Chela, con verso y sin enmienda

Siempre admiré a estos viejos leones de la profesión que como todavía Pepe Alemán o antes Chela, me ofrecieron los cimientos con los que aprendí a manejarme y caminar durante mis primeros pasos. Siempre a caballo entre el periodismo y la literatura, sus artículos, crónicas y textos de lo más variopinto se caracterizaban por algo que suele atraer a los lectores: la originalidad. Un artículo de Chela era algo diferente a lo que hacíamos el resto. Era eso que llamábamos una “firma”, sí, pero acreditada por el paso de los años, por múltiples experiencias, por una dilatada carrera profesional y por un sinfín de lecturas que abonaban sus palabras con una magia muy especial. La ironía, el sarcasmo, el humor y la displicencia con que enjuiciaba la cosa pública y los malabarismos que realizaba para no soliviantar a los que le daban de comer ?la gastronomía y la poesía eran sus dos grandes pasiones- no le impedía dejar de decir la verdad, esa era otra de sus cualidades que siempre admiré y por la que le echaré de menos. Morir a los 64 años es hoy en día morir joven, por mucho Chela que seas. Ganar con 18 años el Premio Nacional de Teatro es decir mucho y ser un cuentista estimable -Gentes con sabor se titulaba su libro- es algo que poseen pocos en el gremio.

Una vez me pidió un libro ?Políticos con verso y sin enmienda, de Raimundo Castro- recopilación de ripios realizados por diputados y senadores que le entusiasmó. Recuerdo que le obsequié con mi ejemplar firmado por el autor y que él, ruborizado, no quería aceptarlo. Aquel volumen le dio para ilustrar algunos artículos pero nunca olvidaré su sonrisa y su agradecimiento para quien como yo era entonces un pipiolo que sólo buscaba un modesto y cálido lugar bajo el sol. Por eso cuando deguste un buen plato o un buen artículo en las Islas, miraré a las estrellas y me acordaré de Chela. Y si me sale algún verso, aunque no tenga enmienda, se lo dedicaré con el afecto de un alumno que aprendió mucho de su humilde y discreto arte de saber vivir.

Federico Utrera