Espacio de opinión de Canarias Ahora
Inversión en Valores vs. Fondos de Inversión
Esta crisis que ha tenido un punto de partida y cuyo fin no se atisba porque, entre otras cosas, no tiene punto final, está poniendo de manifiesto mediante mensajes electrónicos y PPS la ridiculez en las figuras de los gobernantes españoles. Y no es justo. Es sencillamente miserable.
No hay punto final porque la inflexión en el “modus vivendi” ha puesto la codicia, la ambición y la usura en los parámetros de referencia de comienzo y este tipo de asuntos no se puede arreglar con dinero; hace falta la virtud en contrario como cauce de una nueva forma de vivir en sociedad.
La imaginación que debe ser el elemento primordial en cualquier situación como la que vivimos parece que brilla por su ausencia. Pero no, está ahí y son muchas las personas que tienen vías alternativas para vislumbrar una nueva forma de afrontar los desafíos actuales.
Quienes en su mediocridad no han sido capaces de mediar en la puesta sobre la mesa soluciones valientes no podrán aportar otra cosa que su mencionada mediocridad. Les gusta el juego de la lisonjería.
Dan lecciones de moderación con salarios de más de un millón de euros mensuales que naturalmente no se lo rebajan. A éstos y otros sujetos de mal vivir, a los especuladores, a los que se les llena la boca con mandamientos divinos creados por ellos mismos para el ejercicio del poder hay que sentarlos en un cubículo de un metro cuadrado. Es la hipocresía, los sepulcros blanqueados, lo que apesta en nuestra sociedad. Es la hora de ser sinceros, de ayudar en los momentos difíciles, de no asustar ni espantar a nadie. Todos los problemas tienen soluciones y si hubiere alguno que no la tiene, entonces no se trata de un problema sino de un misterio.
El modelo de sociedad actual es el germen de esta situación; y se acaba; y ello en relación a la premisa anterior de que no estamos en crisis porque no volveremos al estado de “salud” previo sino que tendremos que aprender a vivir de una manera distinta, conforme a los valores éticos y deontológicos, a los que marca cualquier fe religiosa que, siendo todas provenientes de una única raíz, dispersan sus creencias como ramas de árboles por la mano humana, la mano humana eternamente en la dispersión.
Los valores en los que hay que invertir son los de siempre, y en eso hemos perdido terreno. No hemos sido capaces de transmitirlos sino de dejarlos en manos de políticos como si fueran los creadores del mes de Julio (mes que se auto atribuyó Julio César disconforme con que hubiere sólo once meses).
La familia no ha sido fuerte en sus principios ni se ha sabido mantener en los criterios que la unen e impulsan, antes al contrario, el estado se ha convertido, con nuestra aquiescencia, en el indicador y suministrador de paradigmas que la mediocridad acepta sin capacidad de crítica. Y no anda lejos la superioridad religiosa.
Y de aquellos polvos estos lodos.
La idolatría a sujetos con pies de barro, a los delincuentes de cuello blanco que han llevado a la ruina a bancos e instituciones y se permiten el lujo de dar consejos en torno a la moralidad, demuestran que siguen siendo más listillos que los impresentables que les dan cancha en emisoras de televisión y radio.
Sólo una libertad de expresión, ganada a pulso por todos los españoles, permite a este perfil de sujetos mantenerse en el machito dando lecciones de bonhomía y ética. Pues está bueno el delincuente para ser Juez. Acabáramos.
Respeto, tolerancia, autoridad emanada del conocimiento, saber escuchar, aliviar los asfixiantes mecanismos administrativos, aprender a no gastar lo que no tienes, dicho en canario, con el debido respeto y sin animo de ofender, - a “no tirarte el peo más alto que el culo”-, son modelos conductuales básicos para una persona y por ende trasladables al conjunto de la sociedad.
Mi apuesta es hoy por nuestra sociedad libre de tanto mediocre, salva patrias y corruptos, porque desde la discrepancia en las propuestas, en todas ellas subyace el deseo de ser el artífice de la salvación, pero sólo la económica, es decir, la codicia del poder y su correspondiente megalomanía.
Sin embargo miramos con desconfianza como gato escaldado cualquier movimiento de nuestro gobierno “diz que estatal” y los anhelantes deseos de una oposición que viste muy bien pero que no le queda debajo más que la misma putrefacción fétida del aliento por el poder. Hay que arroparlos en sus esfuerzos y no ridiculizarlos. En el momento del afrontamiento que algunos han hecho del “cuanto peor, mejor” su paradigma. Ya sabemos lo que pasa a quienes escupen al cielo.
Seguro que hay miles de buenos políticos pero no los veo porque no han sido tocados por la varita mágica del “dinero” y del “todo vale” y si lo fueron su respuesta fue la del oro: sólo quedarían los acrisolados en la fortaleza del acero de la espada, los que han sufrido los golpes del martillo y el fuego de la fragua. De ahí nace mi apuesta por mis conciudadanos, por su valía, porque siempre henos sido capaces de ser más grandes que las piedras del camino y con ellas aprendemos a fabricar un presente y diseñar un futuro en vez de apedrearnos con ellas entre nosotros mismos.
Cada cual en su lucha, en su trabajo diario, en el paro con inventiva e imaginación, integrados en crear redes de superación, espantando a tanto mequetrefe, a la codicia y a la ambición desmedida y cuadrando las cuentas con el rigor de quién debe dar resultados al pueblo soberano, a más de uno habría que sacar de la depresión y a otros meterlos en el lupanar de la compraventa de voluntades. Ya está bien de derrotismos. Pongámonos a trabajar.
España es más grande que sus dificultades y los españoles han demostrado que, a pesar de, y por la sangre y el fuego, estamos donde estamos porque sencillamente sabemos superar las adversidades. Apártense pues a quienes ponen piedras en el camino, a los maestros de la mentira.
Seamos firmes en nuestros valores e invirtamos en ellos. Los fondos de inversión ya sabemos a quienes sirven.
De mi querida Palestina hemos aprendido a ser más grandes que las piedras del camino. Otros muchos pueblos nos dan soberanas lecciones de resistencia, de cambios, de otra manera de cultivar al ser humano y enseñarles a pescar.
Carlos Juma
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