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Dicho queda

José A. Alemán / José A. Alemán

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Viene esto a cuento de Rita Martín, la consejera de Turismo que nos puso Soria. La última suya ha sido confundir la antigua casona teldense de la familia Sall con una “casa de la sal”. Será porque no le alcanzan las entendederas para pronunciar la “elle” final y de ahí que se deslizara por la vía de elogiar las virtudes del producto y lo estupendo que resulta la sal para la salud. El patinazo provocó risas contenidas y si lo sumamos a tantos otros anteriores, hemos de convenir que la consejera es un ser que no puede ser. Posee esta mujer la habilidad cuasi circense de meter la pata cada vez que abre la boca.

A mí, la verdad, no me hace maldita gracia. Si de entrada me provocan risa sus ocurrencias, enseguida se impone la indignación; no por ella, pobrecita, sino por la burla a los canarios y a su autoestima que supone mantenerla al frente de la Consejería vinculada al principal sector de nuestra economía; y que, encima, le permitan manejar fuertes cantidades de dinero en promociones y concursos con el desprecio más absoluto de los dineros públicos. No voy a extenderme en casos concretos: basta recordar el numerito que montó Martín con aquel reportaje de la revista Época que ella y las otras señoras de la Sección Femenina soriana, repartieron en el Parlamento privadas de su juicio y ante la complacencia del jefe, antes, incluso, de que la publicación llegara a los quioscos. Dado que previamente se había llegado a ciertos contratos con el grupo editor de la revista, puede decirse que la Consejería pagó la “información”

Ahora le ha dado a Soria, padre político de tan singular “gestora”, la venada de la austeridad presupuestaria. Cree haber encontrado un filón electoral con el que no para de tocarle los humildes a Paulino; que se deja. No es asunto que me importe, que uno no es de esa guerra, pero, así y todo, se me ocurre que bien podría Paulino apuntarse a bruto y replicarle liquidando la Consejería de Turismo, que maldita falta que hace por lo que llevo visto. Al fin y al cabo, el turismo ha demostrado funcionar bien o regular sin que le afecte la rititis, que es malejón derivado de la soriasis, de lo que cabe colegir la manifiesta inutilidad del departamento; lo que confirma el que los empresarios no se quejen y sólo sonrían ante las ocurrencias de la consejera. Se ahorraría el Gobierno un pastón que podría destinar, qué sé yo, a dotar mejor a esa guanchancha que ha resultado ser de la estirpe de las célebres fuerzas navales bolivianas, que tienen de todo menos mar salada en la que desplegarse. Seguro que esta propuesta pondría de los nervios a Soria al reducir su margen de maniobra en los medios informativos de Madrid que tanto lo quieren y permitiría a la guanchancha completar su equipamiento con cierto número de perros de San Bernardo, barrilito de coñac al cuello, para misiones de alta montaña; que la veo yo muy falta por ese lado.

Dicho queda.

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