Griffin considera que “el mundo desarrollado se verá envuelto en un periodo de recesión prolongada como resultado de interrupciones en el suministro de petróleo y por el cambio cllimático”. Este hecho, afirma “podría tener lugar pronto, pero no tendría que ser un desastre sino, más bien, una oportunidad única que se da cada 200 años”. El dirigente considera que los partidos de extrema derecha deben prepararse para este momento. Según sus declaraciones, “será el comienzo de una era de escasez, una era en el que un partido nacionalista bien organizado puede realmente suponer un impacto”. Para las fechas de esa “gran crisis” considera que el Partido ultra estará bien organizado para recoger el descontento popular de los “blancos británicos”. El declive del petróleo, posterior a su cenit, en el actual modelo, traerá consigo una profunda crisis económica: según Colin Campbell, uno de los geólogos más prestigiosos que hoy existen, “podemos estar ante la segunda gran depresión”. Kjell Aleklett, el presidente de la Asociación para el estudio del cenit del petróleo y el gas (Aspo), organización que predice un declive continuo del petróleo desde el 2005-2010, ha demostrado que desde comienzos del Siglo XX existe una correlación evidente entre consumo energético y Producto Interior Bruto. Si hay un declive energético motivado por el declive del petróleo –cuya versatilidad e intensidad energética no es posible sustituir con las alternativas existentes– habrá un declive económico. Las épocas de crisis son el germen de lo mejor y de lo peor de cada sociedad: pueden aparecer las actitudes más solidarias, valientes y heroicas, y al tiempo las más hobbesianas, tiranas y excluyentes. En un ambiente generalizado de negación de la situación de cenit y declive energético, con una sociedad adormecida –a caballo entre el consumismo e individualismo por un lado, y la satisfacción de las cuotas de hipoteca cada vez mayores y el mantenimiento del precario puesto de trabajo, por el otro- la aparición de una crisis económica, cuyo detonante puede tener mucho que ver con las presiones militares en Oriente Medio y la situación de declive de la economía norteamericana, es un estupendo caldo para el populismo, los recortes de las libertades y el resurgimiento del autoritarismo. La Historia está llena de ejemplos en este sentido. La crisis económica supondrá un incremento importante del desempleo, disminución de la actividad de consumo, de ocio, ralentización de la construcción residencial, turismo, disminución de ingresos públicos para políticas sociales, etc. La consecuencia lógica de esta situación será la multiplicación del malestar y la violencia social, que tienen su germen en la exclusión que generan todos los episodios de recesión económica. Hasta ahora, debido a la negación del acontecimiento histórico del cenit por parte de los gobiernos y sociedad en general, y debido a la complejidad del decrecimiento energético y sus consecuencias, no hay propuestas, planes o programas de acción para atenuar este escenario, que requeriría de medidas urgentes de decrecimiento económico y modificación profunda de nuestra estructura socioeconómica y cultural, única vía para amortiguar de forma civilizada el declive. Esta ausencia de “alternativas” para gestionar de forma más solidaria el decrecimiento energético abre la puerta a las “soluciones finales”, los discursos xenófobos y los chivos expiatorios por parte de quienes detentan el poder. La población necesitará buscar culpables fáciles –no comprenderá el origen del problema– y ahí estarán las siniestras figuras de los líderes de la extrema derecha, o de la derecha autoritaria volcada hacia el radicalismo para alimentar los odios fáciles. Los “culpables” serán los inmigrantes, los musulmanes, los que se atrevan a hablar de igualdad y solidaridad, los anticapitalistas, etc. El fin de las libertades no es una advertencia apocalíptica: EEUU está adoptando medidas de reducción de libertades civiles que harían palidecer a George Washington e imponiendo su dictado manu militari en los sitios del mundo con más recursos energéticos. El aparato del Estado, en manos de líderes autoritarios que responden con medidas “eficaces y de orden” al estado de desesperación que caracteriza los momentos de crisis profunda, deja de ser garantía para convertirse en inquietante amenaza a las libertades. Cuanto más tardemos en reaccionar colectivamente a los retos del declive energético, más probable serán los escenarios de regímenes autoritarios en nuestras vidas.* Presidente de Canarias ante la crisis energética Juan Jesús Bermúdez Ferrer*