Hilario Marrero: el pequeño diablo (1931-1935)

España recibe a Francia en enero de 1935 con un equipo lleno de leyendas. De arriba abajo y de izquierda a derecha: el portero suplente Eizaguirre, Cilaurren, Zamora, Areso, Luis Regueiro, Muguerza, Aedo (de pie); el masajista Conde, Hilario, Gorostiza, Lángara, Marculeta y Lafuente.

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Biografía

BiografíaJuan ‘Hilario’ Marrero Pérez (1905-1989) nació en Las Palmas de Gran Canaria y despuntó en el Porteño y en el Real Victoria. En 1928 marchó a La Coruña y disputó el primer campeonato liguero con el Deportivo (en Segunda División). En 1931 se incorporó al Real Madrid, con el que estuvo cinco temporadas, en las que ganó dos títulos de Liga y uno de Copa de España. Dos veces internacional, estuvo en el Mundial de Italia 34, aunque no llegó a jugar. Tras la guerra civil militó en el Barcelona y regresó al Deportivo para ascenderlo a Primera División como jugador-entrenador. También dirigió, entre otros, a la UD Las Palmas. Murió en 1989.

El pequeño diablo

El pequeño diabloDos títulos de Liga, uno de Copa de España, dos internacionalidades, la presencia en el Mundial de Italia 34, un curso en el FC Barcelona, cinco temporadas en el Real Madrid de Zamora, Ciriaco, Quincoces, Luis Regueiro y compañía… Los éxitos deportivos de Hilario Marrero obligan a colocar a este futbolista en un lugar de privilegio dentro de la galería de los más ilustres jugadores canarios. Sin embargo, el recuerdo que de él se guarda en las hemerotecas está más ligado a sus anécdotas, los líos federativos que provocó su primer fichaje por el Deportivo, su huida a Galicia disfrazado de mujer o sus tretas para no privarse de las salidas nocturnas durante las concentraciones.

Las historias que rodearon su vida no deben ocultar la calidad de un interior zurdo de talento extraordinario y un regate eléctrico, desconocido en la época, que llegó a jugar a un gran nivel hasta casi los cuarenta años. Nacido el 8 de diciembre de 1905 en Las Palmas de Gran Canaria, Juan Marrero Pérez, que así se llamaba, fue conocido pronto como Hilario ante un exceso de juanes en su familia. Formado en el Porteño, la marcha de José Padrón El Sueco al RCD Espanyol en el verano de 1925 le lleva a cubrir su plaza en el Real Victoria. Convertido en el ídolo de la afición blanquinegra, algunas de sus actuaciones en el Campo España llaman la atención de los clubes peninsulares.

Así, Manuel Navarro Tejada recuerda en sus escritos los cuatro goles que le hizo al Celta o los tres que le marcó al Budapest húngaro, lo que dio origen a una pugna para hacerse con sus servicios. Al final fue el FC Barcelona quien hizo la mejor oferta al Real Victoria, que se negaba a cumplir los deseos del futbolista de ir al Deportivo de La Coruña por ser más rentable económicamente su traspaso al Barça. Y en el verano de 1928, con ese ambiente de temor en la afición grancanaria ante la posible marcha de su mejor futbolista, es cuando Hilario Marrero, jugador de pequeña estatura y rostro muy limpio, embarca hacia Galicia disfrazado de mujer para burlar la vigilancia a la que era sometido por directivos y aficionados del Victoria.

Lógicamente, el FC Barcelona denunció el caso a la Federación Española de Fútbol, que dictaminó que no jugara con el Deportivo, a lo que Hilario hizo caso omiso, disputando la primera edición del Campeonato Nacional de Liga con el equipo gallego, entonces en Segunda División, pues en la máxima categoría sólo había equipos de cinco provincias (Barcelona, Vizcaya, Guipúzcoa, Madrid y Santander). Javier Domínguez explica esta polémica con todo lujo de detalles en su Historia del fútbol canario, así como su resolución posterior, que imponía una multa de 5.000 pesetas al Victoria por percibir el dinero del traspaso sin haberse formalizado el contrato y con otra sanción de 500 pesetas a los gallegos por negociar con el futbolista sin la mediación de su club.

Desde su debut con dos goles en la victoria (4-2) ante el Celta, Hilario deslumbró en La Coruña durante tres temporadas en una Segunda División de sólo diez equipos… como Valencia, Sevilla o Atlético de Madrid, los tres primeros clasificados del curso 30/31. En este último ejercicio, el Deportivo fue campeón de Galicia, pero seguía inmerso en una grave crisis económica que lo obligó a traspasar a Marrero al Real Madrid por 100.000 pesetas, una fortuna para la época. Y es que el Madrid CF, nuevo nombre del conjunto blanco tras la instauración de la II República Española, había hecho ese verano una apuesta millonaria en busca de unos títulos que se le resistían. El equipo blanco, que el curso anterior se había hecho con el mítico Ricardo Zamora, no reparó en gastos y fichó a Ciriaco, Quincoces y Olivares del Alavés; a Luis Regueiro del Real Unión de Irún, a Manuel Ateca del Racing y a Hilario Marrero del Deportivo.

Y con todos ellos, el Madrid logró el primer título liguero de su historia en dura pugna con el invencible Athletic de una delantera mágica: Lafuente, Iraragorri, Bata, Chirri y Gorostiza. Lo hizo, además, sin perder un partido y sumando el punto decisivo en Les Corts ante el Barça de Samitier y Arocha. Hilario tuvo un papel decisivo al marcar cinco goles, uno de ellos vital en el empate (3-3) logrado en San Mamés. Además, su fútbol no pasó desapercibido para el seleccionador nacional José María Mateos, que lo hizo debutar ante Inglaterra en el viejo Highbury, cuando Marrero sólo había jugado dos partidos en Primera División. Sin experiencia al más alto nivel y frente a unos pross deseosos de vengar la derrota producida dos años ante en el Metropolitano, el interior grancanario participó en la humillación (7-1) británica.

Aquel 9 de diciembre de 1931, sobre un campo embarrado, el genial Dixie Dean, máxima estrella de la historia del Evertón, volvió loca a la defensa española. “Derrota aplastante” es uno de los títulos más suaves de los periódicos de la época, que señalaron que Hilario “estuvo discreto o incluso menos”. Cuatro días después, en Dublín, España se imponía por 0-5 a Irlanda, pero Mateos se había cargado a medio equipo. Zamora, Quincoces, Cilaurren y el interior grancanario pagaron los platos rotos. Para los otros tres hubo pronta amnistía, pero el pequeño diablo tardó más de tres años en regresar a la selección española. Eso sí, el primer título de Liga de la historia del Madrid sirvió para mitigar la frustración del debut internacional.

El curso siguiente, el conjunto blanco repitió éxito en el torneo de la regularidad, esta vez con mayor comodidad y tras dejarse ir en las jornadas finales, después de incorporar a Pedro Regueiro (Real Unión de Irún), Pepe Samitier (Barcelona) y el grancanario Luis Valle (Victoria). La competencia era brutal, pero Hilario fue titular en todos los partidos de Liga, marcó cinco goles y cantó el alirón tras una goleada (8-2) al Arenas de Getxo, en la que abrió y cerró el marcador. Eso sí, desapareció de la selección y se quedó sin doblete, pues el Athletic se impuso (2-1) a los blancos en la final de la Copa de la República disputada en Montjuic.

En la temporada 33/34 el Madrid no pudo repetir título de Liga. Y Marrero estuvo lejos de ofrecer su mejor nivel. Desapareció del equipo tras una dolorosa derrota (3-2) ante el Oviedo de Isidro Lángara, en un choque que también le costó el puesto Zamora. Eso sí, con la vuelta de ambos en el equipo inicial, el conjunto blanco se tomó cumplida revancha del Athletic en la Copa de España, eliminando a los vascos en cuartos de final tras un segundo partido de desempate. En la final, disputada también en Montjuic, el equipo que entonces dirigía Paco Brú, el primer seleccionador nacional, derrotó (2-1) al Valencia con una actuación estelar de Hilario Marrero, “el mejor del equipo otra vez”, según escribe Ors en ABC. De hecho, un directivo entusiasmado le regaló al futbolista una parcela en el Paseo de la Castellana, entonces en las afueras de la capital.

Hilario envió un trallazo al larguero en la primera mitad y un disparo al poste en la reanudación, antes de lograr el tanto del empate a veinte minutos del final, tras recibir un pase de Samitier y disparar con precisión, “un goal monumental; sin exageración, un goal de final, un goal de estadio, sí, digno de Montjuic y de la Copa. Grande en sí y por lo que significaba”. Al final, el presidente de la Generalitat de Catalunya, Lluis Companys, entregó el trofeo al capitán madridista, Ricardo Zamora. Su portentosa actuación en la final de Copa, el partido más importante del año, le valió para ser convocado por Amadeo García Salazar para el Mundial de Italia 34, pero no llegó a debutar y en su puesto se alternaron Lecue, Luis Regueiro (a pesar de ser diestro) y Chacho.

Sí estaría Hilario en el primer partido internacional tras el Mundial, un amistoso frente a Francia en Chamartín. El jugador canario había empezado la temporada 34/35 a un gran nivel, como líder de un Madrid que peleaba el título con el Betis. García Salazar apostó ante los franceses por la delantera Lafuente, Luis Regueiro, Lángara, Hilario y Gorostiza. El interior canario no estuvo bien y fue abucheado en varias ocasiones, pero también fue el encargado de cerrar el marcador (2-0) a 12 minutos del final, tras recibir un pase de Lángara. Su disparo fue rechazado por Thepot, pero en medio del barullo fue Hilario el más rápido para empujar al fondo de la red… y provocar el delirio de los aficionados que invadieron el terreno de juego para abrazarle.

Al final, el Madrid se quedó sin título, aunque Hilario firmó su temporada más completa. Un derrota (5-0) en la penúltima jornada ante el Barça, que en la primera vuelta había caído (8-2) en Chamartín, dejó el campeonato en bandeja al Betis. En el curso siguiente, la campaña 35/36, juega poco y acabada la Liga decide comprometerse con el Valencia para disputar la Copa de España. En su debut como ché, en el partido de vuelta de la primera eliminatoria, marca dos goles al Espanyol y fuerza un partido de desempate… en el que no puede actuar y el Valencia es eliminado. Y el inmediato estallido de la guerra civil limita a una única presencia su participación con el cuadro levantino. Durante la contienda regresa a Galicia, donde salva a un par de futbolistas de ser paseados por los falangistas.

Acabada la guerra refuerza a un Barcelona que había perdido muchos jugadores y que a duras penas escapa de la promoción de permanencia. En el verano de 1940 regresa a La Coruña y como entrenador-jugador lleva al Deportivo a su primer ascenso a la Primera División, tras disputar una agónica promoción frente al Murcia. Con veteranos como Elícegui o Chacho y con un joven portero como Juan Acuña, que haría historia en el Deportivo, Hilario volvería a jugar en la élite con 36 años y aún apuraría su carrera en el Elche como entrenador-jugador. Y luego triunfaría en los banquillos al ascender al Racing de Ferrol a Segunda División y al Deportivo de nuevo a la élite. Y también dirigiría a la UD Las Palmas y al CD Tenerife. Establecido en la capital grancanaria, donde disponía de dos taxis, falleció el 14 de febrero de 1989.

 

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