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Ante el fraude electoral de Estado

Ramón Trujillo / Ramón Trujillo

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Será como en Estados Unidos: allí puedes elegir entre los que masacran a más iraquíes y los que masacran a menos iraquíes. Pero si quieres elegir a los que rechazan crucificar al pueblo de Irak, entonces sólo queda la abstención.

Y la abstención es lo que acabará quedando a esa gente progresista que, al votar al PSOE para frenar al PP, irá destruyendo a IU. Después, con el bipartidismo sin referente estatal progresista, el PSOE girará más a la derecha y la ciudadanía crítica, que hoy recurre al PSOE para frenar al PP, se irá a la abstención. Entonces izquierda y derecha ya no tendrán un significado más profundo que el que tienen en Barrio Sésamo. Habrá quedado claro que, así como las luchas de ayer parieron los derechos de hoy, el voto útil de hoy será la tumba de muchos derechos mañana.

Las cartas están marcadas, marcadísimas. Tanto que, si al PSOE cada escaño, cada diputado, cada diputada le costara tantos votos como a Izquierda Unida, en vez de los 164 escaños que consiguió, en 2004, se habría tenido que conformar con 43. Y el PP con 38, en lugar de los 148 que obtuvo. ¿Imaginan los decibelios de indignación y denuncia que emitirían esos partidos si fueran objeto de un fraude electoral como el que ellos perpetran contra IU?

Estamos ante un fraude electoral de Estado, consensuado tácitamente por los dos grandes partidos, para dividir por cuatro el voto de los ciudadanos que escogen a IU y así, de paso, disuadir de votar a IU a quienes quieren que su voto valga como los demás. En la última legislatura, PP y PSOE rechazaron una propuesta de cambio de sistema electoral para seguir haciendo una trampa que les beneficia.

La ciudadanía progresista no debe aceptar el viaje al bipartidismo derechizado que les propone una ley electoral antidemocrática. El voto no debiera ser dogma de fe y la fidelidad a siglas progresistas no debiera convertirse en infidelidad a programas progresistas. ¿La gente progresista va a aceptar dejar a sus hijos menos avances sociales, menos avances laborales, menos avances democráticos que los que la generación progresista de sus padres les legó? Hoy, que corremos menos riesgos, ¿vamos a hacer menos? ¿Qué pereza moral, qué pesimismo conservador, nos va a impedir aportar a otros tanto como nos han aportado a nosotros quienes nos precedieron en las luchas por hacer más habitable el mundo?

Antes, las derrotas de la izquierda las infligía la derecha. Hoy corremos el riesgo de que la gente de izquierdas derrote a la izquierda, al picar en el anzuelo tendido por la derecha, para que los progresistas contribuyan con su voto al apagón democrático bipartidista. No debiéramos consentir que la derecha nos engañe. No debiéramos aceptar que la inteligencia sea sólo un atributo de la derecha.

* Ramón Trujillo es candidato de Izquierda Unida al Congreso por la provincia de Santa Cruz de Tenerife.

Ramón Trujillo *

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