Espacio de opinión de Canarias Ahora
Grumetes de la misma nave
La España que vivimos y con la identificamos actualmente, se ha hecho realidad mediante un compendio de fusiones de territorios, razas, culturas y costumbres añejas. Todas vienen de ancestrales aglutinaciones, no sin antes, mediante claudicaciones, sometimientos o intereses creados de unos pocos privilegiados (no de la gran mayoría), para que se haga este milagro de unificación que hoy llamamos España. Con todos sus defectos y todas sus virtudes. Que, acumula ambos. Con todos los sinsabores y alegrías, que también nos proporciona.
Esta unión que agrupa pueblos y culturas bien diferentes en todo el territorio nacional, desde todas las latitudes cardinales, es muy dado, precisamente por esa circunstancia derivada del pasado, a expresarse en sus derechos identitarios. Como pueblos con su esencia y tradiciones. De vindicar, durante muchos nostálgicos años, de una raza o pueblo que no conoció, para que separadamente renazca con todas las legalidades adquiridas de un tiempo y un pasado, que ya no es. Solo la sabe por la historia escrita, por las arcaicas usanzas, pero sin otros objetivos, o los objetivos claros de una minoría aprovechada, para reivindicar el pasado ido e inexistente.
Esas son las razones alegadas por los nacionalismos, con sus sombríos propósitos ya conocidos, y muy pocos, por antonomasia aprovechados. Hacen de sus principios apologéticos un mito, y así mitifican su idiosincrasia y su pedazo de tierra donde pacen. O lo hilvanan bajo su capricho y conveniencia histórica. Si el derecho de todos estos pueblos que forman el conjunto de España, desde la unión, ya de siglos, es el de segregarse, desde sus adoctrinados postulados de la nación española, quedaría nada de ella. Ni Cataluña, ni Euskadi, ni Andalucía, ni Canarias, etc.
Esta idea, consustancial en todo ser humano, de creerse diferente a todos. Y su terruño y costumbres, superables a todos. Único. Ungido por los dioses, ellos y su tierra. Todo lo demás es de menor categoría, superfluo ante sí y su raza. El ser humano se contenta con tener fronteras y diferenciar su idiosincrasia, cultura y etnia, y su patria grande o chica, de manera sobrenatural. Es otra manera de cercenar o limitar sus propias libertades. Siendo éste uno de los bienes más preciados de los 'racionales' seres humanos.
El ombliguismo y el egoísmo inherente, se maridan para hacer este particular brebaje diferenciador, como dádiva de la madre naturaleza, según se creen en sus jacobinos ánimos. Este hecho se ha convertido en una tradición, que se repite una y otra vez, en la historia de la humanidad. El ser humano sigue exterminando en nombre de su patria, por sentirse incomparable, señero.
El hombre en nombre de su amada patria, genera los desastres más calamitosos, y jamás aprende de ellos. Borra de su mente las trágicas lecciones que ésta le ha dado. Sigue acotando y muriendo por las hipotéticas fronteras de su país y su honor, de su etnia sobrenaturales y de los superegos hijos de esa terra mater.
Hoy, los pueblos que desean manifestar su desunión a la originaria España, aprovechan los tiempos de penuria y otras calamidades, para ahondar en la herida del sentimentalismo patrio y buscar un chivo expiatorio a quien culpar de sus males agónicos de siempre. Las poderosas clases dominantes de la política y la sociedad saben marcar los tiempos y encaminar sus cauces apropiados oportunamente, para obnubilar la mente y dejarla en encefalograma plano. Hay que culpabilizar a otros de sus pésimas administraciones, de sus corrupciones patológicas, de sus apocalipsis mútuos. También de la pérdida de los derechos y valores sociales adquiridos y del Estado de Bienestar, borrado de forma paulatina como bien común, por los intereses particulares del gran liberalismo dominante a escala mundial, en España, Cataluña y demás.
Las masas enfebrecidas al serles tocada la célula sensible de su identidad y patria única e inigualable, se lanzan a la calle para manifestar su descontento, con la 'irracional y ficticia unión' a que sometieron a su tierra y raza y culturas, elegidas únicas en el espacio celestial. Las familias catalanas de rancio abolengo, dominantes, por magnificencia desde antaño, se reparten las viandas y las exenciones de los negocios de la 'patria', e imponen el 'pensamiento único y segregador' desde sus intereses crematísticos y de clases autoritarias. El mismo que se impone en la Europa de los mercaderes: el neocapitalismo.
Dichas familias nacionalistas no entienden de otra patria que no sea su cuenta corriente, en nombre del catalanismo. Para ello, revuelven las aguas de la xenofobia territorial y del supuesto robo a que están sometidos por el resto de la España comunitaria. Nada desean repartir de sus beneficios a las demás Comunidades; pero, sin delatar los beneficios comerciales con el resto de España a Cataluña. Su principal comprador industrial. Y así se crea una deseada confusión. Estas familias y políticos de élite se quedaron en casa durante la gran cadena catalana, no querían ser unos meros eslabones de un atadero popular, para no sentirse masa vulgar.
No existe el edén al Este ni al Oeste. No existen tierras prometidas. La tierra y el hogar lo hacen cada uno con sus principios. El universo que nos cobija tiene un radio de 500.000 años luz y según investigaciones de la NASA asevera que 2.000 millones de Tierras pueblas nuestra galaxia, la Vía Láctea, con condiciones similares a la Tierra para vivir. Somos nadie, en el universo y en los confines del mismo. Pero el objetivo del ser humano es empeñarse en construir fronteras imaginarias, para sentirse sublime en la diversidad, desigual a la prole con el redondel de su ombligo.
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