LOS 32 FUTBOLISTAS CANARIOS DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA

Juan Guedes: El mariscal amarillo (1968-1969)

Juan Guedes remata contra el cuerpo del portero Prosperi durante el choque amistoso ante Suiza disputado en Mestalla y que acabó con triunfo español por 1-0.

Canarias Ahora Deportes

Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaJuan Guedes Rodríguez (1942-1971) nace en Carrizal de Ingenio (Gran Canaria) y, tras formarse en el histórico Porteño, ingresa en los juveniles de la UD Las Palmas para debutar con el primer equipo a los 18 años. Titular indiscutible desde su aparición, destacaría por su elegancia como mediocentro y la precisión de sus servicios. Partícipe del ascenso a Primera División, es pieza clave del conjunto que, dirigido por Molowny, logra un tercer puesto liguero y un subcampeonato. En el curso 70/71 sólo puede jugar 11 partidos al serle detectado un cáncer que acaba con su vida con 28 años y sólo tres meses después de jugar su último encuentro en Sarriá.

El mariscal amarillo

El mariscal amarilloA Paco Castellano, casi 190 centímetros de humanidad, sangre amarilla y con un vozarrón capaz de hacer temblar de miedo a un descargador de muelles, se le quiebra la voz cuando recuerda la figura de Juan Guedes. Y se le humedecen los ojos al recordar un detalle que muestra la calidad humana de “un futbolista excepcional que, aunque no era mucho mayor que los que habíamos llegado de golpe a la Unión Deportiva, se portaba como un padre para nosotros. Siempre estaba pendiente de cualquier problema que tuviera un compañero y, si estaba en su mano, él lo solucionaba. Nunca podré olvidar lo que pasó una vez que yo tuve problemas para pagar la mensualidad de mi piso. Le había pedido al club que me adelantara un poco de dinero, la entidad puso pegas y él se enteró de que yo estaba apurado e inquieto porque jamás me ha gustado deber nada. Entonces, sin decir nada a nadie, llegó al día siguiente día y me dijo: ‘Su problema ya está resuelto’. Me solucionó aquello porque él era así, era una persona maravillosa”.

Además de “un compañero irrepetible”, “un hermano”, “un amigo único” o “una bellísima persona”, como le definen algunos de los compañeros que tuvo en Las Palmas, Juan Guedes Rodríguez era “un medio izquierdo de técnica insuperable. Un superdotado capaz de hacer pases de cuarenta metros que nunca se habían visto. Y defensivamente era muy bueno, pues se hartaba de robar balones aunque pareciera que no hacía nada”, en definición apresurada de José Juan Gutiérrez, el nueve de aquella Unión Deportiva que durante dos temporadas peleó con Real Madrid y Barcelona por la supremacía del fútbol español. El director de aquella sinfonía amarilla era Guedes, nacido el 2 de octubre de 1942 en Carrizal de Ingenio (Las Palmas de Gran Canaria) y que se formó como futbolista en el histórico Porteño, donde destacaba como extremo izquierdo. Incorporado a los juveniles de la UD Las Palmas, cuando debuta en el primer equipo en la recta final de la temporada 60/61, el técnico Casimiro Benavente lo reconvierte en medio izquierdo.

Y así, con el seis a la espalda, se convierte en un pilar de la nueva Unión Deportiva a la que el curso siguiente se incorpora Tonono, su compañero inseparable. Con la llegada de los diablillos amarillos, Las Palmas fracasa en su primer intento de regreso a la élite, pero no falla en el curso 63/64, con Vicente Dauder en el banquillo y Guedes como conductor y autor de media docena de goles. Y en la élite, el centrocampista amarillo puede lucir aún mejor sus condiciones como mariscal de campo y lanzador de Germán, Gilberto I, el andaluz Lizani o León. “Alto, delgado, zurdo, con clase para regalar, podía jugar en cualquier puesto, aunque como más brillaba era por detrás de Germán y Gilberto. Tenía un pase largo exquisito, algo que entonces no se veía. Y también era extraordinario en los cambios de juego. Cuando se paraba y levantaba la cabeza ya sabías que tocaba correr la banda, porque te la iba a poner con ventaja”, recuerda Martín Marrero, que lo disfrutó como lateral, primero en la banda izquierda y luego en el carril derecho.

Además, Guedes mejora cada año. En su segundo curso en la élite ya es el jefe de Las palmas. Y también el objetivo de sus rivales. En algunos encuentros, sufre auténticas cacerías. El Elche será un rival que le tratará habitualmente con especial dureza. Y la explosión definitiva llega en el curso 66/67, donde a su fútbol le añade gol. Uno de ellos, logrado con la cabeza o con la mano (que aún hay dudas) ante el Barcelona en el Insular en la antepenúltima jornada es especialmente celebrado: elimina cualquier amenaza de descenso y permite a Las Palmas salir de la zona de promoción, en la que no volvería a caer. Ese día, además, debutaba Luis Molowny en el banquillo del Insular. Y la temporada siguiente, con don Luis como entrenador, Las Palmas pelearía por el campeonato con Madrid y Barcelona y un once que permanecería casi invariable durante dos años, con diez canarios como jugadores de campo: Oregui o Ulacia; Aparicio, Tonono, Martín; Castellano, Guedes; León, Gilberto II, Jose Juan, Germán y Gilberto I.

En la primera temporada se despide del título después de perder ante el Real Madrid en el Bernabéu en la penúltima jornada, tras una parcial actuación del árbitro Zariquiegui y una tarde muy brillante del guardameta canario Betancor, que durante casi una década defendió la portería merengue. Rival esa tarde, Betancor sólo coincidió unos meses con Guedes en la UD Las Palmas, pero lo tuvo muchas veces como adversario y lo define como “un monstruo que se plantaba en el centro del campo y decía ‘aquí estoy yo’. Poseía una gran visión de juego sobre el campo y sabía darle al choque el ritmo preciso”. Un año después, la Liga 68/69 se le escapa a los amarillos porque Guedes causa baja durante casi un mes después de que el paraguayo García Rivas (Elche) lo lesionara con una entrada escalofriante y porque, ya en la recta final del campeonato, es sancionado con 12 partidos de suspensión por el Comité de Competición por una entrada a Javier Planas en un Las Palmas-Zaragoza… pese a que el árbitro no lo expulsó. Harto de recibir patadas, el mariscal se tomó la justicia por su mano. Pese a todo, fue elegido Futbolista del año por el rotativo catalán Mundo Deportivo.

Para entonces, Guedes ya había recibido la llamada de la roja, con la que debutó en el célebre partido ante Suecia disputado en Malmoe, cuando Domingo Balmanya, que jugaba con un 4-3-3, presentó un mediocampo íntegramente canario: Santos, Guedes, Germán. Una línea que, en opinión de Matías Prats “mejoró en la segunda parte, gracias a una coordinación más eficaz entre sus componentes, lo que hizo que el mando fuera absolutamente español”. Y si la lesión antes citada le privó de que Eduardo Toba lo alineara ante Bélgica, no ocurrió así con la sanción impuesta por el Comité de Competición, que no impidió que el triunvirato Artigas-Molowny-Muñoz (técnicos de Barça, Las Palmas y Madrid, los tres grandes de la época) lo utilizara como titular en la victoria (1-0) frente a Suiza, lo que se entendió como un desafío de los seleccionadores a la decisión federativa en una época en la que, como se ha visto, el cargo de seleccionador español no era vitalicio, precisamente.

El choque ante Suiza fue un despropósito. Disputado un miércoles por la noche en medio de dos jornadas de Liga, el choque sólo atrajo a 8.000 espectadores (pues justo un mes antes se había certificado su eliminación matemática con vistas al Mundial de México 70) y empezó con casi una hora de retraso después de que una avería dejara Mestalla sin luz… y en medio de una intensa lluvia. El choque no fue bueno y Juan Guedes, “que al principio coordinó bastante bien por el centro del terreno, luego fue desmoronándose en un pobre partido, que culminó con el gran fallo que tuvo solo ante puerta, después de un error monumental de la defensa suiza, no consiguiendo un gol que logra un escolar”. El centrocampista grancanario ya no volvería con la selección española, pero sí dio tardes de gloria a la UD Las Palmas “con una pierna izquierda que le servía para poner el balón donde él quería, porque tenía esa visión especial de los partidos que tienen los grandes jugadores”, como recuerda Germán Dévora.

Tras pelear durante dos años por el título, el curso 69/70 tiene el aliciente de la primera participación amarilla en la Copa de la UEFA, aunque la aventura europea dura poco para Las Palmas y aún menos para Guedes, expulsado en el debut ante el Hertha de Berlín, que resolvería con un solitario gol la vuelta en el Estadio Olímpico, partido que no pudo jugar por sanción. Y en la Liga sufre hasta cinco derrotas en el Insular, antes de que Luis Molowny sea destituido con el equipo en zona de descenso. El palmero Rosendo Hernández se hará cargo del conjunto, que reacciona en las jornadas finales, pero ya sin el mariscal, pues se siente indispuesto durante un partido ante el Athletic y no reaparecería más. Sí volvería a jugar el curso siguiente. Al principio, a cuentagotas; y luego, con asiduidad, hasta completar ocho partidos completos de forma consecutiva. Pero su rendimiento no era bueno. Y el 13 de diciembre de 1970, en el campo de la carretera de Sarriá, disputa el que iba a ser su último partido.

Semanas después llega el diagnóstico fatal: cáncer de estómago. Se somete a tres operaciones casi seguidas en la Clínica Platón de Barcelona, dirigidas por el prestigioso doctor Piulachs, pero su dolencia no tiene remedio. Casado y con dos hijos pequeños (el mayor tenía entonces sólo tres años), se decide su traslado a casa. Y el 9 de marzo de 1971 fallece en la Clínica Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria, con sólo 28 años de edad. “Fue un palo para todos, especialmente para Tonono, pues eran amigos íntimos de toda la vida, desde juveniles. Y además eran compañeros de habitación en todas las concentraciones. Siempre estaban juntos y Antonio ya no fue el mismo después de la muerte de Juan”, apunta Martín Marrero, quien recuerda que la Unión Deportiva no ganó ni un partido más en las seis jornadas que restaban. “Queríamos dedicarle una victoria, pero fue imposible. Es verdad que el fallecimiento era más esperado, porque un cáncer en esa época… pero fue un golpe durísimo”, añade.

Su entierro y el posterior partido de homenaje ante el Partizán de Belgrado fueron gigantescas manifestaciones de dolor en toda la Isla y en todo el Archipiélago. Un busto de bronce recordó durante décadas su figura en el Insular. Era, en palabras de Castellano, sangre amarilla y 190 centímetros de humanidad, “un líder en el campo y en el vestuario y un futbolista al que todos los años venían los equipos grandes a buscarlo pero que nunca quiso abandonar la UD Las Palmas”.

 

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