La portada de mañana
Acceder
Puigdemont estira la cuerda pero no rompe con Sánchez
El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía
OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Una noche en la ópera

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

0

Muchos habían perdido las esperanzas de ver el coliseo abierto. Los antecedentes en aquella ínsula, no Barataria por aquello de los equívocos, no eran precisamente halagüeños. Otros coliseos esperaban, con desesperación de tragedia griega, que alguien se hiciera cargo de su “abandonada” situación. Algunos, incluso, vieron cómo las máquinas terminaban con sus días de gloria, amparadas, éstas, en una reforma que escondía una sentencia de muerte contra todo aquello que oliera a CULTURA. -Señor munícipe mayor, necesitamos fondos para reparar el teatro. Una parte del techo se ha caído y amenaza con desplomarse el resto...-No se preocupen. Ese coliseo está construido en tiempos en los que las casas duraban toda la vida y ni el mar ni el viento podrán con él. Además, ahora no tenemos dinero para estar gastándolo en una obra como ésa. Más adelante veremos si alguien me presta unos millones y entonces veremos qué se puede hacer. Sin embargo, para muchos creyentes, los milagros existen, y la suerte del mentado coliseo sorteó mil y un obstáculos para lograr sobrevivir a las impertinencias de unos gobernantes con un ego que les impedía hacer buen uso de su cerebro. Claro que, como en toda creación humana, existen errores y malentendidos, siempre al acecho del resultado final de un largo y tortuoso trabajo. Dicen que lo mejor es tomárselo con paciencia y buen humor, pero no siempre tal receta funciona. Y para muestra -La ópera comienza dentro de pocos minutos y no encuentro al tenor. ¿Dónde puede estar? -Yo que usted no lo buscaría. La última vez que lo vi, se estaba peleando con alguien de la autoridad y ya sabe usted lo que pasa. Si no estás dispuesto a tragar con lo que ellos quieren, te ponen de patitas en la calle.-Pero eso es una desgracia. ¿Cómo pretenden que comience la obra si me despiden al tenor antes de la función? ¿Por qué todos pretenden saber cómo dirigir una ópera si ni siquiera les gusta el género? Así es imposible. -No se preocupe, señor Otis B. Driftwood, yo conozco a un tenor muy bueno y seguro que no le importará cantar esta noche. Además cobra muy poco. Está esperando una oportunidad. Se llama Ricardo Baroni. -No me suena de nada, pero con tanta incompetencia, tampoco importa. Tengo la sensación que les daría igual si pusiéramos a cantar a un rebaño de ovejas. Su único interés es abrir el teatro y demostrar que ellos –los que mandan- han sido los mecenas de todo. -Pues nada, si me firma un pequeño contrato, de cien puntos, el tenor es suyo. Y como el dinero no es nuestro, no se preocupe por lo que cueste al final.-Seguro que cuesta menos que las flores, la alfombra y los canapés de la recepción. Con lo que se han gastado se podría enseñar música en los colegios de toda la ínsula.Cómo era de esperar, y ante el retraso acumulado, los responsables de imagen y buen hacer –aquellos capaces de transformar lo blanco en colorado- no tardaron en aparecer, con ceño fruncido y ademanes de guardia jurado.-Les aseguro que todo está solucionado. Tómense todos un café y descansen, que el telón se abrirá en unos instantes.-Señor, Driftwood, si quiero me doy una vuelta por el patio de butacas, vendiendo caramelos, roscas, chocos y calamar seco y seguro que se les pasa la ansiedad. -Gracias por la idea, Fiorello, pero me temo que no se lo tomarían demasiado bien. Los ánimos están muy caldeados y todo se interpreta por donde no es.-Sí, pero han contando que la ópera más corta dura cinco horas con lo que hambre, seguro que tendrán. -Visto así, tampoco es mala idea. Y, para colmo de males, el catering ha dicho que no podrá esperar hasta tan tarde. Cobrarían un plus y no están dispuestos a pagarlo.Con los músicos en su sitio, el tenor encontrado y las partituras en su lugar, sólo queda, subir el telón y que el espectáculo comience. -Fiorello, ¿a dónde vas con todas esas telas amarillas? -Es para hacer un gran lazo, que se vea nada más levantar el telón.-Sí, pero ¿qué tiene que ver con la trama de la ópera?-Nada, pero tampoco a muchos de los asistentes les gusta la ópera y aquí están. Dudo que los que tanto presuman sepan dónde se meten y ahí están, presumiendo como si fueran los mayores entendidos. Pues a mí me gusta la idea del lazo amarillo y pienso llevarla a cabo.-A sí me gusta, alguien con las ideas claras y no “cantinfleando” como Mario Moreno. No se quieran imaginar las caras de los asistentes, en especial la de los próceres cuando el telón dejó al descubierto el gran lazo amarillo. Aquello provocó las iras de algunos de los asistentes, uno de los cuales agarró a Driftwood por el cuello y tras no recibir respuesta sobre la responsabilidad del acto le preguntó.-Señor Drift, ¿sabe usted quién soy yo?-A ver, a ver, no me lo diga... ¿Animal o vegetal, o mineral?

Eduardo Serradilla Sanchis

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats