Fordlandia
En 1928, para contrarrestar el monopolio británico en el negocio del caucho, Henry Ford compró una extensión de terreno superior a las 20.000 hectáreas en el Amazonas (Brasil) para obtener su propia producción de látex y satisfacer, sin necesidad de recurrir a intermediarios, la demanda de neumáticos de sus factorías de automóviles en Estado Unidos.
Con experiencia como agricultor en su hoja de servicios y con dinero en abundancia por su éxito empresarial (imperio edificado a partir de la producción en cadena y del éxito del modelo T), Ford entregó la gestión de la explotación a los ingenieros para que ejecutaran en Brasil el esquema productivo basado en la maximización de la eficiencia técnica que tan buenos resultados ofrecía en sus factorías de Detroit.
La realidad de la selva, sin embargo, desencadenó que la apuesta de Ford, con la construcción de una ciudad en pleno Amazonas que bautizó como Fordlandia, se convirtiera en un fracaso mayúsculo.
Primero, porque el suelo elegido ?rocoso? resultó ser infértil. Segundo, porque sus ingenieros ?torpes en materia botánica? decidieron cultivar 100 árboles por hectárea, cuando lo ideal en la naturaleza es plantar siete árboles de caucho por cada unidad de superficie equivalente a 100 áreas (para evitar las plagas amazónicas). Y tercero, porque el propio Ford trató de instaurar entre sus trabajadores brasileños diferentes costumbres norteamericanas: jornada laboral de 9.00 a 17.00 horas bajo el sol tropical, gastronomía estadounidense o la prohibición de alcohol, tabaco y prostitución (medidas que provocaron una revuelta sangrienta en la ciudad de Fordlandia).
El valor de un simple botánico
En 1933, tras cinco años sin obtener una sola cosecha de látex, Ford decidió contratar a un botánico. El elegido fue James R. Weir, que en poco tiempo dio con la raíz del problema y dictó sentencia: de Fordlandia jamás saldría material para generar goma. El gran inconveniente para el magnate estadounidense fue que la solución llegó tarde, ya que la inminente producción de caucho sintético se apoderó del negocio e hizo desaparecer la demanda de caucho natural.
Cuando Ford abandonó la aventura en Brasil había perdido unos 20 millones de dólares (cantidad equivalente ahora a unos 200 millones de dólares). Y todo por no contratar a un botánico.
A nivel espacial y temporal, el Amazonas cae muy lejos del lugar de acción de la Unión Deportiva Las Palmas y los métodos de Henry Ford quedan muy atrás en las negociaciones en las que se maneja Miguel Ángel Ramírez, pero el ejemplo de Fordlandia vale para la gestión del club amarillo.
Tras tantos años con tantos ingenieros y con tantos resultados miserables, ¿contratará Ramírez a un botánico capaz de dar con el problema y ofrecer una solución para la UD Las Palmas? ¿Es Juanito ese botánico? ¿No hay más recursos? ¿De verdad que no hay capacidad para encontrar otros remedios a tanto mal? ¿Será ya tarde?
PD- Un deseo: que la UD Las Palmas no acabe como Fordlandia, como una ciudad fantasma.