Espacio de opinión de Canarias Ahora
Marruecos nuclear
Marruecos, sin embargo, al igual que Canarias, ha registrado en las dos últimas décadas un espectacular crecimiento de su consumo de recursos no renovables, aunque se mantenga la asombrosa distancia en desarrollo entre ambos mundos. Esa distancia es insalvable, porque no hay suficientes recursos energéticos ni industriales en el Mundo para que los países del Sur alcancen cuotas de consumo siquiera similares a las de los países más ricos: o unos u otros, pero no todos, con los recursos de una sola Tierra. La llegada a los límites detendrá apetencias de crecimiento aquí y allá, independientemente de que nos cueste reconocer que el Planeta ya no tiene más fronteras nuevas por conquistar, y estemos empapados de mitos sobre el progreso, la energía infinita y el redentor poder de la tecnología.
El señuelo nuclear, no obstante, avanza a gran rapidez, sobre todo en torno a los países del Magreb, tanto petroleros como no, que ven cómo la creciente factura petrolera limita realmente sus posibilidades de mantener un crecimiento que, como el resto de economías, quieren promover a toda costa: es una huida hacia delante. Una economía aún rural en Marruecos (más sostenible, por tanto), pero con un espectacular crecimiento de la demanda de electrificación y redes a lo largo del país, que está promoviendo la terciarización de su actividad, precisa de un suministro eléctrico constante y garantizado, como ya existe en los países de la OCDE, ampliamente nuclearizados.
Este despertar nuclear, como nos recuerda el geólogo Mariano Marzo, es extensible al conjunto de países del Magreb y petroleros, aunque chocaría previsiblemente con los límites de expansión del suministro de uranio en los próximos años para la flota creciente de reactores, según Michael Dittmar y otros expertos que hablan de insuficiencia de suministro inclusive para la flota nuclear existente, en la próxima década. Es previsible que los importantes intereses de los grandes países consumidores ? en este caso de la mano de la agresiva diplomacia gala que también necesita combustible del exterior para sus reactores ? estimulen la construcción y eventual puesta en funcionamiento de algún reactor en Marruecos, así como, sobre todo, la promoción de la investigación para intentar obtener un uranio, que cada vez resulta más caro, en este caso como subproducto a partir de los fosfatos, mineral éste en declive mundial, pero muy abundante en el Sáhara. Estamos ante una prueba más de que la industria nuclear ya busca (como la industria petrolera con las aguas profundas y los crudos pesados) recursos con menor índice de concentración y mayor esfuerzo energético para su obtención y procesamiento como combustible fisionable.
La abismal diferencia de consumos África - Europa es la que estimula la emigración hacia el Viejo continente, y también la justificación de dirigentes de ambos territorios, que promueven acuerdos para seguir desarrollando, en este caso, el país alauita. Es muy dudoso, sin embargo, que se pueda mantener, como hemos dicho, ese ritmo de crecimiento durante mucho más tiempo, una vez se alcanzan los Límites de los que pocos quieren oír hablar. Marruecos pretende alcanzar cuotas de consumo imposibles, mientras que los países más consumidores también quieren seguir creciendo, de forma igualmente irreal. Esta impresionante voracidad y velocidad del crecimiento es lo que está acelerando, en estos años, la llegada al cenit y declive del petróleo y que los mercados de todas las materias primas ? desde las alimenticias a las de metales, pasando por la de uranio (estén descoyuntándose para intentar atender una demanda frenética que solamente se frenará, visto lo visto, con una sucesión de crisis de oferta) que muchos países ya viven - y reflejada en la inevitable crisis financiera de ajuste de la burbuja monetaria a unos recursos que no pueden multiplicarse con el ritmo pretendido por parte del club de los ricos, ni por los pobres que aspiran a dejar de serlo, emulando a sus insaciables vecinos del Norte, entre los que los canarios nos encontramos.
Juan Jesús Bermúdez
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