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El ole, ole, ole

José H. Chela / José H. Chela

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- No soy partidario ?respondió el clérigo y siguió dándole al txakolí.

Yo tampoco era ?ni soy- partidario de ese garbeo de los reyes por las ciudades autónomas, que se dice. No es oportuno, aunque sí oportunista. Con el embolado diplomático en que han metido al Jefe de Estado y señora, los linces del Gobierno ?se ha insistido en ello y no descubro nada nuevo- han lanzado al electorado y a la derecha un órdago de españolidad y de cohesión territorial. Pero, si, en el ínterin, mientras se preparaba el viajito, aparece Garzón con una de sus iniciativas y mosquea al primo alauita de don Juan Carlos disponiéndose a investigar un presunto genocidio cometido por Marruecos en el Sáhara seguramente más auténtico que hipotético- , quizás lo más acertado hubiese sido rectificar y suspender el real paseo. O no. Cualquiera sabe: este enésimo conflicto con Rabat es uno de esos pulsos que tanto gustan a la parte más belicosa de nuestra sociedad. La misma que glorificó como operación militar gloriosa el chusco suceso de Perejil. Eso puede ser bueno para el contraataque nacionalista-españolista de ZP. Eso y que en Ceuta y Melilla se hayan vendido más kilómetros de bandera rojigualda que todos los utilizados por el PP en estos últimos tres años y pico de patrióticas manifestaciones.

En cualquier caso, a uno se le sigue antojando inoportuna la iniciativa y entiende que a quienes consideran las dos ciudades objeto de la controversia territorio marroquí el suceso les parezca una provocación. Razones históricas aparte, que cada uno esgrime como le conviene. Las reivindicaciones territoriales tienen mucho de subjetivo y de tradición. La historia que se cuenta en las escuelas de dos países enfrentados por un contencioso de este tipo es distinta tras cada frontera. Los ceutíes corearon un pareado que tira del lo típico y lo tópico: ole, ole, somos españoles. No hay por qué dudarlo. Pero, si se le pregunta a los llanitos de Gibraltar o a los ovejeros de Las Malvinas, también expresarán su satisfacción y orgullo por ser británicos, ante el mosqueo y el malestar, incluso, según las circunstancias, de sus vecinos andaluces o argentinos. Lo que pasa ?como se sabe- es que en el caso de Marruecos los malestares de la autoridad trasmitidos al personal siempre son más graves. España, a la hora de la verdad, y pese a los envites puntuales, siempre se ha comportado como una ex potencia débil y timorata a corto plazo. Y las crisis se resuelven, en el fondo, a favor del vecino.

José H. Chela

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