industria?

Yo soy alguien que estudia ballenas, peces, corales y ese tipo de cosas, y nunca pensé que iba a pasar tanto tiempo hablando con compañías y directores ejecutivos. Ahora nos esforzamos mucho en esa labor. Nosotros somos buenos detectando ballenas; no tanto trabajando con los barcos de transporte o localizando cómo usar esos datos. Se trata de una pieza muy importante: la de hablar con la industria y conocer exactamente qué es lo que necesita –qué datos son más relevantes, en qué formato debemos presentarlos, con qué frecuencia, con cuánta antelación–. Parecen temas simples, pero es necesario tenerlos en cuenta. También nos preocupamos de hablar con los clientes del transporte marítimo, que son las grandes cadenas de tiendas con un negocio global. Los supermercados o las tiendas de ropa o aparatos electrónicos compran y venden gran cantidad de productos de otros países, así que deben saber que también tienen su papel en este problema. Muchos supermercados ni siquiera se plantean que tienen una función relevante en la salud de los océanos.

¿Entonces cree que vamos en la buena dirección?

Más bien creo que ahora hay oportunidades importantes en las que podemos tomar una dirección correcta. Uno de los grandes debates es, por supuesto, la acción contra el cambio climático. Podríamos acotar esta revolución industrial de forma inteligente y trabajar para que haya un compromiso industrial y, aún así, si no conseguimos controlar las grandes olas de calor, la acidificación de los océanos, o el colapso de las migraciones y las existencias de peces, veremos cómo muchas especies se extinguirán. Necesitamos hacer frente al cambio climático, un tema del que, dependiendo del día, me siento más o menos optimista.

Por otro lado, hay un par de debates internacionales que están teniendo lugar que creo que pueden tener una gran influencia en la salud de los océanos. Uno es sobre el tratado internacional sobre la biodiversidad en alta mar. Si se consiguiera crear un acuerdo fuerte, tendría una gran relevancia. Uno de los temas que se abordan es si se deberían crear parques marinos. En tierra no tenemos parques internacionales porque apenas hay espacios que no sean nacionales, pero esto es distinto en el océano. Sería una buena manera de proteger la biodiversidad de estas nuevas industrias. El otro tratado muy interesante es el acuerdo internacional para acabar con la contaminación por plástico. El plástico es otro de los grandes problemas en el mar. Si este acuerdo llegara a un convenio sólido y efectivo podría gestionar una de las mayores externalidades de la industrialización.

 

 

  

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