La desaceleración acelerada

Solbes, inquieto por el color que trae la cosa y agobiado a preguntas de periodistas ávidos de sangre, no se bajó del burro y dijo que estamos en fase de “desaceleración acelerada”. Lo que me hizo recordar, qué quieren, la historia del veloz Aquiles vencido en carrera por la tortuga tardona. O sea, pura especulación solbesiana entre la metafísica y las diabluras matemáticas. Sólo quienes sean capaces de resolver el problema del ágil Aquiles y el osado quelonio estará en condiciones de entender qué cosa sea ésa de acelerar la desaceleración.

Con todo, lo prodigioso de la creatividad de Solbes radica en que consigue, una vez más, con su “desaceleración acelerada”, no engañar a nadie; salvo, claro, a quienes se confunden solitos porque piensan que la aceleración implica siempre avanzar y son incapaces de concebir la aceleración del retroceso, que es la que viene a indicar el ministro ladino.

No miente, pues, Solbes. Admite implícitamente que la economía va para atrás a toda pastilla. Ya veremos qué se inventa si rebasa la frontera de la recesión hacia donde haga falta. Y digo hasta donde haga falta porque vivimos la llamada economía capitalista del shock necesitada de meterle periódicamente el miedo en el cuerpo a la gente, a fin de que las grandes corporaciones, una vez bien aterrorizado el personal (en estado de shock, vaya), encuentren las condiciones más favorables para optimizar sus resultados sin que nadie rechiste; como recomendaba el cabronazo de Milton Friedman.

Volviendo a Solbes, ha de agradecérsele tanto su invención conceptual para no caer en la malcriadez de que vamos de culo a toda leche y sin frenos, como que no abundara en la Física pues, si mal no recuerdo, los cuerpos al caer experimentan un movimiento uniformemente acelerado. Ha de ir pensando Solbes en “privatizar” la hucha del superávit público para amortiguar el probable talegazo al final de la caída.