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Cuentos chinos
Significa algo así como disminuir la brecha entre ricos y pobres, además de poner orden en el crecimiento caótico y espectacular de un 10% anual. Las reformas políticas estarán ausentes, salvo que llamen democratizar al aumento de la base social del partido con nuevas camadas de empresarios dinámicos y algunos ecologistas. Todos estos buenos propósitos, lucha contra la corrupción generalizada incluida, expresan de forma edulcorada una realidad infinitamente más dura. Las condiciones de la clase obrera china son similares a la de los trabajadores de Inglaterra en el siglo XIX descritas por Federico Engels. A lo que guarda verdadero pánico el llamado partido comunista y sus nuevos ricos es a las previsibles explosiones populares, seguramente inevitables, dada la ausencia de mecanismos democráticos en condiciones sociales alarmantes.
Unos 800 millones de pobres y desigualdades crecientes también desasosiegan a los inversores extranjeros. Digan lo que digan sobre la democracia china los días de fiesta, ellos prefieren el férreo control del Estado sobre la población como garantía de seguridad para sus negocios. Sólo con pensar en la existencia de sindicatos independientes del Estado se les cae el pelo. Pura propaganda los discursos occidentales sobre la urgencia de aprovechar los Juegos Olímpicos para defender los derechos humanos en China. Aunque existen protestas leves de sectores perjudicados por la competencia de productos chinos o de los dirigentes políticos de Estados Unidos, preocupados por el perfil de gran potencia de China, sus avances en Asia y el aumento discreto de su influencia en el mundo. Hay que aislar a Pekín, dicen.
Impresiona que todavía hablen de socialismo chino, sea cual sea el sentido que pretendan darle al término. De la transición al socialismo apenas queda algún recuerdo. La legitimación de la propiedad privada, votada el pasado mes de marzo por los 2.799 diputados (sobre 3.000) de la Asamblea Popular Nacional, representa el reflejo, en la esfera jurídica, de la culminación de la restauración capitalista iniciada tres décadas antes por Den Xiaoping. Dicho sea de paso, no recuerdo a cualquier liberal o socialdemócrata protestar entonces porque una medida de tanto calado la decidieran 3.000 personas sin realizar la menor consulta democrática. ¿O se trató acaso de un golpe de Estado en frío a las espaldas de 1300 millones de personas para reimplantar el viejo sistema derrocado en 1949?
Me estoy desviando, así que regreso a Pekín. Según la Federación de Industria y Comercio de China, más del 65% del Producto Interior Bruto (PIB) ya procede de las empresas privadas. Y en ascenso. Esta restauración provocó que el país se sitúe entre los más desiguales de la región: el mayor mercado asiático de Ferrari, mientras más de 170 millones viven con menos de un dólar al día. Desigualdad brutal entre el campo y la ciudad, entre las distintas regiones, entre ricos y pobres, entre burócratas del partido y los ciudadanos. Crece la floreciente clase media en las ciudades, mientras los obreros industriales trabajan 12 horas diarias, por no hablar de sus terribles condiciones de trabajo. Sólo el 25% de la población urbana y el 10% de la rural disponen de algún seguro médico?Se van a enterar el día que los trabajadores chinos puedan tomar la palabra.
Rafael Morales
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