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Era en 2011

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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Los científicos sociales no pueden, pues, producir los hechos a imagen y semejanza de sus elaboraciones teóricas; estas, más que profecías, muestran escenarios probables desde postulados constructivistas, pero superados por lo fáctico. Pensemos en el trágico y fanático acontecimiento de Noruega? Si en la mente de un criminal en masa se ha forjado esa mezcla trágicamente errónea y viciada de lo templario con lo antiislamista, -que en verdad la Orden del Temple no lo era, pues buscó encubiertamente el sincretismo simbólico-, de lo neonazi con lo ultracatólico, de lo masónico con lo fascista? ¿Qué es lo que ha pasado con las ideologías tradicionales del liberalismo, esa izquierda y derecha nacidas en la Revolución Francesa tendiendo a su decisión o no de matar al rey, y del lugar en el que los jacobinos y los girondinos se sentaron en relación con la presidencia? ¿Qué ideologías están naciendo en el seno de una Unión Europea que se está autoinmolando por su pasividad, las cuales buscan acabar con el Estado social y democrático de derecho?

Las profecías igualmente se han equivocado en esta ocasión? Porque el final de un paradigma no ha comenzado en 2012, sino en 2011, con antecedentes desde 2007. Podemos inferir, consiguientemente, que aunque las grandes proposiciones de las ciencias sociales no llegan, por lo general, a alcanzar una confirmación en la vida cotidiana y a cumplirse, si influyen en la formación del discurso social y de esa manera intervienen en la construcción de la realidad. Es lo que está ocurriendo con la actual crisis, que ya hace tambalear al euro tras el fracaso de la cumbre del Eurogrupo, y que nos conduce a un mundo bipolar dominado por China y Estados Unidos.

El científico social, por lo tanto, se interroga sobre su papel en una sociedad cambiante y sobre las iniciativas de las instituciones en donde trabaja, tanto para afirmar como para refutar la instauración de las corrientes sociales que se avizoran. Pero no suele acertar en sus respuestas. Porque esa diosa que se llama Historia normalmente suele superar con sus hechos incuestionables la cortedad de los postulados humanos, sesgados por la intención, y no por el análisis estructurado de la realidad. Esos interrogantes no son estrictamente científicos, podemos verlos de este modo como resonancias de los asuntos que preocupan al hombre común? Es decir, al igual que las demás personas, el sociólogo siente que se encuentra frente a versiones de lo real que redefinen, por decir lo menos, toda su estancia en el espacio histórico y mitológico, personal y colectivo, y también en el tiempo mirando hacia ese futuro aún por venir, ahora caótico ante lo paradigmático que se conforma sin contar con nosotros.

Esta preocupación resulta más palpable si se considera que el ambiente en el cual se realiza el trabajo académico ha cambiado de una manera vertiginosa y en ocasiones sin que las personas comprometidas puedan seguir cabalmente el paso de los cambios, al menos para sentir seguridad y estar “al día”.

Se ha pasado de una situación más o menos unificada y orgánica, a un ambiente de transformaciones, signado por tendencias post-industriales, de mucha información e incertidumbre y a veces con rasgos de declinación institucional.

Las profecías tienden a realizarse cuando existe un fuerte deseo que las impulsa. En todos los grupos sociales, la tradición cultural suele asignar normas de comportamiento a las que se espera se adapten sus miembros. Generalmente implícitas, estas normas imponen códigos de conducta que no es fácil rehuir. Lo que empieza como una imitación se convierte en su propio modo de ser. Esto quiere decir que las personas adquieren un rol a partir de los demás, y acaban creyéndolo propio. Al quebrar ese rasgo colectivo, la profecía también quiebra.

Se puede decir entonces, que somos lo que los demás esperan que seamos. El sociólogo Robert Merton aplicó este concepto al ámbito sociológico, idea que podría explicar parte de la crisis económica actual. Robert Merton postuló que, por ejemplo, el miedo a una quiebra bancaria, en un inicio sin fundamento, lleva a que los ciudadanos retiren sus depósitos de dicho banco por lo que, efectivamente, lo llevan a la quiebra.

Y ahí estamos. En medio de ese miedo que no nos quiere dejar reaccionar, que impide o pretende impedir el que nos indignemos hasta con los indignados, estamos. Vendrá lo que vendrá tras este círculo involucionista que en forma de torbellino parece absorbernos. Una nueva sociedad surgirá, con un nuevo paradigma.Un mundo viejo muere. Un mundo nuevo nace. Aunque no lo percibamos efectivamente.

Pero de verdad muere el presente y nace el futuro, porque son incompatibles en su esencia y su naturaleza, porque no pueden pactar entre sí al ser como el agua y el aceite. Ni siquiera en la política canaria, como se ha pretendido hacernos ver. Porque son paradigmas. Y los paradigmas se suceden, no coexisten.

José Carlos Gil Marín

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