Espacio de opinión de Canarias Ahora
Juguetes de ayer y de hoy
Jobs tuvo que abandonar sus vacaciones en Hawai para controlar las malas críticas de la prensa y la caída en bolsa que estaba sufriendo su empresa. Y es que el último teléfono de Apple no es tan fantástico como parece, las llamadas se cortan y la recepción de señal se pierde.
¿Y qué mejor manera de subsanar un problema tan poco importante para un teléfono como es que no se pueda hablar con él, que vender una funda para tapar la zona cero del aparato? “Ya que usted ha invertido tanto dinero en un superteléfono defectuoso le vamos a regalar una funda de plástico para cubrir sus defectos, pero si lo adquiere después de esta rueda de prensa se tendrá que gastar 29 dólares más comprándola”.
Pero los juguetes entraron hace tiempo a la vida de Steve Jobs. Juguetes muy diferentes, sin acceso a internet y sin problemas de cobertura. Un simpático vaquero con un cordel, un superhéroe del espacio con un gran sentido del deber, un dinosaurio inocentón o un matrimonio de papas con mucho sentido del humor ya eran de su propiedad, y es que Jobs es el mayor accionista de la multinacional Disney, que desde 2006 es propietaria de Pixar, los estudios creadores de la trilogía de Toy Story. Así que el gran Steve Jobs es propietario de muchos y muy variados juguetes.
Los primeros, los superordenadores y superteléfonos, son un símbolo del capitalismo más agresivo, de una sociedad deshumanizada en la que lo único que importa es consumir. Los segundos, son un ejemplo de los mejores valores humanos, la amistad, la empatía y la solidaridad. Y los dos son del mismo dueño.
Da igual si eres un yuppie capitalista o un niño de 5 años, Steve Jobs te venderá uno de sus juguetes. Pero a diferencia de los teléfonos móviles y los superordenadores, los juguetes de la infancia, como los de Toy Story, son para toda la vida. Quizá Jobs nunca debió dejar de jugar con ellos.
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