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Concha Mentado, mi madre por Carlos Juma Mentado

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En el rango de los vínculo afectivos la relación materno filial adquiere una dimensión extraordinaria y su desarrollo, aunque a veces lleve por derivas de desencuentros, es más fuerte que cualquier lazo que surja de las tinieblas.

El amor, respeto y fidelidad a la madre y de ésta a sus hijos puede tener en las extraordinarias representaciones de la Semana Santa, especialmente la andaluza, la grandeza de la expresión plástica.

Los puñales que se clavan en el corazón de la madre también tuvieron su camino de ida y atravesaron de dolor incomprendido el corazón del hijo. Desencuentros, incomprensiones, entendimientos diversos ante una única realidad.

Ella sabía de mi amor y lealtad, donde encontrarme, cómo llevarme a sus entrañas de pensamientos. También yo lo supe.

El poderío de su extraordinaria fuerza de voluntad, su constancia y entrega al hombre que la hizo mujer, esposa y madre desde aquellos tiernos catorce años recién cumplidos, un palestino arribado a las islas ocho años antes,- nuestro padre-, balbuceando el castellano con sus enraizadas palabras árabes, aposentando el fardo de telas en un comercio, cuyo local es un referente de trabajo, devoción y entrega honesta, la hicieron fuerte ante las adversidades y articuló su petición de ayuda y necesidad en balbuceos que no eran fáciles de comprender.

“No alabes a una persona en vida, dice el Libro de los Libros, por sus hijos la conocerán”.

El tiempo, esa molesta dimensión que nos hace sentir la vida más rápida o más lenta, marca y fija fechas en los precisos almanaques que no pasan desapercibidas. Hoy, en la modesta historia de mi familia, se anota el primer aniversario de la partida de una mujer que es nuestra madre, abuela y bisabuela. Conmemoramos sin tristeza, enamorados de la esperanza de N.S. Jesús, vinculados en la humildad del Islam,- la sumisión al Dios Único-, su salida.

Pedimos a Padre Dios que acoja benigno a su presencia a nuestra madre, vínculo de nuestra entrada en este mundo, compañera ejemplar de nuestro padre, aquél paradigma de ser humano que deja en nuestras almas y en nuestros descendientes la esencia de los pétalos de la flor. Ellos ya no están físicamente entre nosotros pero viven en nuestras memorias, en nuestras buenas memorias.

Los que atrajeron para sí, robando en su vida, con cantos de codornices encerradas en jaulas, lo mejor de ella como persona y nos robaron su amor y su tiempo, son solamente eso, codornices enjauladas y no podrán gozar de la libertad de limitar con el infinito. Asaltaron nuestra casa, entraron como extraños y quisieron ponernos a mal entre nosotros.

He aquí nuestra victoria. Es esta hilvanada retahíla de palabras, llenas de amor hacia nuestra madre, compasión y piedad y el ruego de que el Dios Único se apiade de quienes intentaron romper los lazos indestructibles de amor entre madre e hijos.

El sol de la primavera derrite el hielo que cubre la verde hierba y nada queda oculto.

La verdad siempre dura un instante más.

Con nuestro amor de siempre, tus descendientes te emplazamos en la memoria viva junto a nuestro padre, el palestino Abú Juma.

Carlos Juma Mentado

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