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Somos lobos
Lo que viene después nos lo podemos imaginar. Unos padres que reciben una llamada telefónica de madrugada, una hermana que se monta en el coche gritando que no se lo puede creer, un cuerpo sin vida tapado con una sábana?y una patrulla de la Guardia Civil que realiza el control de la tasa de alcoholemia del conductor una hora y media después del mortal accidente. Según el atestado policial el chófer tenía 0,15 g de alcohol en la sangre, cuando la normativa permite hasta 0,50g. Los números salvaron al conductor. Los padres siguieron con su dolor a cuestas y no presentaron denuncia penal.
El juzgado de instrucción de Haro (en la Rioja) archivó el caso un mes después del accidente, pero un año y siete meses después el conductor decide denunciar a los padres de Enaitz y solicitarles una indemnización de 20.000 euros por los daños causados a su automóvil y por el tiempo que su vehículo permaneció en el taller. Los padres reciben la denuncia y no dan crédito. Deciden responder con otra querella contra el conductor. El juzgado de instrucción primero y después la Audiencia Provincial rechazan la denuncia y los recursos de los padres alegando que estaban fuera de plazo. La denuncia del chófer sí se admite a trámite. Este miércoles se celebrará el juicio contra los padres de Enaitz. Los números volvieron a jugar a favor del conductor, un empresario del sector industrial que sabe de números. Tomás Delgado Bartolomé, así se llama el individuo del Audi 8, no se corta al declarar a El País que “no es que los 20000 euros me hagan falta, pero no tengo por qué renunciar a ellos”. Por si fuera poco, el elemento declara a Canal Sur: “yo soy la única víctima de este accidente, bueno en realidad hay dos víctimas, el chaval que murió y yo. La justicia reconoce que yo también soy una víctima.”
Según los informes de tres peritos encargados por la familia de Enaitz los datos del accidente indican que el conductor debía ir a 160 km/h y no a 113 km/h como indica el atestado de la Guardia Civil. Los mismos peritos señalan que si la prueba de alcoholemia se hubiese realizado en el acto, Tomás Delgado hubiera superado los límites de alcohol permitidos. El conductor se defiende diciendo que se tomó un whisqui “para refrescarse” después del accidente porque estaba muy nervioso, pero que no había bebido antes del accidente porque nunca bebe. La verdad es que estamos ante el primer abstemio de la historia que se relaja con whisqui y no con tila o valeriana. Tomás Delgado se atreve a nombrar la palabra “justicia” delante de las cámaras. Decía Aristóteles que si un hombre comete un acto injusto por ignorancia, sin desear hacer daño ni ser consciente de hacerlo, entonces no estamos ante un hombre injusto sino ante un “hombre desgraciado”. Pero Aristóteles pone una excepción a esta regla: cuando uno ha perdido la conciencia por haber bebido alcohol. Según el filósofo griego “esto sucede en el caso de la embriaguez. Los hombres que estando ebrios, hacen algún mal, son culpables, porque ellos mismos son causa de su ignorancia. Libres eran de no beber.”
No sé si el abstemio Tomás Delgado estaba borracho cuando su coche atropelló a Enaitz. Sólo sé que no puedo llamar “hombre desgraciado” a un individuo que es capaz de decir que se siente víctima del accidente y que denuncia a los padres de la víctima. En el colmo de la desfachatez el abstemio Tomás critica delante de las cámaras de televisión a la familia de Enaitz porque están poniendo flores unos metros después del lugar donde fue atropellado el muchacho, en lugar de ponerlas en el punto exacto del accidente. Viendo las declaraciones de Tomás Delgado uno se da cuenta de que no estamos ante el “hombre desgraciado” que ha hecho algo injusto según la definición de Aristóteles. Quizá mejor será recurrir a Thomas Hobbes, el filósofo inglés escribió hace cuatro siglos que “el hombre es un lobo para el hombre”. La codicia y la falta de escrúpulos del tocayo de Thomas Hobbes son la mejor prueba.
Juan GarcÃa Luján
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