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Durmiendo con el enemigo

Cristóbal D. Peñate / Cristóbal D. Peñate

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López Aguilar es un coco. Un coco en todos los sentidos. Un coco para sus adversarios, que lo temen, pero también un fuera de serie, un hombre superdotado intelectualmente, una rara avis.

Al secretario general de los socialistas canarios no sólo le han salido enemigos fuera de su partido. También en el suyo los tiene. Nada menos que su presidente, Jerónimo Saavedra, que está poniendo en solfa a su ex alumno, al que él mismo ayudó a encumbrar.

Saavedra no quiere que López Aguilar siga siendo el secretario general del PSC porque entiende que el máximo dirigente de su formación en Canarias no puede estar en misa y repicando. López Aguilar ganó el año pasado las elecciones autonómicas, pero se quedó en la oposición por mor del pacto CC-PP. Volvió a ganar este año los comicios generales y se fue a Madrid de diputado, por lo que tuvo que dejar su escaño en las islas por incompatibilidad legal.

Su amigo Zapatero, tras no contar con él en su nuevo gabinete, lo ha propuesto para encabezar la lista del PSOE a las elecciones europeas del año próximo, con lo cual López Aguilar se asegura unos años en Bruselas y Estrasburgo.

Legalmente puede simultanear los dos cargos, pero Saavedra cree que moralmente eso no es posible.

Se olvida Saavedra que él mismo simultaneó el cargo de secretario general del PSC cuando fue ministro con Felipe González. Es verdad que Canarias está más cerca de Madrid que de Bruselas, pero no es menos cierto que desde la etapa de Saavedra como ministro a ahora también han avanzado las nuevas tecnologías, por lo que si el primero fue capaz de dirigir el partido desde la capital española en los inicios del fax el segundo bien podría hacerlo desde la capital belga a través del móvil y el portátil.

Se equivoca Saavedra al atacar públicamente al antiguo pupilo que le ha alcanzado y sobrepasado. La actitud de Jerónimo parece la del padre celoso de la evolución fulgurante de su hijo. Porque Juan Fernando manda hoy más en el partido que su antiguo mentor y ahora crítico acérrimo.

Juan Fernando podrá ser un tipo duro en las formas, incluso en el fondo. Podrá caer antipático a muchos porque dice lo que piensa y a veces se extralimita en sus exabruptos, aunque tenga razón en lo que denuncia. Podrá ser hiperbólico y exagerar sus acusaciones trufadas de descalificaciones políticas y personales.

Pero nadie podrá decir que es un político vago y corrupto, un mentiroso compulsivo, un desaprensivo sin escrúpulos. Se podrá estar en desacuerdo con él, pero evidentemente es un hombre inteligente y honesto, dos características que para sí quisieran muchos de los políticos que hoy nos gobiernan y que con certeza no nos merecemos.

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