Así nos va
Como quien no quiere la cosa, si entras en un buscador cualquiera te darás cuenta de que el paso por una peluquería genera más inquietudes que un conflicto bélico. La salud del cuero cabelludo incompatible con una alopecia involuntaria le ha ganado la partida a un conflicto histórico con resultado de muertes. No será la primera vez que fijamos como sociedad muestra su atención en banalidades más propias de situarse detrás de un visillo que de situaciones urgentes sobre las que hay que plantear una solución.
De hecho, los servicios informativos de las televisiones de los diferentes medios de comunicación no son de los programas más vistos en comparación con los denominados realities shows salvo, claro está, que el morbo se apropie de la noticia. Nada mejor que el mantenimiento del suspense a través de las elucubraciones, analizadas y reanalizadas por pseudocientíficos transversales que no aguantarían un criterio de falsación adecuado. Visto lo visto, el debate se ha de centrar en el papel de la información, tanto en su cantidad y como en su calidad. Incluso en la desinformación como forma de información, personando a la formación del conocimiento e, incluso, a los sistemas de entretenimiento.
El cuestionamiento de la ética en los procesos de cobertura no es nuevo, al igual que el encapsulamiento progresivo en titulares que se profesa. La perspectiva se ve condicionada por la subjetividad olvidándose que el valor de la comunicación no siempre está correlacionado con el éxito que genere, teniendo en cuenta que lo atractivo de una situación no siempre depende de su relevancia sabiendo que, como buena base de la controversia, la pasión asociada a una discusión es inversamente proporcional a la cantidad de información real disponible.
Por eso, para tener un criterio propio en el que no podamos responsabilizar a nadie más de nuestros aciertos y de nuestros errores, no demos por verdadero lo que realmente son opiniones, mezclando hechos con juicios de valor, o a través del ocultamiento deliberado de trozos de la realidad. Tampoco generalicemos absolutamente todo ni establezcamos estereotipos, de forma que, si nos tropezamos todos los días con un gato negro, no significa que todos los gatos serán negros. Para ello, ampliemos espectros de información eliminando la rumorología y la especulación, debiendo asumir que detrás de un hecho, tengamos la seguridad que hay otro hecho. Y si no lo hemos encontrado es porque no lo hemos buscado bien.
Además, en la actualidad tenemos nuevos actores e instrumentos que se inmiscuyen en nuestra cabeza y, por ende, en nuestro conocimiento de las cosas. De hecho, se disponen de artilugios que capturan nuestra atención e, incluso, nuestra inteligencia, hasta el punto de atrofiarla al estrechar nuestro campo de visión. Entonces, ¿cómo se sabe qué es lo que ocurre? ¿Quién o qué te lo cuenta? ¿Qué nivel de confianza te da? ¿Es contrastable la información que consumimos o nos tragamos el primer titular con el que nos tropezamos como dogma de fe? Son preguntas que hay que hacerse para evitar manipulaciones, porque no olvidemos la máxima de “si es gratis, el producto eres tú”.
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