Sobre fondos públicos

El Ayuntamiento de Las Palmas y el Cabildo de Gran Canaria, en los que pensaba yo, habrán de desembolsar una porrada de millones de euros a resultas de sentencias contrarias por despidos, licencias urbanísticas mal dadas, etcétera. Además de los gastos judiciales, han de asumir ristras de fuertes indemnizaciones e intereses de demora. Aunque quepa señalar con el dedo a Soria y Luzardo, muchas situaciones vienen de atrás; no es de ayer eso de tomar decisiones a sabiendas de que no aguantarán un recurso judicial; por más que el autoritarismo del PP llevara el empecinamiento al virtuosismo que simboliza la pulsera verde granmarinada luzardina.

A más de un cuasi sátrapa le he oído desafiar con malos modos a los agraviados por sus decisiones a que recurran, si no están conformes; o sea, paga tú y que arree si es menester quien venga detrás. He visto despreciar informes técnicos para hacer prevalecer criterios políticos desautorizados después por los tribunales.

Lo de Luis es distinto, desde luego. Pero se atiene al patrón común del uso alegrito de los fondos, al filo de la malversación. Si unas veces carga el administrado con el pleito a que lo abocan, la perversidad de la consejera reside en alentar la reprobación social de los profesores sabiendo que han de defenderse de su bolsillo al no disponer, ya digo, de la pólvora del rey.

Son atropellos que a los políticos les salen gratis por más que si sumamos sus cuantías drenan las finanzas de las administraciones. Estas prácticas son un vicio grave del que nadie pide cuentas y la carta de Milagros Luis me venía bien para volver sobre el tema. Inútilmente, por supuesto. De haber pretendido hablar de enseñanza, pueden creerme si les digo que no me hubieran faltado asesoramientos cercanos; pero no era el caso.