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La cuota turística

Salvador García Llanos

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Todo da a entender que será un verano de récord, turísticamente hablando. El sector ha rebasado las secuelas de la pandemia, abundan las promociones y las ofertas y se augura una superación clara tanto de la ocupación como de los niveles de ingresos de 2019, que fue, como se sabe, un ejercicio histórico. Las reservas son muy superiores a las de aquel año (un 30%) y el registro de 71,6 millones de viajeros extranjeros en 2022 son todo un acicate para pronosticar un excelente año turístico. Las buenas perspectivas, impulsadas por una demanda externa de gran peso, sustentan parte de la revisión del alza de las previsiones de crecimiento de la economía española para este ejercicio, según han acreditado instituciones como la OCDE y BBVA a lo largo de las últimas semanas. 

Pero no olvidemos que el turismo se convirtió en uno de los grandes estigmatizados de la pandemia. “Estacional”, “precario” o “de bajo valor añadido” fueron algunos calificativos que se le atribuyeron desde algunos  miembros del Gobierno. Le reconocían pocas virtudes hasta que la realidad pudo más y fueron dándose cuenta -especialmente desde las administraciones autonómicas- de que poco se ayudaba minimizando conceptos interpretables, como saturación, monocultivo, masificación o reducción de la dependencia. Cierto que problemas como las viviendas de uso turístico requieren de una solución o de una regulación que ponga fin a las incertidumbres y a los problemas que se agigantan en el propio sector, pero la locomotora avanza y avanza de modo que, aunque las bondades puedan verse restringidas, caben pocas dudas sobre su tirón o su capacidad. 

El caso es que gracias al volumen del turismo en la generación de riqueza en el país, España se ha constituido en una excepción económica del declive que están viviendo las grandes potencias europeas. Alemania, en recesión, sufre por el alto costo que supone para su industria el corte del gas ruso. Inglaterra, de su lado, padece el Brexit, mientras Francia acusa que París haya perdido al viajero asiático, unido a las frecuentes protestas sociales (algunas de estos mismos días), a la vez que Italia afronta una crónica crisis de migraciones España, es verdad, ha escapado de esta coyuntura gracias al significado de la cuota turística en el conjunto de la productividad económica nacional.   El sector -que es el que más redistribuye la prosperidad entre sustantivos proyectos de digitalización, restauración, agencias o excursiones- ha evitado el hundimiento del país y, de paso, hasta que se haya visto amenazado el sostenimiento de sus servicios públicos.

Hay que valorar esa coyuntura favorable, conscientes de que las circunstancias pueden cambiar y, entonces, habrá que estar mínimamente preparados, no sea como otras veces, cuando hubo que improvisar o echar voluntarismo para paliar los efectos negativos. Ahora, si el sector ha aportado madurez y ha sabido salir airoso, hay que estar a la altura de las exigencias y de reveses o frenos futuros. La cuota turística es muy importante.

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