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Adaptación de los centros educativos al cambio climático

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Por Narciso Araña Bordón, profesor de Tecnología en el IES Carrizal, y Antonio Hernández Rodríguez, abogado, miembros de Salto a la Transición ecológica.

Las olas de calor del pasado octubre mostraron lo devastador que puede ser el cambio climático para la salud de todos y todas. Hay que felicitar a la Consejería de Educación por la rapidez con que ha reaccionado frente a los efectos de las mismas en la comunidad escolar, especialmente en el alumnado. Todos estamos preocupados por cómo afrontar los próximos episodios de este tipo en los centros escolares. 

Parece acertado por parte de los dirigentes de la Consejería distinguir entre medidas a tomar en el corto y en el largo plazo. En el corto, el anuncio de un protocolo de suspensión de clases cuando vuelvan los calores extremos, asimismo que desde los centros se empiece a trabajar en medidas tales como rincones de sombra, más árboles y mejor ventilación. Podríamos añadir algún punto como el que todos los alumnos puedan tener acceso gratuito al agua fresca, pero en general el espíritu de la iniciativa la consideramos buena.

Queremos hacer algunas reflexiones tanto sobre estas medidas a corto plazo como las nuevas inversiones que se contemplan a largo plazo. La priorización de las actuaciones de adaptación al cambio climático en los centros escolares no puede depender solamente de la diligencia o no de los equipos directivos en presentar proyectos para sus centros. La Dirección de Infraestructuras en el caso de los centros de  Bachillerato y Secundaria y las Concejalías de los Ayuntamientos que correspondan en el caso de los colegios públicos son las instancias que tienen que diseñar la secuenciación de las inversiones a llevar a cabo en función de variables objetivas que midan el riesgo del alumnado a sufrir los aumentos de temperatura. Nos referimos a variables tales como la ubicación de los centros, su diseño arquitectónico, la existencia o no de instalaciones de climatización y la calidad de su construcción, esto es lo que debiera marcar la urgencia de las obras a llevar a cabo. En cuanto a la ubicación parece razonable iniciar las obras de adaptación a la crisis climática en los centros ubicados en el sur de las islas, teniendo en cuenta sus temperaturas más altas.

La época de la COVID demostró que para los niveles educativos de los que hablamos la enseñanza a distancia tiene muchos inconvenientes, las clases telemáticas o la reducción de la jornada escolar  afectan severamente a la formación del alumnado, se pierde la función de socialización que juega la presencia escolar en la vida de los jóvenes. Además ante las olas de calor  los hogares de una  gran parte del alumnado no están mejor preparados climáticamente que los colegios para soportar las altas temperaturas, y a esto se le suma la necesidad de conciliación familiar donde muchos padres y madres no pueden hacerse cargo de sus hijos en periodo escolar. Todo ello redunda en  la necesidad de imprimir celeridad a estas inversiones de adaptación.

Desde los centros educativos, podemos plantear las consecuencias del cambio climático como una oportunidad de aprendizaje donde los alumnos y alumnas pueden aprender por ejemplo, medidas de monitorización del clima, concienciación en el respeto al medio ambiente, ahorro energético, etc. Podemos plantear proyectos de centro mediante modelos de aprendizaje  donde se enseñe a fomentar el ahorro del agua y de las energías y medidas para paliar las consecuencias del cambio climático que supongan un beneficio para el propio centro y para la sociedad.

Por otro lado, casi todos los centros cuentan con amplias azoteas, canchas al aire libre y aparcamientos que se pueden techar con paneles fotovoltaicos generando energía para los necesarios sistemas de climatización y cubrir los servicios del propio centro. Los excedentes energéticos producidos, pueden ser compartidos con la sociedad mediante comunidades energéticas, dedicando parte de los beneficios a reducir los gastos e inversiones en el propio centro.

Esta pionera iniciativa de la Consejería de Educación en Canarias tiene que extenderse a otras administraciones e instituciones, para que se tomen medidas del mismo calado para proteger a la población en otros ámbitos, tales como las instalaciones sanitarias, los lugares de trabajo, los espacios públicos y zonas residenciales.

No podemos acabar sin recordar la causa primera de esta crisis climática, la quema de combustibles fósiles, por lo que el principal esfuerzo inversor de la sociedad tiene que llevarse a cabo en la implantación de renovables. Es en este proceso de descarbonización donde nos jugamos el futuro.  

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