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Cuarto y mitad de España
Probablemente el rechazo que buena parte de los españoles tienen al 12 de octubre se deba al ostentoso nombre que le han puesto los popes: fiesta nacional. Como si se tratara de una corrida de toros, tradición muy enraizada en la carpetovetónica sociedad española, pero muy discutida también por una parte importante de ella.
Tampoco ayuda mucho que a este jornada se le llamara antes el Día de la Raza o de la Hispanidad, como si los españoles fueran los únicos machomán de la historia de las civilizaciones, el español como torero racial (y muchas veces racista) de la plaza monumental del mundo civilizado, aunque en este caso se trate de una práctica bastante incívica y bestial. Sí a los toros, no a la tauromaquia.
La prensa nacional destacó que Clavijo fue el único presidente nacionalista que acudió al desfile militar en Madrid. ¿De dónde han sacado en la metrópolis que CC es nacionalista? Como mucho regionalista, aunque más bien insularista. Estas celebraciones son como las banderas, esos trapos de colores que sirven para dividir a los pueblos en vez de unirlos.
Con la bandera de España ha pasado como con los himnos: se los han apropiado algunos a lo largo de la historia y por eso el resto no comulga con ellos.
Los que ya somos talluditos y peinamos canas desde hace tiempo asociamos la bandera y el himno españoles a una panda de fachas que asaltaban por la calles de Madrid a los estudiantes que llevábamos el pelo largo y barba a finales de los 70 y principios de los 80. Aquellos fachas de Cristo Rey que cantaban el Cara al sol por la calle iban repeinados con gomina de Mario Conde y con la banderita de España en el reloj de pulsera.
Cuando unos pocos ultraderechistas vinculados a la dictadura franquista monopolizan la bandera y capitalizan el himno nacional, a los que no son como ellos no les queda otra que desconfiar de esos símbolos patrios. Los que presumen de patriotas son los primeros que se llevan sus dineros a Suiza para no pagar impuestos en su país y a los que les importa un bledo sus vecinos pobres.
Los supuestos patriotas que afean a la izquierda su alergia a banderas e himnos son los primeros en apartar a sus adversarios del palio de los símbolos nacionales. Se les llena la boca con la palabra España, pero luego se reservan el derecho de admisión de los españoles, que les aparten un cuarto y mitad de socialistas, comunistas, podemistas, nacionalistas e independentistas, que esos no los quieren en su territorio nacional.
Hay una derechona que acusa a la izquierda de odiar a España, pero no es cierto, solo odian a ciertos españoles sectarios e intolerantes que no les dejan espacio en su propio país. Patriota no es el que besa la bandera y se pone firme cuando escucha el himno nacional. Patriota es el que se preocupa de sus compatriotas, de las desigualdades entre ellos, de los servicios básicos de los que apenas tienen para vivir, de los que subsisten a duras penas.
Patriota no es el que celebra la fiesta nacional yendo a los toros con un gran puro. Los verdaderos patriotas son los que se preocupan del contenido y no del continente. Da igual que sea América o Europa.
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