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Espoo Ciné 2011: Nacer, vivir y morir
Y es que de alguna u otra manera buena parte de las películas que se proyectaron en las diferentes secciones que componían el festival ?hasta un total de 16- tenían una clara relación con el comienzo, el desarrollo o el final de la vida de las personas que aparecían retratadas en cada una de las películas.
Sin embargo, si hay una película que resuma por si misma la complejidad y el propio milagro de la vida de los seres humanos es “El árbol de la vida”, del realizador Terrence Malick. Dotada en algunos momentos de una belleza plástica sensacional, la cual acaba por caer en una complejidad conceptual que la encripta de una manera difícil de poder ser vista, la película de Malick nos lleva hasta la compleja telaraña que son las relaciones entre las personas. La vida del niño protagonista se asemeja mucho a la vida de un árbol, dado que está igualmente expuesto a los embates de la naturaleza, simbolizada ésta en las personas que le rodean. De todas ellas es la figura paterna, un padre que yo no quisiera para mí y que afortunadamente no tuve, termina por condicionar la vida adulta de una persona, magníficamente interpretada, a pesar de la brevedad, por Sean Penn. Al final quedan más preguntas que respuestas, pero solamente nos queda la opción de seguir hacia adelante, de la misma forma que evoluciona, segundo a segundo, la naturaleza que los rodea.
En el extremo contrario, pero igualmente vital, es la película del director Thomas McCarthy, “Win Win”. La película y la historia se sustentan en la siempre resolutiva interpretación de Paul Giamatti, un actor capaz de dar la mejor réplica posible al personaje de Mike Flaherty, un abogado común y corriente, con un trabajo igualmente corriente, con una familia también muy corriente, que acaba convirtiéndose en el guardián legal de un anciano cascarrabias y de su nieto, al cual acabará adoptando como si fuera hijo suyo. Con Win Win queda claro que, si este mundo funciona todavía, no es por los grandes líderes, las megacorporaciones, ni la globalización, sino porque personas de carne y hueso ponen todo de su parte para tratar de equilibrar una balanza cada vez más desequilibrada hacia el lado de los especuladores, los fundamentalistas y los dementes de todo tipo y condición.
En esa balanza desequilibrada se puede colocar la película francesa “Des filles en noir”, de Jean-Paul Civeyrac. La historia trata de dos jóvenes con un acentuado estilo gótico, que pretenden huir de la asfixiante vida cotidiana gracias a un suicidio pactado, a imagen y semejanza de los románticos del siglo XIX. Contada de una forma sincera, real y con ciertos toques de poesía romántica, la película evita buena parte de los tópicos relacionados con el drama existencial de un adolescente en el mundo actual y termina por radiografiar una sociedad que, lejos de aceptar la pluralidad, sigue fomentando el comportamiento único.
Quien también se dejó ver por Espoo Ciné fue el director británico Ken Loach, con su cinta “Route Irish”. El título de la película hace referencia a una de las rutas más peligrosas de cuantas recorren Bagdad. Loach nos cuenta una historia de amistad, amor y guerra ?dura y sin concesiones- en la que un ex-soldado empieza a investigar la muerte de su mejor amigo, sucedida en extrañas circunstancias. Las dificultades que tiene que sortear el protagonista son una clara metáfora de todos los problemas que las personas destinadas en dicho país deben afrontar día a día. Tal y como suele ser habitual en las películas de Ken Loach, el final, lejos de estar edulcorado, te deja con una muy mala sensación, casi tanta como la que le supone a los familiares ver regresar a sus seres queridos dentro de una bolsa de plástico.
Más optimista, pero igualmente particular es la película danesa “Skyscraper”, dirigida por Rune Schjøtt. En esta ocasión, el “accidente” que sufre el empresario de un pequeño pueblo danés acabará condicionando la vida de todo el pueblo y, sobre todo, la de su hijo, Jon. El joven, atrapado entre la pasividad de su madre y los delirios de su padre, acabará cayendo en las manos de Edith, una joven ciega, hija del tendero del pueblo, que busca en Jon todo aquello que su padre no le puede dar. Al final la determinación de Jon y su empeño por salirse de la asfixiante tutela de su progenitor le llevará a dejar el pueblo, irse con la chica y, de paso, quitarle el hipo al conductor del autobús, hipo que llevaba con el señor más de una década.
Otro tipo de hijo no tan recomendable como Jon es el personaje protagonista de la película finlandesa “Hyvä poika”, de Zaida Bergroth. Ilmari es un niño criado sin un padre y con una madre, Leila, actriz y cabeza hueca, la cual pasa de la depresión a la euforia de la misma forma que su hijo cambia de camiseta. Esto no debería ser un gran problema ?siempre y cuando la madre estuviera debidamente medicada- de no ser porque el joven se considera el guardián de su madre, cometido que lleva hasta las últimas consecuencias. Su celo es tal que llega a apalear a un escritor con quien su madre ha empezado una disfuncional relación de la misma forma que un pelotón de la SS perseguiría a una familia judía en un guetto. La película echa por tierra buena parte de la reputación que tiene Finlandia a la hora de formar a sus jóvenes, aunque deja muy a las claras que la escuela no lo es todo y que si los padres no se involucran en la formación de las nuevas generaciones éstas pueden hacer suyos postulados que no son los más correctos, tal y como podemos ver con Ilmari.
Por fortuna para la imagen de Finlandia, “Napapiirin sankarit”, de Dome Karukoski, también se pudo ver en Espoo Ciné. Esta película demuestra que, hasta los pringados, tienen derecho a tener una mujer guapísima ?léase Pamela Tola- y salirse con la suya, aunque sea con ayuda. Después está el hecho de que nunca nadie pensó que un Digibox pudiera dar tanto de si y convertir una apacible noche de viernes en toda una odisea que ya querría el propio Indiana Jones vivir. Cierto es que ni los protagonistas son los tres mosqueteros, ni Laponia es la Francia dominada por el Cardenal Richelieu, pero, dada la cantidad de escaramuzas que tienen que vivir los personajes de esta disparatada película, a quién le importa que no lo sean. Al final la ayuda llegará desde el aire y Janne conseguirá el ansiado Digibox, mantener su matrimonio a salvo y tener una tranquila tarde de televisión, que era de lo que se trataba en un principio.
Y para terminar este recorrido por las joyas del cine finlandés, sección a la que pertenecen las dos películas comentadas anteriormente, nada mejor que ver “Rare Exports”, el cuento navideño definitivo se viva donde se viva, y del que ya hablé hace unas pocas semanas.
Eduardo Serradilla Sanchis
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