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La paradoja de las plantaciones

Plantación.

Daniel González

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Vivimos en tiempo de discursos vacíos, gestos incoherentes y reflexiones interesadas. Nos movemos en la era del postureo, la comunicación dirigida y los análisis superficiales. Esto lo ejemplifica muy bien la moda de las plantaciones.

Cada vez con más frecuencia, intervenimos el medio en nombre de la restauración, de la conservación. Existe la creencia -muy extendida- de que una repoblación o una reforestación siempre tienen efectos positivos. Pero ¿es cierto esto?

Todo depende de las gafas que nos pongamos para examinarlo, una plantación es una acción artificial que se puede ejecutar con distintos fines u objetivos. En Gran Canaria, la mayoría de las que se realizan tienen como meta la recuperación de los distintos ecosistemas, principalmente los forestales.

Los procesos que han dado lugar a los ambientes que nos rodean han sido largos y tremendamente complejos y apenas empezamos a conocer algunos aspectos. Por ello, se puede afirmar que nuestros conocimientos son muy limitados y, ni de lejos, nos permiten igualar aquello que ocurre de forma natural.

Dos de los argumentos más recurrentes a la hora de justificar las acciones de plantación son:

- “Contribuyen a atenuar los efectos del cambio climático”

Que los bosques son uno de los grandes sumideros de carbono del planeta se considera una evidencia pero, ¿cuál es la huella ecológica de una plantación convencional en esta isla? La huella ecológica de la mayoría de las plantaciones que se llevan a cabo es inmensa, incompensable a la corta.

Para obtener todos los materiales que se utilizan desde la instalación del vivero y el cultivo de la planta hasta el momento de su trasplante, se requiere un enorme gasto de energía y materias primas, en gran proporción combustibles fósiles, con lo que eso supone para otros espacios naturales en lugares que no vemos pero que existen. Espacios que están siendo transformados, en muchos casos deforestados, con nuestra complicidad. Paradójico, ¿no?

Alambres, tuercas, tornillos, tensores, goteros, difusores, protectores, palas, sachos, desbrozadoras, motosierras -y un sinfín de maquinaria agrícola-, mallas, motores, tutores, puntales, mangueras, abonos de síntesis química, pesticidas, contenedores, turbas, llaves, camiones, cubas, depósitos de riego y un etcétera mayúsculo que todos podemos completar con un rato de reflexión y que incluye, por ejemplo, todo el material de oficina empleado en el diseño y planificación del proyecto.

Es prácticamente imposible calcular su huella ecológica, pero es fácil entender que para compensarla es imprescindible que el trabajo se haga a la perfección, si es así, es posible que en algunos casos, y tras muchos años, se logre. Por el contrario si, como ocurre tantas veces, las acciones no se planifican y ejecutan correctamente, ese argumento “contribuyen a atenuar los efectos del cambio climático” se desmorona fácilmente, es más, al contrario, ponemos nuestro granito para que sus efectos se aceleren.

Cualquier acción dirigida a mitigar los efectos del cambio climático debe ir principalmente enfocada a minimizar impactos negativos y, con el método empleado, se va en la dirección contraria.

- “Son necesarias para la recuperación de los ecosistemas canarios”

Como se escribió anteriormente, estamos empezando a comprender algunos detalles sobre el funcionamiento de los ecosistemas isleños. Cada vez son más los estudios que demuestran cómo, en muchas situaciones, la regeneración natural es más rápida y, por supuesto, económica y natural que ese otro tipo de “restauraciones”. Y esto también es una evidencia en muchos rincones de esta isla. Los fenómenos de sucesión o transición son continuos en la evolución de un ecosistema, en cambio, con una plantación, generalmente, se pretende llegar hasta los últimos estadíos de forma directa y repentina, obviando muchísimos pasos.

Además, en demasiadas ocasiones, las malas prácticas provocan cambios irreversibles en los espacios naturales, por ejemplo, la introducción de especies exóticas con carácter invasor en el sustrato y las herramientas (principalmente hierbas anuales y pequeños invertebrados) o de plagas y enfermedades en las plantas; o la desnaturalización del medio por la falta de conocimientos e interés a la hora de ejecutarlas, descuidando aspectos como la procedencia de las semillas o la potencialidad de las especies.

Y si a esto sumamos el repetitivo abandono en el campo de material de riego, mallas protectoras, depósitos y vallados, pues...

Las plantaciones, en momentos concretos, y siempre que se hagan con conocimiento y rigor, pueden ser una buena herramienta para la recuperación de la cubierta vegetal, especialmente para evitar que algunas especies amenazadas desaparezcan, facilitar procesos de regeneración o enriquecer espacios donde se haya demostrado una alta pérdida de biodiversidad.

Pero, con este modo de proceder, tanta prisa y afán de intervenir, ¿no estamos alimentando la absurda paradoja de las plantaciones?

También podríamos hablar sobre el voluntariado ambiental, otro asunto interesante.

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