Ya tenía claro que en determinadas áreas la labor de piqueta y tractor había funcionado a las mil maravillas. Con el derribo, más o menos consentido de una institución como el CIC -la cual no colmaba el vaso de las aspiraciones de quienes mandaban antes en el Cabildo- empezó un progresivo deterioro de las actividades culturales pensadas para el común de los mortales, y no sólo para quienes poseen una abultada cuenta bancaria. Con ello, la cultura de base, la que tiene como principal intención formar a las personas, perdió un punto de encuentro fundamental que, por mucho que pretendan maquillarlo, no han logrado aportar las instalaciones de Ciudad Alta. Las ruinas del CIC dieron paso a la ruina de un sistema que había logrado componer un circuito cultural que no dependía tanto de los caprichos de unos pocos sino de un pulso creativo que, gracias a la labor demoledora de los anteriores encargados, se terminó por perder. Está claro que quienes más tienen no simpatizan con compartir sus momentos de asueto con quienes consideran que no están a su altura. De ahí que fueron varios los que vieron con buenos ojos el cierre del museo Elder –de la ciencia, la tecnología y el conocimiento- para colocar una pinacoteca con los fondos del CAAM. De haber logrado que la propuesta llegara a algún sitio, seguro que nos hubiéramos sorprendido –y no gratamente, me temo- del gusto artístico de algunos consejeros de cultura que ya forman parte del imaginario del disparate. No obstante, salvo gloriosas excepciones fueron muchas las iniciativas que sufrieron las iras destructivas de quienes sólo se preocuparon por rescatar propuestas caducas o, peor aún, patrocinar opciones de oportunistas o descerebrados que poco bien le terminaron por aportar a la ciudad. El refrán dice que “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Yo digo que la ganancia es de la que quienes se saben mover por los vericuetos del poder, lo que no significa que la ganancia aporte nada bueno para el resto de los ciudadanos. Además, como se juega con el dinero de los demás, poco importa que se tengan que dilapidar cincuenta millones de euros hasta lograr que la idea logre funcionar. Si, al final, el organismo encargado de aportar los fondos está en quiebra técnica, que me quiten lo bailao que diría un pícaro.De todas maneras, no me pude imaginar que la labor de termitas de los anteriores responsables tocara áreas tan sensibles como los fondos destinados a crear empleo, ayudas sociales, médicas, de educación y formación o la limpieza de nuestra ciudades. Lo que ocurre es que en el C.V. de los anteriores responsables, no hubiera quedado bien incluir la convocatoria de nuevas plazas para los empleados de la limpieza pública, o la ayuda a quienes se tienen que ir hasta la Península para esperar un trasplante, o lograr que los servicios de transporte funcionen como deben y no como una empresa de transporte de ganado. Todo eso no tiene el glamour de una foto ante una maravillosa y fantasiosa maqueta, la cual representa el faraónico sueño de quienes sólo creen que se puede pasar a la posteridad por un proyecto de estas características. El trabajo diario, constante, pensando antes en el bien común que en el propio no entra dentro de sus prioridades. Significaría rebajarse y, faltaría más, para esos están los demás. Aunque lo que más miedo me da, si lo pienso fríamente, es que los anteriores responsables están, realmente convencidos, de que lo hicieron bien y de que no tienen nada de qué arrepentirse. Sólo vale su manera de hacer las cosas y todos los demás estamos equivocados. Su comportamiento me recuerda a la frase que se incluye en el cartel de la película The Kingdom, la cual llegará a las pantallas el próximo otoño. En dicho cartel se puede leer la frase ¿Cómo se puede luchar contra un enemigo que no tiene miedo a morir?Trasladando la frase al tema de esta columna vendría a decir lo siguiente ¿Cómo se puede llegar a dialogar, siquiera convivir, con quienes prefieren dejar ruinas a su paso, antes que construir algo que, de verdad, aporte un beneficio para el bien común?Pensarán que soy un exagerado, y puede que lo sea, pero uno se cansa de tanta prepotencia, llegada de quienes han prometido defender el bien común y que, nada más tomar posesión del cargo, terminan haciendo lo contrario. Veremos, al final, si se puede salvar algo entre tanto despropósito, pero las cosas no pintan, lo que se diga, muy bien. Eduardo Serradilla Sanchis