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Negroponte en Islamabad

Rafael Morales / Rafael Morales

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¿Alguna otra preocupación gringa, además de la inestabilidad de un país clave en la lucha famosa contra el terrorismo? Pues sí, un arsenal nuclear. Porque este aliado de George Walker Bush sí que posee armas de destrucción masiva, unas 50 bombas nucleares repartidas por todo el país. ¿Quién mantendrá el control sobre ellas? Quizá ese miedo impidió a Negroponte concretar las amenazas contra Musharraf y haya decido sostenerlo a pesar de un completa impopularidad.

La desestabilización se extiende a lo largo y ancho de Pakistán gracias a un dictador sin otros apoyos que el ejército. Por ahora. Negroponte falló en la reconstrucción del reparto de poder entre Bhutto y Musharraf. Necesita desesperadamente alguna fórmula política que asegure, como promete Bhutto, la continuidad de la lucha contra los islamistas de un futuro gobierno que cuente con el aval de las urnas. El general Mirza Islam Beg, crítico de la ocupación de Afganistán, ofreció una aparente salida para alcanzar la estabilidad perdida, dejando al ejército al margen de la lucha política. “Si los militares dan un golpe -dice- todo se destruirá”. Sin embargo, los militares siempre fueron el árbitro en Pakistán cuando surgieron las crisis políticas.

Según el general Islam Beg, Musharraf “no debe caer peleando. Debe llamar al presidente del Senado y decir 'tome el poder'. Y dejar que el presidente del Senado decida”. ¿Elecciones inmediatas? No, primero hay que convocar un gobierno de unidad nacional capaz de encarar las tareas de pacificación, levantar el estado de excepción y reimplantar la independencia judicial. Para conseguirlo, “ese gobierno necesitará entre seis meses y un año”. El ejército debe quedar al margen porque “ha llegado la hora de la sociedad civil”. El general Islam Beg se permitió además enviarle un recado a Bush: “He aquí el mensaje para los norteamericanos. Mi único miedo es que Musharraf va a pelear hasta el final y no se con quién lo hará”. Más claro el agua clara. Queridos aliados gringos, absténganse de acompañar al dictador en su último combate por mantenerse en el poder.

Sin embargo, para asegurarse el paraguas disimulado de Washington, Musharraf cuenta con un recurso temible: su control seguramente personal sobre las armas nucleares. Lo acaba de contar a su manera el bien informado “The New York Times”. Washington gastó 100 millones de dólares en un programa secreto durante los últimos años (tras los atentados del 11 de septiembre) para ayudar a Pakistán a resguardar su arsenal nuclear. La preocupación aparece -siempre según el “Times”- porque “en muchos casos el gobierno paquistaní ha demostrado renuencia para mostrar a las autoridades estadounidenses dónde y cómo se utilizan” los recursos del programa secreto. Más grave aún. “Los paquistaníes no quieren revelar la ubicación de sus armas o el tipo y cantidad de combustible que produce el país.” Y a Pervez Musharraf lo denominaban en la administración neoconservadora como “importante aliado no-OTAN”, muy leal a la noble causa antiterrorista de Bush. ¡Qué cosas!

Rafael Morales

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