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Pacto de silencio

Juan García Luján / Juan García Luján

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Cuentan los historiadores alemanes Hans Kaufmann y Rita Wildegans que los pintores postimpresionistas realizaron un pacto de silencio para evitar que Gaugin acabara en prisión por su agresión a Van Gogh. Según recogen en su trabajo: “La oreja de Van Gogh: Paul Gauguin y el Pacto de Silencio”, los informes policiales, los testimonios de testigos y las cartas de los dos artistas desmienten la versión que dio el propio Van Gogh sobre la pérdida de su oreja. No es cierto que después discutir con Gaugin se marchó a su casa amarilla y allí se autoinmoló con una hojilla de afeitar.

Aunque sus personalidades chocaban, se sentían amigos y a Van Gogh no le compensaba que su amigo Gaugin perdiera la libertad como castigo por haber perdido su oreja. Por eso no lo denunció. Hubo un pacto de silencio producto de ese miedo. El poeta loco Leopoldo María Panero escribió en su poemario “Conjuros contra la vida” editado por Federico Utrera: “Sólo el miedo nos hará callar/ sólo el silencio nos dirá la verdad/ sólo el vino nos dirá que vivimos/ a solas con el vino de la verdad/ mientras una serpiente cae de miboca/ y otra se enreda en mis pies?”. El miedo provocó el silencio de Van Gogh.

Al día siguiente de la pelea la policía encontró a Van Gogh dormido en su cama, con la cara ensangrentada y sin oreja. Después los pintores separaron sus destinos. “Vicent y yo no podemos vivir juntos en paz debido a la incompatiblidad de nuestros caracteres”, le dijo Gauguin a Theo Van Gogh (hermano de Vicent) con tono de lamentación, “es necesario que me vaya”. “Usted quiere irse”, le comentó con tono triste Vicent Van Gogh a Gauguin. Cuando Gauguin respondió que se iba a marchar de Arles, el pintor holandés arrancó la página de un periódico donde ponía “El asesino ha huido”, y se la entregó a Gauguin. Se iba un amigo y un apoyo artístico. Vicent Van Gogh siguió camino de la locura.

Gaugin se fue a vivir y a morir a las islas Marquesas, territorio francés ultraperiférico. Allí recibía una pensión que un marchante le mandaba desde París. Se suicidó Van Gogh sin denunciar a su amigo mientras que Paul Gaugin murió años después sin confesar su ataque, sin ir a prisión y sin ser imputado por agresiones. No hubo un triste fiscal que lo acusara. No hubo ningún periódico que en su portada hablara de la sangrienta pelea entre Van Gogh y Paul Gaugin. Los pintores nos dejaron sus cuadros, una versión inventada de los hechos y un pacto de silencio sobre la verdad.

Son los informes policiales de la época y las declaraciones de testigos los que ponen ahora las cosas en su sitio. Los historiadores se fían más de los informes policiales que de las palabras del propio afectado o la versión de su amigo. Un siglo después en la política canaria asistimos a la realización de un cuadro más surrealista que postimpresionista. Por un lado tenemos a un político imputado protagonista, se trata de un sospechoso que sale de los tribunales con una navaja lista para cortarle la oreja a periodistas, policías, jueces y fiscales. El protagonista del cuadro pretende que hagamos con él un pacto de silencio, como el que hicieron Van Gogh y Gaugin, o hacemos el pacto y repetimos su versión de los hechos o nos corta la oreja (a unos la oreja y a otros las subvenciones). Por otro lado tenemos los informes policiales donde se recogen las agresiones realizadas por el protagonista. Me pregunto: ¿cómo describirán este cuadro los historiadores dentro de cien años?¿asumirán el pacto de silencio que propone el agresor o tendrán en cuenta los informes policiales?

Juan García Luján

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